Cada cual tiene sus manera de combatir el creciente calor de estas fechas. Hay quienes recurren a la playa o a la piscina, a reconfortantes baños en casa, a lanzarse a las zonas en sombra de las calles… O a gozar de las terrazas, ese gran clásico veraniego. Terrazas hosteleras, terrazas propias, terrazas ajenas… Y, en ocasiones, incluso terrazas improvisadas. Esa fue la genial idea, digna de un premio a la creatividad, que la semana pasada tuvo cierto vecino de la calle Ezcurdia, en el barrio gijonés de La Arena: ni corto, ni perezoso, aunque la ausencia de una terraza pública a mano decidió bajar a la calle armado con una silla de casa, un paraguas, un sombrero y un libro, colocarlo todo en la acera y disfrutar de un agradable rato de lectura al aire libre, bien protegido de los rayos del sol. Ni qué decir tiene que su maniobra hizo las delicias de los transeúntes; es más, muchos de ellos aplaudieron al anónimo vecino por ello… Incluida María Elena de la Merced, quien ha enviado la imagen.
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