Ah, San Lorenzo… El aroma del Cantábrico, la lámina de arena, el sinfín de posibles que brinda, incluso en invierno, a humanos y animales… Con esos ingredientes, no es de extrañar que, con el fin de cada temporada de baño, y hasta el comienzo de la siguiente, la que es la playa estrella de Gijón se convierta en un auténtico paraíso para los amantes del running, los aficionados a los paseos junto al mar y, sobremanera, los perros y sus propietarios. ¿Una estampa bucólica? Puede. Pero incluso en lo idílico, en ocasiones, surgen sombras, y esos mismos dueños de mascotas son los creadores de algunas de ellas. Porque está muy bien dejar que los canes disfruten del arenal, jugar con ellos, darles un espacio amplio para que se esparzan… Como también lo está recoger sus deposiciones con las bolsitas pertinentes y, un paso crucial, arrojarlas a la papelera más cercana. Ese último punto es el que algún que otro propietario parece haber olvidado, y los accesos de la escalera 7 eran esta mañana prueba de ello. Alineadas junto a los pilares de la barandilla, hasta cuatro bolsas repletas de heces descansaban, abandonas, cual ‘regalos’ dejados a la espera de su adecuado receptor. En fin, un gesto bastante poco cívico que podría resolverse con otro bien sencillo: recorrer los apenas diez metros que separan la rampa del contenedor más próximo.
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