
«Resulta increíble comprobar como una parte de la clase política insiste en la importancia de los avances científicos, en la importancia de la investigación y de la formación, pero después no hace ni caso de los estudios y análisis científicos sobre lo que pasa en nuestro medio natural»

Nunca he leído en una entrevista, o un reportaje, que se entreviste a alguien que viva cerca de un hospital y que, por el mero hecho de vivir cerca de un hospital, le pregunten cómo debe tratarse una enfermedad degenerativa, aplicar un tratamiento farmacológico o hacer una cirugía torácica. En cambio, todas las semanas parece que todo el mundo, además de tener opinión, tiene la «razón» a la hora de decir barbaridades y mentiras sobre el medio ambiente en Asturias. De igual manera, resulta increíble comprobar como una parte de la clase política insiste en la importancia del desarrollo tecnológico, en la importancia de los avances científicos, en la importancia de la investigación y de la formación… Pero después no hace ni caso de los estudios y análisis científicos sobre lo que pasa en nuestro medio natural. Pero sí se le da crédito a un señor X que dice que hay que matar lobos, o nutrias, o cormoranes, o lo que sea, por la razón que sea, sin evidencia científica de ningún tipo -más bien, al contrario, con toda la comunidad científica diciendo lo opuesto-, por el mero hecho de vivir en el entorno natural.
Esta semana quiero escribir, como es evidente, sobre nuestro ecosistema y nuestros hábitats. Y cuando digo «nuestro», me refiero a los astures. Más allá del proceso de calentamiento global y cambio climático, en nuestro entorno cercano pasan cosas que, me temo, van camino de ser motivo de una nueva barbaridad. Me refiero, por ejemplo, al futuro de nuestras nutrias, esos peludos mamíferos acuáticos de cola larga y orejas diminutas que, por suerte, habitan en nuestros ríos todavía. Que haya nutrias es un buen síntoma de la calidad de las aguas, y esto no es una opinión, es una constatación científica; pero no parece que lo de las constataciones científicas sea algo a tener en cuenta para algunas decisiones de las Administraciones. Se lee, y se lleva leyendo ya un tiempo, que no hay salmones porque hay nutrias, que viene a ser lo mismo que decir que no habrá conejos porque han aumentado los linces en España, o que el agua que llevan los ríos es agua que se «tira» al mar. Digo todo esto por declaraciones continuas de actores próximos a los entornos fluviales, culpando a una especie protegida de que no haya salmones. Parece que el problema no radica en que se siga pescando una especie -el salmón- que debería llevar años vedada. No, la adecuada gestión del salmón para conservar sus exiguas poblaciones es un «detalle» sin importancia. Lo importante aquí es poder matar algo para solucionar el asunto.
Resulta paradójico que, en la actualidad, la caza y la pesca recreativa -absolutamente superfluas para la alimentación y subsistencia humanas- generen más titulares que tener un entorno natural en un estado óptimo. Se llegan a leer disparates como que hay que «desbrozar» los ríos para pescar mejor, o «limpiarlos de vegetación» para que no haya inundaciones, argumentos basados en la nada que contravienen cualquier estudio científico del siglo XXI. Pero, pese a que los salmones necesiten ríos con vegetación en las márgenes para alimentarse de los insectos que merodean en las plantas, la máxima para algunos es que los bosques de ribera deberían pasar a ser parques, con algún arbusto y todo desbrozado -justamente lo peor para la vida en los cauces-, pero da igual, porque parece que lo importante para algunos humanos es modificar siempre todo lo que sea natural.
La necedad es tal, que probablemente veamos más pronto que tarde que a las nutrias, como ya se ha hecho con los lobos, las acaben sacando del Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial (LESPRE) y se persigan, exterminen o reduzcan, con esa terminología vergonzante que leemos en boca de algunos representantes electos. Justamente Asturias es lo que es, un espacio con la naturaleza abrumadora, muy presente, no porque la administración pública negase la evidencia científica, sino porque actuó de manera eficiente durante los primeros años de democracia. La década de los años 80 y 90 generó unos sistemas de protección de entornos naturales ejemplares en muchos casos, y que fundamentaban sus actuaciones en motivos científicos y de cuidado ambiental.
Porque, de no haber sido así, si en su momento hubieran preguntado a los propietarios de praos en la costa, seguramente que una parte no menor los hubiera vendido a buen precio para construir chalets y adosados. Y no tenéis que ir más que acercaos a Cantabria, Galicia o Euskadi -por no hablar de la costa mediterránea- para comprobar cuál hubiera sido el resultado. Es mentira que el problema de los salmones sean las nutrias, de igual manera que es mentira que el problema de la ganadería sean los lobos. Lo que no acabo de entender es cómo un gobierno que afirma ser de izquierdas ejecuta estas políticas medioambientales que serían las propias de la derecha más negacionista. Actuaciones cerriles sin evidencias científicas y bajo la presión de unos colectivos que, sin duda, apoyarán a la derecha siempre y en todo caso -lo cual es muy lícito- pero que en nada tienen que ver con pensar en una Asturias verde y azul, sino en una Asturias negra, y no de minerales (ya podría) sino de alquitrán y hormigón.