Dos años después de la suspensión de los espectáculos taurinos, y pese a la manifestación antitaurina que congregó a más de mil personas, la plaza ha recuperado las corridas y, con ellas, su inconfundible ambiente
POR BORJA PINO Y DAMIÁN FERNÁNDEZ
Casi tres meses de dudas y posibles, de incertidumbres y promesas, de protestas y defensas, han quedado disueltos de un plumazo con un hecho indiscutibles desde hace apenas dos horas, resumible en seis palabras tan sencillas como directas: los toros han vuelto a Gijón. Dos años después de que la anterior Corporación municipal decretase la suspensión de los espectáculos taurinos, sucedida el año pasado por la clausura de la plaza de El Bibio, el coso gijonés ha reabierto sus puertas esta tarde para recibir a Pablo Hermoso de Mendoza, Diego Urdiales y Manuel Román, los tres diestros con cuyas faenas revive en la ciudad, desde hoy y hasta el viernes, la Feria de Begoña. Y con ese regreso, tan anhelado como criticado por la sociedad, materializado en la ocupación de cerca de 4.000 de las 9.200 localidades con que cuenta el complejo, y que ni los casi 1.500 manifestantes antitaurinos convocados por la Asociación Nacional Animales con Derechos y Libertad (ANADEL) han logrado frenar, vuelve a la urbe el tradicional ambiente que, con sus atuendos, costumbres, rituales e, incluso, vocabulario exclusivo, imprimen un carácter propio al evento veraniego.
Ya desde las cuatro y media de la tarde, hora y media antes de que comenzase la velada, los primeros aficionados comenzaban a congregarse en los alrededores de la plaza, mientras las colas de rezagados se formaban ante las taquillas, temerosos de perder la oportunidad de asistir a un evento que, de un modo u otro, prometía hacer historia. «Se echaba de menos todo esto; entiendo a quienes están en contra, pero cuando quitaron los toros, dolió», reflexionaba la gaditana Susana Heredia mientas, en compañía de su marido, el gijonés Vicente Moro, se deleitaba acariciando desde la valla exterior a los caballos de los picadores, en fase de preparación antes de su gran momento en la arena. Para Moro, de hecho, la gran preocupación radica «en la cantidad de puestos de trabajo que se destruirían si erradicasen los toros. Además, no deja de ser cultura».
Con el reloj marcando las cinco y cuarto, y aguardando pacientemente ante el puesto de dulces y aperitivos instalado frente a la entrada principal, José Luis Llada, amante de la tauromaquia «desde los nueve años, cuando vi a ‘Paquirri'», lidiaba con el doble nerviosismo de reencontrarse con su afición, primero, y de reintroducir en ella a sus sobrinos, Enol y Mari Luz Llada, después. «Va a ser nuestra segunda corrida, y nos apetece mucho; es nuestro día de Feria», reconocían, ilusionados, los pequeños, ante la mirada orgullosa de su tío, para quien «el día que nos quitaron los espectáculos taurinos se puso un coto a la libertad en esta ciudad». A pocos metros de ellos, el también vecino de Gijón Juan Carnicero secundaba la felicidad de ese regreso. «Creo que, al final, triunfó la normalidad», apuntaba, ya situado en la cola de acceso al recinto, rodeado de amigos y decidido a disfrutar del espectáculo pese a la tenue llovizna. «Siempre viene bien para la ciudad. La sensación que se palpa entre taxistas, hosteleros, taquilleros… Es un tirón importante, además de estar protegido por la ley, y no sería justo que se acabase por culpa de negacionistas».
Pero Begoña, El Bibio y los toros no son sólo afición. También hay disciplina, compromiso y esfuerzo profesionales, como el realizado por las decenas de trabajadores de la plaza. Para muchos de ellos la de esta tarde era su primera incursión en el mundo de los toros; es el caso de la camarera Nuria Gallego, para quien la experiencia, a sólo un cuarto de hora del comienzo, «pinta muy bien. Me gustan los toros, y aprecio que cada vez se ve a más gente de a pie, no de clase alta; se ha democratizado». Un punto de vista antagónico al de su compañera Lucía Fernández, quien admitía, resignada, que, «aunque no me gusta que se maltrate a los animales, hay que trabajar». La misma filosofía alberga el empresario Ángel Gómez, recién llegado de Badajoz para comercializar, desde su tenderete instalado a escasos treinta metros de la puerta principal, sombreros, chalecos, camisetas y otros artículos relacionados con la tauromaquia. «Se nota el buen ambiente, las ganas… Es mi primera vez, pero me parece una maravilla que los toros hayan vuelto», se sinceraba.
Por fin, minutos antes de las seis los ánimos se inflamaron ante la llegada escalonada de los tres diestros. No tardó en hacer acto de presencia también la alcaldesa de la ciudad, Carmen Moriyón, quien dedicó un cariñoso saludo a Pilar González del Valle, marquesa de la Vega de Anzo y encargada de recitar el pregón taurino, antes de encontrarse con los ediles Jesús Martínez Salvador y Jorge González-Palacios. Entre sonrisas y anécdotas, la comitiva institucional accedió a la plaza como cualquier aficionado más, decidida a disfrutar del tan esperado momento. Poco después, las puertas de El Bibio cerraban con estrépito, las trompetas resonaban en el coso y espectáculo se iniciaba.
Comenzaba, ahora sí, el regreso de la Feria de Begoña.