Cerca de 85.000 personas, según la Policía Local, tomaron las calles de la ciudad para honrar la historia, gastronomía y cultura de los países centroamericanos y sudamericanos, cuyos nativos conforman el mayor colectivo foráneo en la región
La Historia es unánime: dejando a un lado ciertos contactos de contacto protagonizados por los vikingos en el siglo X, la relación efectiva de Europa con América comenzó aquel 12 de octubre de 1492 en que Cristóbal Colón, al frente de la expedición con la que había partido del Puerto de Palos dos meses y nueve días antes, puso pie en la isla de Guanahani, la actual San Salvador, parte del territorio de la Mancomunidad de las Bahamas. Por aquel entonces ni el marino genovés, ni nadie en la Corte hispana, ni el resto del globo, era consciente del impacto que semejante acontecimiento llegaría a tener, de la sólida relación entre ambos continentes que el tiempo, las alegrías y los sinsabores lograrían forjar. Y ayer, un año más, pero en una edición para nada comparable con las precedentes, Oviedo volvió a hacer gala de ese longevo vínculo. En una jornada de jueves que registró cifras de récord, todo el colorido, la exhibición cultural y el espíritu de hermanamiento del Día de América tomó las calles de la capital asturiana, seduciendo a nativos con el encanto de lo exótico… Pero también dejando de manifiesto cuánto es lo que une a esos dos mundos.
Cerca de 85.000 personas, según estimaciones de la Policía Local de la ciudad, se congregaron para no perderse ni un detalle del desfile, que tuvo a Puerto Rico, a la sazón colonia española hasta su pérdida a manos de Estados Unidos en 1898, como país anfitrión. Los atuendos folklóricos, las representaciones religiosas de los pueblos andinos, la gastronomía propia, los bailes y la música compusieron un puzle multicolor en el que algunas de las banderas, como las de Cuba, México o la propia Puerto Rico, a la que el cantautor Pipo Prendes dedicó una canción exclusiva, fueron especialmente ovacionadas. Nada extraño si se tiene en cuenta que en Asturias, como en el resto de España, el de sudamericanos y centroamericanos es el colectivo extranjero con mayor presencia. Con todo, si hubo una enseña que encogió particularmente los corazones fue la de Venezuela, aglutinadora del apoyo general a la causa de quienes, bien dentro de sus fronteras, bien desde el exilio, combaten contra el régimen presidido por Nicolás Maduro.
Un evento con solera
El protagonismo de la velada fue compartido con el Astur CF, al que se rindió tributo por su centenario; con los centros asturianos de Hispanoamérica, a los que la organización, a cargo de la Sociedad Ovetense de Festejos (SOF), dedicó una carroza temática, y a la Policía Nacional, en el año en el que alcanza su segundo siglo al servicio de los ciudadanos. En conjunto, fueron once las carrozas de grandes dimensiones desplegadas por la capital, escoltadas por una veintena de haigas y vehículos clásicos. Entre dicha flota, los grupos de baile, las agrupaciones folklóricas, los figurantes y, sí, también los futbolistas contribuyeron a enriquecer el conjunto de ayer, último exponente de aquella idea que, en la década de 1940, fraguó en la mente del pintor ovetense Alfonso Iglesias, autor de los personajes Alfonso, Telva y Pinín, para homenajear el fenónemo de la inmigración.
A partir de aquel proyecto primigenio, el primer desfile se celebró el 23 de septiembre de 1950 y congregó a miles de personas, fascinadas por el lujo de las casi sesenta haigas engalanados de flores y banderas, de las nueve bandas de música y de las ocho carrozas que desfilaron por la calle Uría. En aquel entonces las carrozas, diseñadas por Iglesias, representaban la despedida del emigrante, el barco que lo lleva a América, los países principales de destino y el regreso del indiano, ya rico, a su España natal. A finales de los años 50 y comienzos de los 60, la emigración comenzó a orientarse hacia Europa y eso se trasladó al propio desfile. Los haigas dejaron de venir y comenzaron a acudir grupos folklóricos de Alemania, Bélgica o Suiza que compartían protagonismo con los clásicos de México, Argentina o Chile. Así, desde hace años la filosofía del desfile ha cambiado. Hoy es un homenaje tanto a los asturianos que se fueron como a los miles de inmigrantes que residen en Oviedo.