«Zurdi nunca dejará de correr en nuestra memoria, cabalgando la banda, celebrando un chicharro de Quini. Saldrá Zurdi como una flecha mientras recordamos un desmarque sublime y otro domingo de ovación atronadora en El Molinón»
Corría por la banda izquierda una y otra vez. Jugando sin desmayo en el equipo del Colegio La Inmaculada. José Antonio Fidalgo, sabio profesor experto en bonhomía y Física y Química, lo tenía claro: » Ye muy bueno, este zurdín llegará muy lejos». Carlos Horacio González tenía, ya de guaje, el talento de los zurdos cuando acarician con su bota izquierda cualquier pelota de cuero sobre cualquier campo encalado con dos porterías. El renacuajo dejaba atrás a todo aquel que pretendía cortar su paso por su banda, la izquierda. Carlinos era veloz y escurridizo como un raposu. En el Sporting Atlético se topó con José Luis Viesca, al que le gustaba la pesca con locura y el fútbol de vértigo. Nada sabía ni le gustaría saber al Míster de esa absurda moda del fútbol actual de sacar en el once jugadores «a pierna cambiada». «Balones a los extremos, no se entretengan en pijadinas, azorrataos atrás y salimos como fleches». Y lo que dijese Viesca era ley para Elías, Camuel, Tocornal o un tal Carlos Horacio que a la hora de ponerse la elástica rojiblanca atendía al nombre de Zurdi. A los 17 años debutó con el Sporting en match de Copa frente al Turón, el 18 de noviembre de 1980. Los mierenses marcaron un tanto y los gijoneses seis, dos de los cuales fueron obra del veloz delantero adolescente. Su primer partido en primera se lo debe a Vujadín Boskov. El 4 de septiembre de 1982, sustituyó a Uría en partido contra el Málaga y en ese momento comenzó su carrera en un club y con una afición que siempre veneró a los extremos. A esas liebres convertidas en futbolistas, sorteando las dentelladas de «esos perros contrarios» en forma de agarrones, patadas o empujones. Los buenos extremos como Zurdi apuraban la banda, levantando cuero y cal en el centro final. El que resucitaba al nueve para darle otra cuota de gloria. Envuelta en el celofán de la euforia, en esa felicidad instantánea, en ese júbilo llamado gol. Jugó el habilidoso zurdo con el Sporting 158 partidos, casi todos inolvidables, antes de fichar en pack con Eloy por el Valencia, en 1988. Y en el club «Ché» también fueron celebradas sus entusiastas internadas por la banda, melena al viento. Tuvo buena suerte y destreza sorteando rivales y mala con las lesiones. Cuajó una notable campaña con el Sabadell en segunda, con 6 goles en 30 partidos y se retiró en el Real Avilés Industrial en 1994, a los 31 años. Años más tarde ejerció como fisio en el Villarreal y en el Valencia con la firme intención de luchar contra esos molinos que bien podrían ser gigantes, cual Quijote justiciero, en pos de atajar o reducir ese conocido lastre de los deportistas: las lesiones. Zurdi nunca dejará de correr en nuestra memoria, cabalgando la banda, celebrando un chicharro de Quini. Saldrá Zurdi como una flecha mientras recordamos un desmarque sublime y otro domingo de ovación atronadora en El Molinón.