«Esta obsesión en la que una parte de la sociedad ha ido cayendo de encajarse en una estrecha trinchera en la que sólo cabe el que dice y afirma lo mismo que yo y donde, quien disiente no solo es mi enemigo, sino que además merece todos los males habidos y por haber, es terrible»
Este lunes visitó esta tierra astur el presidente de España, Pedro Sánchez. Vino hasta el Hospital Universitario Central de Asturias, joya de la corona de la sanidad asturiana, a presentar, mejor dicho, anunciar, que se ampliará el cribado neonatal a nivel nacional para poder detectar enfermedades congénitas en los recién nacidos. En resumen, una buena noticia, como lo son todas aquellas que tengan que ver con reforzar, mejorar y modernizar nuestro sistema público sanitario.
Como no puede ser de otra manera, la visita del presidente del Estado a una región propicia debates sobre numerosos aspectos. Yo quiero hoy hablaros de dos de ellos: cómo vemos nuestro sistema sanitario y cómo ven algunos nuestra democracia. Empezaré por el segundo, y para ello me viene como anillo al dedo el desagradable momento que propició un señor en el HUCA, pegando voces faltonas cuando Pedro Sánchez se disponía a hablar. Este señor, sin duda un maleducado más de los que puede haber en cualquier momento y en cualquier lugar (siento no compartir la importancia que le daba nuestro presidente, Adrián Barbón, al hecho de que no fuera asturiano; creo que esto es lo de menos, puesto que ni en Asturias, ni en ningún lugar estamos libres, insisto, de comportamientos faltosos y vocingleros), es fiel reflejo del discurso que se ha ido sembrando en los últimos años por parte de varios medios reaccionarios, conservadores y rancios en general. Me explico.
Esa continua sensación que tiene uno de escuchar que el presidente de España no es legítimo, que vivimos en una dictadura, que este señor es un autócrata y demás mentiras y estupideces, han ido calando poco a poco y han ido confundiendo lo que puede ser, e incluso debe ser, un posicionamiento político e ideológico distinto al Gobierno imperante, el que sea, de una manera dura si se quiere, pero nunca insultante ni denigrante. Esta obsesión en la que una parte de la sociedad ha ido cayendo de encajarse en una estrecha trinchera en la que sólo cabe el que dice y afirma lo mismo que yo, y donde quien disiente no solo es mi enemigo, sino que además merece todos los males habidos y por haber, es terrible.
Os pongo un ejemplo en primera persona: es muy habitual que, tras escribir un artículo, eche un vistazo a ver cómo lo ha percibido la gente, si le interesa, si está de acuerdo o si no lo está. Aproximadamente el 90% de las reacciones son educadas y respetuosas, estén de acuerdo con lo que escribo o radicalmente en contra. El asunto es ese 10% restante. Ese 10% dice que soy del PSOE a muerte, pero también dice que soy de FORO; dice de mis artículos cualquier cosa y la contraria, muchas veces sin siquiera leerlos, y generalmente descalificando. Ese porcentaje de gente que aún no asume que alguien puede decir lo que no te gusta mientras sea de manera educada y, a ser posible, constructiva, es algo a respetar, no a faltar ni a señalar.
Y si intentaron faltar a Pedro Sánchez en su discurso, su anuncio también generó el debate ‘habitual’ sobre la situación de la sanidad pública. Esa a la que todos recurrimos en un momento u otro de nuestra existencia, o recurriremos, o nuestros padres, o nuestros hijos y que permite que cualquier ciudadano pueda gozar de un sistema de salud público, universal, que puede solucionar prácticamente cualquier problema de salud que nos pueda ocurrir.
Asumo que hoy en día defender esto vale casi para que te corran a gorrazos. No porque la gente no se beneficie de este sistema, sino porque parece que lo único que queremos destacar de él es que está mal, que no funciona y que es un caos. Todos conocemos algún ejemplo de esas situaciones desafortunadas, pero me niego a centrar las pocas líneas que quedan para dar por cerrado el artículo en eso. Pretendo, más bien, una proclama a asumir que, pese a que las listas de espera suponen un enorme problema (aunque en este sentido habría mucho que hablar, dados los criterios dispares de las regiones, si cuenta o no desde que te comunican la intervención, si se priman las intervenciones más livianas para descender las listas, si en realidad no se valora la calidad y sí la cantidad, y así un sinfín…) que debe ser afrontado por nuestros gobernantes con esmero y cuidado, no deberíamos perder la perspectiva de lo vital que es disponer de este servicio.
Y sí, esta semana ha quedado un artículo muy mesiánico, pero considero que debo aprovechar la oportunidad de escribir en un medio de comunicación para contribuir a reforzar algunas cosas. Reforzar que dejemos de faltarnos e insultarnos por el simple hecho de estar en las antípodas ideológicas. Reforzar que dejemos de lanzar torpedos sobre nuestro sistema sanitario público con el único, interesado y oscuro fin de que la cosa acabe en que «Para eso mejor ya pago yo un seguro», teniendo en cuenta que, si este hecho se volviese mayoritario, conllevaría la mayor pérdida de calidad de vida que nos pudiéramos imaginar.
Exijamos a nuestros gobiernos, al menos a aquellos que defienden una sanidad pública (parece evidente que a algunos les genera más interés privatizarla), que pongan medios, cerebro y ganas en que sea nuestro mejor aliado para cuidar nuestra salud y nuestra vida.
te voy a decir no como veo la democracia si no como veo a tu amado presidente, una persona que cambia continuamente de opinión según su conveniencia (para él no para España) y lo que hoy es NO NO NO mañana es SI SI SI (eso no se como se llamara en tu pueblo en el mío se llama ser un mentiroso), un presidente que lo es gracias al apoyo de un trásfuga que huyo en un maletero de la justicia española, etc etc etc…. y si, también te voy a decir que hasta que llego Pedro Sanchez a la presidencia siempre vote al PSOE, pero mientras él siga NO lo volveré a votar, pues soy de izquierdas pero no ciega