«El partido fue, a priori, todo un éxito económico. No podemos decir lo mismo en cuanto a lo deportivo (…). La rivalidad existente en esos años con el Real Madrid era grande, y ambos aspiraban, por entonces, al título de liga»
El 25 de noviembre de 1979, en la undécima jornada liguera, el Madrid visitó al Sporting, al mejor Sporting de todos los tiempos. El partido tenía foco nacional y el presidente, Manuel Vega-Arango, negoció duramente durante toda la semana para que fuera considerado de interés general y pudiera televisarse. El mismo sábado, día del encuentro, se cerró el acuerdo: se vería por televisión. Para el Sporting sería una buena noticia: cobró por ello seis millones de pesetas, más otros dos y medio de taquilla, y uno más de publicidad estática. Por lo tanto, el partido fue, a priori, todo un éxito económico. No podemos decir lo mismo en cuanto a lo deportivo. En Gijón, el ambiente estaba muy caliente pese al frío invernal, con el termómetro marcando cero grados al inicio del encuentro. La rivalidad existente en esos años con el Real Madrid era grande, y ambos aspiraban, por entonces, al título de liga. El equipo más poderoso de España había encontrado un nuevo rival en un conjunto formado fundamentalmente por modestos futbolistas de la casa que se hicieron grandes en Gijón. A los Castro, Redondo, Cundi, Uría o Quini se unieron tres grandes jugadores argentinos: Doria, Rezza y Enzo Ferrero. Juntos, formaron un enorme equipo que causaba admiración y respeto en todo el país.
Existía un tremendo malestar en el sportinguismo por un encuentro disputado dos temporadas antes. Un partidista y tendencioso arbitraje había impedido la victoria del Sporting en el Bernabéu en la jornada 22. Entonces, el Sporting iba tercero en la clasificación, a un punto del Barcelona y cuatro del Real Madrid. Un mérito tremendo el del conjunto asturiano, teniendo en cuenta la diferencia de presupuestos con los dos grandes del fútbol español, y la condición de recién ascendidos de los gijoneses. Cinco mil gijoneses acompañaron al equipo en el choque más importante en muchos años. Cinco mil testigos rojiblancos de un atraco arbitral monumental por parte del colegiado balear Borrás del Barrio. La prensa española, casi de forma unánime, atribuyó a la parcialidad del colegiado la derrota del Sporting.
Así que, con esos antecedentes, se llegó al 25 de noviembre de 1979. Y el ambiente se incendió definitivamente a los 6.30 minutos del inicio del partido. Ferrero encaró a San José y se fue de él haciéndose un autopase. San José reaccionó lanzándole un tremendo codazo para impedirle el paso. Ferrero devolvió una agresión con otra, y le dio un empujón seguido de patada en la rodilla al defensa madridista. El vallisoletano Ausocúa Sanz pitó la clarísima falta contra el Real Madrid, pero expulsó únicamente al sportinguista Ferrero por más que el extremo argentino protestó y le mostró al árbitro la sangre de su labio partido. La lluvia de almohadillas fue tremenda y el encuentro tardó seis minutos en reanudarse. Y allí nació el grito casi unánime de un Molinón indignado: “¡Así, así, así gana el Madrid!”. El partido tuvo que interrumpirse durante muchos minutos. Pese a todo, el Madrid no pudo ganar y el encuentro acabó con empate a un gol, ambos logrados por jugadores rojiblancos. Quini marcó el 0 a 1 en propia puerta, y el definitivo tanto del empate lo logró Joaquín, con un precioso disparo cruzado contra el que nada pudo hacer el guardameta García Remón.