«Que a un mileurista con un seat panda del 87 le exijan un cambio de vehículo, aunque no llegue a fin de mes, y se permita a cierta industria seguir arrojando contaminación sobre la ciudad a cambio de promesas futuras, es desconcertante»
Parece que el PSOE se ha abonado a jugar a su particular juego de la oca. Vamos de sentencia en sentencia, y tiro porque me toca, derrumbando los grandes proyectos de los socialistas para nuestra ciudad. Tiras los dados y caes en los anulados PGO o en la regasificadora, pasando por la casilla de salida de las aguas fecales y su plantona, o en la del Cascayu, y terminamos con la calavera del plan de Movilidad. A veces pienso que es más fácil acertar un pleno al quince que salir escaldado cada vez que pasas por un juzgado. Alguna vez, digo yo, ganarán un juicio, aunque sea por simple y triste estadística.
El caso es que, en vez de recoger velas y capear el temporal hasta que pase la tormenta electoral, siguen con el mantenella y no enmendalla. Da igual que de aquí a tres meses no quede ni uno solo de los representantes políticos de los que se apuntaron este tanto medioambiental, gane el partido que gane. Ana está ya preparando las maletas en su particular milla verde y Aurelio, el concejal con menos votos y más influencia en la historia reciente de Gijón, deja los deberes por hacer a quien le sustituya. La nueva corporación se enfrentará a un proyecto que no es el suyo y con un recurso que a ver cómo nos sale. En los tiempos que corren, tal vez, habría que pararse a pensar si no es mejor esperar un poco, que los partidos nos pongan encima de la mesa sus propuestas y el ciudadano elija. Que para eso tenemos unas elecciones a la vuelta de la esquina.
Pero dejando de lado las consideraciones electorales y de futuro – qué pocas veces piensan los políticos en el futuro que nos dejan a los votantes -, la situación es más kafkiana si cabe. Hay párrafos del fallo que son para mexiar y no echar gota, que diría mi güelu. En especial un zasca de dimensiones titánicas que deja en un lugar incómodo a los responsables del Plan de Movilidad:
Que no lo dice la oposición, oiga, ni este humilde redactor. Son palabras textuales de una sentencia que viene a corroborar que las mentes (¿pensantes?) de este plan ni están capacitados para hacer su trabajo, ni – lo que es más triste-, lo han hecho. No, no es coña, aunque lo parezca. Porque lo que viene a reflejar el fallo es que no se va a entrar en más materia porque el primer requisito, que exista un estudio económico serio, no se ha cumplido.
Que tenemos un problema con la contaminación es algo que nadie debería negar, ni siquiera el primo (¿o era el cuñado?) de Rajoy. Es más, mientras escribo estas líneas veo a través de mi ventana dos enormes chimeneas vomitando veneno a la zona oeste de Gijón. Pero acabar con el tráfico rodado, o reducirlo al mínimo, requiere de un poco más de ingenio que cerrar calles, eliminar aparcamientos o poner arbolinos en el Scalextrix (artista antes conocido como Cascayu). Que a un mileurista con un seat panda del 87 le exijan un cambio de vehículo, aunque no llegue a fin de mes, y se permita a cierta industria seguir arrojando contaminación sobre la ciudad a cambio de promesas futuras, es desconcertante.
Volviendo al tema de la pasta, que me desvío. Parece ser que para todo el plan van a pasarnos la misma factura (o aproximada) que para pintar el Cascayu: 300.000€. Pero eso, estimado lector, es el dinero que calculan saldrá de las arcas públicas. Que 30.000 gijoneses tengan que cambiar su vehículo porque no tienen derecho a una pegatina (el equivalente medioambiental a las medallas de los Boys Scouts), es algo que el Ayuntamiento no ha contemplado en sus estudios de impacto económico. Multipliquen si quieren. Un Dacia Sandero nuevo del trinqui supera los 12.000€, por lo que, calculando por lo bajo, estaríamos hablando de 360 millones de euros. Qué poco le cuesta a alguno disparar con pólvora ajena. Pero, eso sí, desde la plaza Mayor ya se han puesto en marcha ayudas para la compra de vehículo eléctrico con un éxito arrollador: tres personas se han podido beneficiar de ellas.
Y así seguimos, otra semana más, rodeados de chapuzas. Entre el Plan (no confundamos con el de Fernando Alonso aunque haya gasolina de por medio) y los trenones de Feve, nos dejan un traje precioso para vestir al emperador desnudo: esa Asturias – y por alcance, Gijón – que todavía se ve grandona mientras se ríen de nosotros.