Los vecinos del Lauredal, en pie de guerra por los efectos de la contaminación en el barrio
Viven en la zona más contaminada de España. Lo avalan las mediciones de la calidad del aire y lo sufren cada día en la calle y en sus casas. El polvo de mineral, a veces negro, a veces granate o una mezcla de los dos, lo cubre todo tiñendo las fachadas de los edificios, se deposita en las ventanas y se mete dentro de las casas. Cubre las aceras, atasca las tuberías y los desagües de los edificios y oxida la pintura de los coches aparcados en la calle. Y lo peor de todo: está en el aire que respiran. Una atmósfera que se masca y que produce picor de ojos, irritación en la piel y otros daños menos perceptible a simple vista: enfermedades respiratorias y circulatorias.
El Lauredal es la zona donde la huella de la contaminación es más visible, por su ubicación en el centro de un triángulo formado por el Puerto del Musel, la térmica de Aboño, la factoría de Arcelor Mittal, la fábrica de Cementos de Tudela Veguín y la confluencia de tres corrientes de vientos que atraen tanto las partículas de origen portuario como las de Arcelor y Aboño. Extensible al resto de la zona oeste de Gijón, los vecinos de La Calzada, Jove, Portuarios, Pescadores y El Muselín son conscientes de que a medio o largo plazo, acabarán pagando con su salud las consecuencias del que consideran “permanente incumplimiento de la normativa” por parte de las industrias que les rodean y por otro, la “inacción de las administraciones”. La semana pasada estuvieron activados los protocolos anticontaminación del Principado y el de Gijón, éste durante once días seguidos. La lluvia que ha limpiado “momentáneamente” la atmósfera no ha conseguido calmar los ánimos de los vecinos que, constituidos en plataforma, recuerdan que este no es un problema exclusivo de la zona oeste sino de todo Gijón y se preguntan: «¿Cuántos años de vida nos está quitando la contaminación?».
“Aquí no se puede vivir”
Por su ubicación y las direcciones de los vientos que confluyen en él, el Lauredal es el epicentro de la contaminación en la zona oeste de Gijón. Aquí se juntan las partículas tipo PM10 ligadas a la industria y las actividades portuarias y las NO2 generadas por el intenso tráfico de camiones pesados que transporta mercancías al puerto del Musel a través del cruce de Cuatro Caminos. En total, están identificadas 24 actividades potencialmente contaminantes en un radio de cinco kilómetros. 17 están en El Musel y tras ellas, las que más emisiones producen son Arcelor, la térmica de Aboño y la fábrica de cementos de Tudela Veguín.
“El polvo de mineral está por todas partes: en las aceras de la calle, sobre los coches, la fachada de los edificios, los cristales, las ventanas y el interior de las casas, cuenta Carlos Árias Cancio, presidente de la asociación de vecinos “Alfonso Camín” de La Calzada, y vecino del Lauredal. “No se puede dejar el coche aparcado en la calle porque el polvo que se deposita sobre la carrocería, va oxidando y penetrando en la pintura produciendo un efecto lija que acaba por destrozar la chapa”, añade. Según cuentan los vecinos, durante las últimas horas del día y la noche, es cuando más “descargan”. Y también “cuando más huele”, relata José Luis Rodríguez Peón, vecino de Pescadores. Desde las ventanas de las casas de este barrio, el “paisaje” son las montañas de carbón almacenadas en el puerto del Musel y los depósitos de combustibles y graneles. “A veces el aire es irrespirable. Hace unos días saqué el perro de noche y tuve que poner un pañuelo en la boca porque no podía respirar”
El desánimo ha cundido entre los vecinos, que reconocen que “hay un descreimiento total de que esto va a mejorar”, asegura Árias. “El peso económico de las industrias juega en nuestra contra pero las administraciones tienen que hacerles cumplir la ley”. Unánimemente, todos los vecinos consultados coinciden en asegurar que “no se trata de ir contra la industria, sino de que se cumpla la ley” y también en que “ hay mucho miedo a meterse con Mittal pero lo que no es aceptable es aceptar la presión de que si se les sanciona, amenacen con cerrar o despedir trabajadores”, afirma Rodríguez Peón. ”Al Ayuntamiento y el Principado les preguntaría: ¿Cuántos puestos de trabajo vale mi salud?”
“No podemos esperar más, ya no lo aguantamos. Nos están matando”
Luisa Suárez vive y regenta una sidrería en el Lauredal. “Soy asmática y de un tiempo llevo notando que ha ido a peor. En casa ya no podemos ni ventilar”, cuenta. “Llevo aquí 34 años y lo que primero era mineral del parque de carbones, ahora no sé qué es. Últimamente hay un polvillo blanco que se queda pegado en el el tejado y la terraza y no hay quien lo quite”. Y no solo eso: las placas solares de los edificios están funcionando al 50% al estar cubiertas por el polvo de mineral, las tuberías y los desagües se atascan y los motores de las ventanillas de los coches, se traban. Y todo esto va a más y que nadie dice nada”, lamenta.
A los problemas de vivir aquí, también se suman los de mantener limpio su establecimiento. “Mantener el negocio limpio es un drama. Baldeamos todas las mañanas la terraza y durante el día estamos limpiando continuamente. Calculo que gastamos más de 100 litros a la semana de lejía. Al poco de limpiar, ya vuelve a estar negro”, explica. “Ya hubo gente que se fue porque vivir aquí es imposible. Vivimos en el Chernóbil habitado de España”.
Tras once días activado, la lluvia permitió limpiar la atmósfera y desactivar el nivel 1 del protocolo anticontaminación del Ayuntamiento de Gijón. Para Xurde Lains, portavoz de la Plataforma vecinal del Lauredal, “al Ayuntamiento le cuesta activar el protocolo porque es reconocer que algo está mal. Cuando vengan tres días de buen tiempo nos vuelve a invadir la contaminación”, lamenta. La Plataforma ya está preparando movilizaciones, entre ellas, la cuelga de telas negras de las ventanas para denunciar el abandono que sufren. “Parece que la contaminación solo nos afecta a nosotros. Si estuvieran sufriendo esto en el centro, seguro que ya habrían hecho algo”.