El joven ferrolano fue asesinado por un terrorista yihadista en el puente de Londres el 3 de junio de 2017, a los 39 años, mientras defendía con su monopatín a una joven francesa
«No todos los héroes llevan capa… Algunos van en patinete». Esa críptica frase, quizá jocosa para quien desconozca su dramático trasfondo, esconde, sin embargo, una trágica verdad: a veces, basta sólo una buena dosis de valor, un carácter bien templado y, sí, una simple tabla de skateboard para cambiar el rumbo de la historia. El 3 de junio de 2017, durante los atentados yihadistas perpetrados en el puente de Londres, el skater ferrolano Ignacio Echeverría Miralles de Imperial (1978-2017) lo demostró, protegiendo de los ataques a una ciudadana francesa. Y lo pagó con su vida. Por ello esa frase, inscrita bajo el patinete que se exhibe en el Centro Memorial de Víctimas del Terrorismo de Vitoria, hace todos los honores al que hoy es conocido como el ‘héroe del monopatín’. Y también por eso su nombre será el que bautice el skatepark de Cimavilla, después de que el Pleno de Gijón aprobase el pasado miércoles la enmienda del PP a la propuesta de mejora de los tres equipamientos de esa clase, presentada por Izquierda Unida e igualmente aceptada. No obstante, en la ciudad aún abundan quienes se hacen una pregunta… ¿Quién Fue Ignacio Echevarría?
Nacido en la localidad coruñesa de Ferrol, en una familia de profundas convicciones católicas, Echeverría pasó su primera infancia en el municipio gallego de Puentes de García Rodríguez, primera parada de un periplo que, a los nueve años, les llevó a él y a sus padres a instalarse en Madrid. En la capital española, además de completar sus estudios y de licenciarse en Derecho por la Universidad Complutense y La Sorbona francesa, potenció su ya temprana afición por el skateboarding, su deporte predilecto, aunque no el único que practicaba. Su inquietud atlética le motivó a tantear también el surf, el golf y el squash, ninguno de los cuales, eso sí, pudo eclipsar su pasión por el monopatín. Con todo, la suerte no parecía sonreírle en el plano profesional; tras varios trabajos en entidades bancarias, y aprovechando un periodo de desempleo, optó por hacer las maletas y probar fortuna en Londres, donde no tardó en ser contratado como analista por la entidad bancaria HSBC Holdings.
Cuatro días desaparecido
Fue allí, en la capital del Reino Unido, donde le sorprendió el atentado del 3 de junio de 2017. Alrededor de las diez de la noche los atacantes, identificados como el británico de origen pakistaní Khuram Shazad Butt, el italomarroquí Yusef Zaghba y Rachid Redouane, este último de ascendencia marroquí y libia, penetraron en el puente de Londres a bordo de una furgoneta Renault Master alquilada ese mismo día, subieron con ella a la cera hasta tres veces y cargaron contra los peatones, atropellando a cuantos se interpusieron en su camino. El vehículo no tardó en estrellarse contra los bolardos de la Borough High Street. Entonces sus ocupantes, que se habían armado con cuchillos de cocina atados a sus muñecas, descendieron y, al grito de «Esto es por Alá», pasaron a apuñalar a los transeúntes. Su asalto se concentró en Green Dragon Court y en las inmediaciones del pub Boro Bistro, donde acabaron con cinco personas, mientras dos agentes de la Policía Metropolitana londinense que estaban fuera de servicio intentaban reducirlos.
Aunque los registros de lo ocurrido son aún un tanto confusos, parece que fue en ese punto cuando Echeverría intervino. Al ver a uno de los terroristas, presuntamente Zaghba, apuñalando a una joven, el skater tomó el monopatín que llevaba en su mochila y la emprendió a golpes contra el criminal. Gracias a ello pudo salvar la vida de la mujer, aunque al más alto coste imaginable. El ferrolano caía muerto poco después, ante el establecimiento hostelero Lobos Meat and Tapas; ni los esfuerzos policiales, ni los clientes que arrojaron sillas y botellas a los atacantes, impidieron el fatal desenlace. Echeverría recibió dos cuchilladas en la espalda, las mismas que lo mataron. Aun así, figuró como desaparecido durante los siguientes cuatro días; no fue hasta el 7 de junio, tras denodados esfuerzos por parte de sus familiares, amigos y del personal diplomático español en Londres, cuando se confirmó que se encontraba entre los ocho civiles asesinados. Por su parte, los tres terroristas fueron abatidos.
El cadáver llegó a España el 10 de junio. El entonces presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, acompañado por su ministra de Defensa, María Dolores de Cospedal, encabezaron la recepción oficial en la base aérea de Torrejón de Ardoz, que se hizo con todos los honores. A título póstumo, le fue otorgada la Gran Cruz de la Orden del Mérito Civil, y fue enterrado el día 11 en el cementerio de Las Rozas. Desde entonces, se han sucedido los homenajes. El cantautor Joaquín Sabina le dedicó una canción; el escritor José Gabriel Risco Pablos, un poema, y tanto sus familiares como la Archidiócesis de Madrid emprendieron una cruzada para que fuese designado santo. En cuanto a la escena municipal, en Alicante y en Zaragoza dos skateparks ya llevan su nombre.
Una lista a la que, muy pronto, se sumará Gijón, rindiendo un más que merecido tributo al ‘héroe del monopatín’.