Efectivos de la Policía Nacional han procedido este lunes a evacuar a la última persona que quedaba en el interior; la abogada del propietario asegura que el inmueble «está destrozado», y los vecinos relatan que «había pilas de basura de un metro»
A bordo de varias ‘lecheras’, con sus rostros cubiertos, equipados con defensas, cascos y escudos antidisturbios… Así, como si fuesen a intentar apaciguar a una multitud descontrolada, es como se han personado esta mañana los agentes de la Unidad de Prevención y Reacción (UPR) de la Policía Nacional que, apoyados por compañeros de la Local de Gijón, han consumado el desalojo del edificio ‘okupado’ en el número diecinueve de la calle Aguado, en el barrio de La Arena. La suya ha sido una intervención llamativa por su espectacularidad para vecinos y transeúntes, aunque operativamente limpia, pese a la suciedad reinante en el bloque. Y es que, tal como ha explicado la abogada del propietario, Susana Pérez, a lo largo del fin de semana la mayoría de las personas que todavía se hallaban en el inmueble lo habían ido abandonando, quedando hoy un único individuo, que se ha retirado del lugar sin oponer resistencia. Se espera que, a lo largo de los próximos días, las autoridades realicen distintas indagaciones en las diferentes plantas, antes de desbloquear la más que probable reforma y posterior reutilización del bloque.
Incluso horas después de finalizar el operativo policial, el destartalo portal, ahora bloqueado con una puerta metálica cerrada mediante un gran candado, sigue llamando la atención de los lugareños. «Metía miedo; sólo hay que ver cómo pinta todo…«, señalaba este mediodía una vecina del edificio colindante, señalando las ventanas que dan a la calle Aguado, todas abiertas y a través de las que era posible ver una variopinta colección de restos de sábanas, piezas de tela y otros útiles para ocultarlo al exterior. A escasos metros, otra habitante de la misma arteria que, como la anterior, prefiere preservar su anonimato relataba que «han sido dos años, los que lleva ‘okupado’ el piso, con problemas constantes y sin poder abrir las ventanas; por todas partes había ‘mosquitines’ y otros bichos«. Su acompañante, igualmente discreto en cuanto a que se publique su nombre y rostro, ahondaba en los detalles escabrosos, al relatar que «había pilas de basura de un metro, y entraban unos olores desde los patios… Hará cosa de un mes el Ayuntamiento amenazó con imponer una multa de 1.500 euros si todo eso no se limpiaba, y alguien debió de pagarla, porque la porquería sigue ahí».
Esas percepciones particulares están lejos de resultar desacertadas. La mencionada Pérez ha confirmado que el interior del edificio, dividido en una decena de viviendas, «está totalmente destrozado«, balance que se suma a la convicción del dueño de que, a nivel económico, y dada la especial situación de sus últimos moradores, «no va a poder recuperar nada«, por lo que no se plantea iniciar un proceso de reclamación en firme. Ni siquiera ha sido posible concretar a qué se dedicará el bloque, que hasta su ‘okupación’, hace ahora dos años, era alquilado por viviendas. «No hay nada claro«, se ha limitado a compartir la letrada, satisfecha, eso sí, de que el mandato judicial que ordenaba el desalojo haya medrado y, en consecuencia, puesto fin a los problemas de convivencia y salubridad que se generaban en el lugar. Y, a la espera de que se decida el futuro de la construcción, no conviene olvidar que el barrio de La Arena, en el que se encuentra la calle Aguado, es uno de los referentes de la proliferación de viviendas para uso vacacional en Gijón, condición que podría ser aprovechada ahora que la moratoria municipal que bloqueada la concesión de nuevas licencias ha expirado.