Lo bueno o lo malo de los ricos es que viven asustados con el fantasma de la libertad y no se enteran o no quieren enterarse de los problemas de los pobres que viven asustados con el fantasma de la hipoteca o del desahucio
Un informe del INE asegura que somos igual de pobres que cuando la Gran Recesión. Como diría Quevedo, «miré los muros de la patria mía» y solo encontré pobres, pastoreando su miseria. Los pobres son la otra pandemia de los ricos. Ellos fingen, como con el virus, que no hay pobres, con su perverso encanto estival hacia la vida, ese perverso y dulce encanto de la burguesía, pero lo cierto es que se nos está quedando un país de pobres, que acabarán adornando nuestra mesa, como en el Plácido de Berlanga.
Dice el INE que más de tres millones de españoles vive en situación de pobreza severa, el 7% de los españoles, y que lo mismo sucede con la gente que no es capaz de llegar a final de mes. A veces uno echa en falta que el gobierno diga lo mismo que López Obrador en Mexico o PIT el otro día en nuestra entrevista: lo primero son los pobres. Lo bueno o lo malo de los ricos es que viven asustados con el fantasma de la libertad y no se enteran o no quieren enterarse de los problemas de los pobres que viven asustados con el fantasma de la hipoteca o del desahucio. Quiere decirse que lo ignoran, entre concierto y concierto, entre raya de coca y raya de coca, hasta que un día descubren al hijo muerto y se monta la gran tragedia de Buñuel.
Esta columna conoce la poética de los números rojos, ese vértigo de no llegar a final de mes, la esquizoide manera de explicar que con lo que ingresas no alcanza para cubrir lo que gastas. Como no podemos concentrar a todos los pobres en un mismo lugar, estamos repartidos por barrios y comunidades, democráticamente distribuidos por todo el país. Cada vecino tiene su pobre, como una mascota, como un canario, asomado al alfeizar de la ventana, viendo pasar las nubes, con el corazón seco y roto. Lo bueno de los pobres es que somos un pilar moralizador de primer orden, casi tanto como el de las ratas. La fábula del pobre siempre ha dado mucho juego. Los pobres somos la moral andante y rumiante. Un principio ético del Universo protestante regido por el viejo adaggio de tanto tienes, tanto vales. Estaba tan claro que no lo quisimos comprender,
Todo el mal de este país, toda la corrupción, 120.000 millones de euros, toda la literatura, todo el sexo y todo el amor, querido y desocupado lector, estaban necesitando la paradójica metáfora de los pobres, esa alegoría insólita, ya digo, porque en el fondo, nadie quiere reconocer que lo es, y parece que en este país no hay un sólo pobre. Gracias a los pobres y, sobre todo, gracias al INE, España es un país con su miseria, vivida y sentida como su conciencia, su culpa, su secreto, su enfermedad y su muerte. Cuando acabemos con los pobres, creeremos que hemos acabado con la corrupción. Por eso, a lo pobres, mejor no tocarlos.