Dos historias de superación. Dos historias reales, como la vida misma, que nos enseñan a no tirar la toalla nunca y a adaptarse a las circunstancias
Había ganas y muchas de festejar una espicha de recuperación. Un encuentro después de meses de llamadas y reuniones a cuatro o seis, lo permitido en cuanto la pandemia fue remitiendo. Pero el del otro día, fue un “fiestón” como los de antes, con comida, sidra, baile, cánticos y risas.
Hablamos de los emigrantes en Asturias del Centro Asturiano de Caracas. De esos hijos, de padres de aquí, que crecieron juntos en torno a ese recinto lejano, pero con corazón asturiano.
Como cuenta María Belén Ordoñez Madera: “Tuvimos que volver porque en Venezuela no se podía vivir desde que entró hace unos diez años el Régimen”, confesaba apenada.
Al igual que ella, los casi ochenta amigos de ese añorado trocito asturiano de Caracas, decidieron dejar su vida caribeña y cruzar nuevamente el Atlántico para encontrar tranquilidad y seguridad, aquí en su ciudad natal, en Gijón.
Y de alguna manera, la vida del siguiente protagonista tiene un poco de similitud.
Parado de larga duración, Emilio Cases no se quedó quieto ante la adversidad de la inactividad laboral y comenzó a explorar nuevas actividades. Y el empezar de cero le llevó a lo que desde hoy se puede ver en la sala de exposiciones de la Caja Rural de Gijón, una exposición de acuarelas y pajaritas de metal.
Y aunque parezca que sus obras no tengan nada que ver unas con otras, la cuestión es que están perfectamente conectadas.
Cases empezó con el maestro del papel Juan Barbé para más tarde unirse a un par de amigos y montar un taller no profesional y hacer papel.
“Tenía tanto material que Susana, mi mujer, me comentó un día que cómo no me ponía a pintar y así utilizar la ingente cantidad de láminas acumuladas”, cuenta Cases entre risas. Y dicho y hecho, se puso a pintar acuarela después de realizar un curso en la Universidad Popular.
En cuanto a las pajaritas, todo empezó hace años con su regreso a Gijón. “De pequeño las hacía, pero no recordaba realmente cómo se terminaban”, apunta. “Le pregunté a mí madre y ella fue la que me refrescó la memoria…”, prosigue. “Una vez dobladas tienes que darles un giro”, le contestó Margarita García, su madre.
Pero la cosa no quedó ahí, el destino quiso que el Ayuntamiento de Gijón ideara un programa senior para formar soldadores en la Fundación Metal, dirigido a diferentes personas que nada tuvieran que ver con esa labor. Su profesor Álvaro García, le enseñó todo lo que sabe sobre los secretos del caldo de soldadura. Precisamente fue en la Fundación donde hizo su primera pajarita de metal.
Su exposición “Evolución de una historia” que consta de 33 acuarelas pintadas en papel hecho a mano, así como 15 esculturas (pajaritas) realizadas en hierro, se podrá ver en la Sala de Caja Rural de Gijón, (C/ Infancia 10, bajo) hasta el 27 de este mes.
Dos historias de superación. Dos historias reales, como la vida misma, que nos enseñan a no tirar la toalla nunca y a adaptarse a las circunstancias, a las que sean.