“Mi último trabajo nace de la catástrofe de Notre-Dame y continúa con la pandemia”
Marcos Tamargo, artista gijonés
(foto: Sergio Vega)
Marcos Tamargo (Gijón, 1982) es el ejemplo de hombre hecho a sí mismo. Trabajador incansable y actual embajador de la empresa ‘Winsor & Newton’ en España, estudió una carrera que no le convencía para acabar consiguiendo su sueño. Todos los caminos llevan a Roma. Pese a que ha triunfado en medio mundo y por sus pinceles han pasado infinidad de personalidades, este gijonés de 38 años no se olvida de dónde están sus orígenes ni todos aquellos que le ayudaron.
Precursor de la técnica ‘move-art’, nos recibe sonriente a las puertas de la Galería Cornión donde expone hasta el 31 de octubre. Ha vuelto a casa después de más de seis años sin exponer y está como un niño con zapatos nuevos. Al final de la crisis sanitaria le esperan varios proyectos pero los próximos minutos, con dos sillas blancas de por medio, los destina a una buena conversación alrededor de 300 metros cuadrados que dan soporte a 37 de sus obras.
¿Cómo acaba un diplomado en empresariales siendo artista?
Yo había pintado toda la vida con pintores asturianos que no salieron al mercado pero de los cuales sí aprendí mucho. Lo que pasa es que mis padres, lógicamente, querían que tuviera una carrera y todos sabemos la opinión que hay de los artistas. Tenía muy claro que quería ser pintor y cuando me quedaba menos de un año para acabar la carrera, mi familia hizo un trato conmigo. Si terminaba me ayudaban a estudiar arte donde yo quisiera. Entonces saqué más asignaturas en seis meses que en todos los años anteriores (risas).
Es más, el otro día en la inauguración estuvo mi profesora de matemática financiera que fue la última asignatura de la carrera que saqué. Luego me fui a Nueva York aunque a los tres meses el dinero se me había acabado. Podía haber pedido ayuda en casa pero pensé que era mi propia aventura y me puse a buscar empleo. Estuve trabajando desde ayudante de camarero hasta vendedor de dibujos. Decía Picasso que unos venden lo que pintan y otros pintan lo que venden. Yo era de los segundos, pintaba cosas mas comerciales como rascacielos porque así sacaba algo de dinero. Ahora, afortunadamente, estoy al otro lado.
«Nunca pensé que mi primera exposición fuera en un restaurante, pero por algo había que empezar»
«¿Ejemplo del sueño americano? Para mí hay un antes y un después de mi llegada a Nueva York«
Con ese acuerdo con sus padres ¿qué aprendieron ellos de usted?
Todavía sigo aprendiendo yo pero sí es verdad que ellos no eran del ámbito artístico. Mi padre es ingeniero y tiene academias de oposiciones de enseñanza. Era más reacio pero cuando empezó a ver que lo que hacía se vendía empezó a confiar un poco más en mi. Se les abrió otra ventana al mundo y ahora son mis mayores fans.
Acaba la carrera y salta el charco. Esa llegada a la Gran Manzana…
Fue muy duro. Es algo paradójico porque Nueva York es la ciudad de la luz, de la vida, del movimiento y mis primeras obras fueron muy oscuras. Primero entré en la School of Visual Arts pero realmente donde quería estudiar era en la Art Students League. En ese momento trabajaba en un restaurante griego en la primera avenida, enfrente de la ONU y el manager me dijo que colgara un par de cuadros y si se vendían una comisión era para él y todos contentos. Nunca pensé que mi primera exposición fuera en un restaurante pero por algo había que empezar. Al tiempo fue un profesor de la propia Art Students League, vio los cuadros y me animó a entrar en la escuela. Ya lo había intentado antes pero no había podido por el visado. Es una escuela especializada en desnudo y retrato por la que pasaron Roy Lichtenstein o Jackson Pollock y estuve formándome con pintores impresionistas, realistas…
«Llegué a coger una intoxicación por respirar pintura»
Cuando llevaba un tiempo decidí buscar mi propio camino y mi propia personalidad, es decir, el desnudo estaba bien pero lo que me gustaba era la pintura matérica, más tirando a la abstracción. Un día me fui a Chinatown y compré varios metros de tela. Al día siguiente tenía clase y cuando llegué, le di la espalda a la modelo y me puse a pintar grúas petrolíferas. Esa obra acabo siendo seleccionada por la Escuela y ahí fue el impasse. Dejé el centro, empecé a vender alguna obra y a trabajar con una galería de Nueva York. Las cosas comenzaron a ir algo mejor y alquilé un estudio porque hasta entonces pintaba en el mismo sitio donde dormía, en un sótano. De hecho, llegué a coger una intoxicación por respirar pintura.
¿Es el ejemplo del sueño americano?
Es demasiado decir pero es verdad que hay un antes y un después de mi llegada a Nueva York. Allí lo que tienes es que o entras en la rueda de la competencia o te vas. Decidí meterme y no me arrepiento pero cuando vuelvo pienso: ¿qué hice yo aquí tanto tiempo?. Todo lo que que hago o lo que soy se debe en gran parte a mi paso por Nueva York.
Entre las cosas que hizo está vender paraguas en el metro ¿no?
(Risas) Tenía una tarjeta de un banco español pero un día perdí la cartera y no tenía dinero. Me quedaban 70 dólares y llovía a mares. Salí de la boca del metro y había un chico vendiendo paraguas a siete dólares. Le dije que le compraba todos los que tenía con el dinero que me quedaba. Después me fui a la parada de enfrente y los vendí por el doble para sacar algo de dinero. A los tres días me llegó la tarjeta de España. Las vivencias de Nueva York las veo desde una seguridad porque, aunque nunca lo hice, sabía que podía llamar a casa y pedir ayuda. Recuerdo cuando mi madre vino a verme al año de estar allí y lloraba porque el sitio le parecía una mierda. Lo que pasa es que a lo que iba era a pintar y tenía un estudio muchísimo mejor que la casa. Me pasaba allí casi todo el día.
De Nueva York se fue a Miami…
Es una ciudad más amable. Además de tener familia que juega a favor, gran parte de la gente que está es en periodo vacacional, el clima, el carácter es más latino y luego es el punto de encuentro para el paso a Sudamérica y Estados Unidos que son los dos frentes que más abordo. Las galerías, las ferias de arte importantes están allí, diría que artísticamente hablando tiene más peso Miami que Nueva York. Tengo un estudio en un complejo universitario y me siento más cómodo.
Precisamente allí le cogió el coronavirus.
Tenía un vuelo de vuelta a España para un mes más tarde pero hablé con mi familia porque las cosas se estaban complicando y decidí llamar a Iberia. Me dijeron que el último vuelo de repatriación salía al día siguiente. Fue un poco locura porque tuve que recoger el estudio, la casa, alquilarme un coche pero me volví. Después leí que Florida tenía más casos que toda Europa. Al final pasé el confinamiento en casa y no me arrepiento porque no hay mejor lugar que con los tuyos.
“El único lugar en el mundo donde todo lo que hacía me servía era Kenia”
En los cuadros que tiene expuestos en la Galería Cornión también hay influencia de Kenia. Un país que le ha marcado en su carrera…
Creo que mucho en la causalidades y no en las casualidades. A veces proyecto cosas y se cumplen para bien o para mal. África es un lugar al que siempre quise ir, me llamaba desde que siendo pequeño mi tía me dijo una vez que me llevaría de safari. Estaba en una feria de arte y pasó por allí Katherine Lieman, una coleccionista de arte africano-francesa que vive entre Toulouse, Madrid y Mombasa. Vio mis obras, le gustaron e hicimos una muy buena amistad que todavía hoy conservamos. Me dio la oportunidad de ir a Kenia, a su casa.
Era increíble y al lado tenían una nave donde pintaba, fue muy inspirador. Normalmente de cada obra que saco a la luz, elimino cuatro o cinco piezas y el único sitio donde todo lo que hacía me servía era Kenia. Mi idea es volver en cuanto pase la pandemia porque siempre va a estar un sitio especial. Estaba en la costa, en Mtwapa que lo conocen como ‘Las Vegas’ de Kenia. Es una zona totalmente desastrosa pero hay una parte donde se encuentra la gente de mejor posición social. Es un país que tiene mucho que dar.
Katherine Lieman que, además, está casada con un diplomático con conexiones españolas.
Con el Cónsul Honorario de España en Mombasa, Sergio Lieman. Quedé muy sorprendido porque son un matrimonio con una muy buena posición social. Me abrieron las puertas de su casa e hice de todo. Al final los pintores somos comunicadores y cuanto más veas, más viajes o más experiencias tengas, más tienes que contar. Tenía una playa justo delante de casa y un paisaje espectacular, era mágico. Además me hice muy amigo de un keniata, Lennox Kipondah, con el que aprendí mucho de la cultura del lugar.
¿En qué momento de su carrera llega la técnica de la ‘luz negra’?
Llevo muchos años aunque la he ido perfeccionando con el tiempo. Me acuerdo que el primer encargo que recibí del ayuntamiento de Oviedo para hacer los retratos de los Premios Príncipe de Asturias fue el 2010. Es una parte más de mi trabajo que me gusta mucho. El ‘move-art’ no deja a nadie indiferente porque al final es un arte en movimiento: dos piezas que cambian, una que ves con luz normal y otra que ves en la oscuridad.
Una década de su incursión en los Premios Princesa.
Fue un contacto con el ayuntamiento. Conocían la técnica, les gustó y contaba con el visto bueno del Fundación Princesa de Asturias. Pasaron casi todos los premiados a ver la exposición. Algunos tienen la obra que les hice y otros las donaban a entidades sociales. Hacer los Premios durante cinco años fue muy bonito. Empaparte de temas que no controlas tanto, lees cosas de ellos, informarte… Cada obra me llevaba muchísimo tiempo. Desde que salía el primer premiado empezaba a pintarlos y acababa una semana antes de la cita.
“Hacer los Premios Princesa durante cinco años fue muy bonito. Saskia Sassen, (Ciencias Sociales, 2013) lloró cuando vio su cuadro”
Cuénteme algunos de los que han pasado por sus pinceles.
El último año en los Premios, era el primero de la heredera. Hice cuatro retratos de Felipe VI, uno de ellos está en el Palacio de la Zarzuela, y otro de la princesa Leonor. Recuerdo por ejemplo a Saskia Sassen, Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales en 2013, que se emocionó mucho cuando vio el trabajo. También me impactó Frank Gehry, Premio Príncipe de Asturias de las Artes 2014. Me dejó un mensaje de ánimo y enhorabuena en un libro de firmas que tengo.
¿Qué dice el cuadro de Leonor?
Con luz normal representé la bandera de Asturias y luego había un muro que simbolizaba que los Premios Princesa cada vez están más consolidados, con más reconocimiento mundial y una institución fuerte. Por debajo estaba el retrato de la heredera.
¿Es diferente pintar a una niña?
Los niños es lo que más me gusta pintar porque son las expresiones más naturales. Normalmente es a través de una foto, la imprimo y me pongo a trabajar porque, de lo contrario, el posado es muy pesado.
Una técnica que se ha colado en los Nobel.
Desde hace algo más de un año contactamos Rocaviva Eventos, empresa que se encarga de organizar la exposición ‘Mujeres Nobel’, y yo. Es una exposición itinerante por todo el mundo que está patrocinada por el Nobel Museum, Nobel Institute, la Unión Europea, Mujeres por África, distintas embajadas… Son más de 600 metros cuadrados de manuscritos, enseres personales de galardonadas… Por ejemplo, una reproducción real del laboratorio de Marie Curie. Hay una parte de la exposición que son los cuadros de las mujeres Nobel. Hasta ahora he hecho a Alfred Nobel, el creador y único hombre en la muestra, Marie Curie y Wangari Maathai. La exposición desde que yo llegué se ha expuesto en el Museo Nobel, en el Congreso de los Diputados y en Canarias. Para el de Marie Curie fuimos a París y estuvimos en casa de Pierre y Héléne, sus nietos que ya tienen 88 y 92 años. Fue muy especial porque estamos hablando de la única familia que tiene cinco Premios Nobel. Más que hablar, escuchas. Lo que hago con luz normal es intentar plasmar lo que el premiado hizo en vida y con luz negra aparece el retrato. En el caso de Marie Curie, con luz normal lleva una vid con la quiero representar su fortaleza y de ahí sale un rosal; es una parte del último que planto en vida y que me dio la familia. A ella la represento como una mujer vestida de negro.
Marcos Tamargo: «Hay dos pilares que hacen avanzar a las sociedades. El primero es la ciencia y el segundo es la cultura»
¿La ‘luz negra’ es un nicho de mercado?
Tiene muy buena salida aunque la creación de cada obra puede llevarme desde una semana hasta un año. Siempre trabajo con un cuadro y si canso de él, paso a otro porque obcecarse con una pieza no es bueno. Lo que hago es abstracto figuración matérica. Eso es un plus más a mi pintura. Tiene muchísimo recorrido y es muy efectista. Hay varios famosos que tiene obra de ‘luz negra’. Ver dos piezas sobre el mismo soporte es algo a lo que el ojo no está acostumbrado y es casi una pintura tecnológica.
¿El arte es el gran damnificado de la pandemia por verlo como algo menor?
Aunque parezca una obviedad, los grandes damnificados son las personas que han perdido a alguien. Si vamos al ámbito laboral, el arte o la cultura en general es un sector muy castigado. Hay dos pilares que hacen avanzar a las sociedades. El primero es la ciencia y el segundo es la cultura. En España las dos patas cojean bastante y en lo referente al arte, el golpe ha sido fuerte. Precisamente mi última serie trata de eso, de cómo la cultura siempre es golpeada pero resurge como el Ave Fénix. Nace de la catástrofe de Notre-Dame y continúa con la pandemia. A mí egoístamente me vino muy bien el coronavirus porque me pude encerrar a crear sin ninguna distracción
Continúa la entrevista: “En Gijón se aprecia más el arte y el público tiene más variedad que en otras ciudades del mismo tamañ”, Marcos Tamargo
Josu Alonso es colaborador de miGijón y periodista de Cadena SER Gijón
Lo materico tiene alma y tu pintura rebosa emoción no hace falta hacer desnudos ni retratos con modelos lo importante es sentir y hacer lo que tú corazón te dicte.felicidades!