Agradecido, como todas las Hermandades y Cofradías, del apoyo que el Ayuntamiento está dando a la festividad este año, reflexiona sobre el impacto de la celebración religiosa en la ciudad, y sobre el momento que vive la fe local

‘Expectación’. Ese es el término que mejor define el ánimo que estos días embarga a Alejandro Vallaure Alonso y a sus casi cien compañeros de la Ilustre Cofradía del Santo Sepulcro. Expectación por el tiempo que imperará en la Semana Santa que ya ha comenzado, por la respuesta de los vecinos a una festividad todavía no totalmente asentada en Gijón, por la escasez de un relevo generacional que garantice su supervivencia en la ciudad… Y, aun así, el ánimo es bueno, muy bueno. A las puertas de la cita anual de los cristianos por antonomasia, cuando «la Iglesia sale y llena las calles», Vallaure comparte el júbilo de sus homólogos Juan Antonio Rodríguez-Pládano, al frente de la Hermandad de la Santa Vera Cruz, e Ignacio Alvargonzález, Hermano Mayor de la Santa Misericordia, por la mayor implicación del Ayuntamiento en la potenciación de unos festejos que, año tras año, ganan adeptos dentro y fuera de las fronteras del municipio.
«Ahora estamos felices porque tenemos un equipo de Gobierno que es sensible a esto, que ve el beneficio que puede traer el que haya procesiones que sean vistosas, bonitas… Con el anterior tuve miedo que dijesen que la calle no es para cuestiones religiosas, y que no nos diesen permiso«, admite, aliviado ante el fin de una época en la que, desde luego, ese temor no llegó a trasladarse a la realidad. Aun así, aclara, la alegría actual no parte de una razón pecuniaria. De hecho la del Santo Sepulcro, creada en abril de 1942, es la más pequeña de las agrupaciones locales, una característica que no le ha impedido llegar a ser «económicamente independiente; el apoyo del Consistorio no tiene nada que ver con el dinero. Pero saber que, después de varios Gobiernos que sólo nos toleraban, al actual podemos plantearle cosas, pedirle permiso para expandirnos un poco… En fin, creo que todos lo vamos a notar. Y para bien».
«Creo que llegará un día en que los jóvenes van a acercarse un poco más»

La que encabeza Vallaure no sólo es la más bisoña de las Cofradías y Hermandades gijonesas. También es la más pequeña, con sólo unos 90 miembros, aunque apoyados desde la segunda línea por un nutrido grupo de colaboradores, y con un elevado grado de implicación. Esta pequeña hueste de devotos, enriquecida recientemente con la incorporación de varios jóvenes, es titular de cuatro pasos: el ‘Santo Sepulcro’, gran protagonista del Viernes Santo; ‘La Soledad’, que cada mañana de la jornada siguiente recorre las calles de Cimavilla, y ‘La Resurrección’ y la ‘La Virgen de la Alegría’, claves de un domingo que no deja de ser «un día de júbilo por ese renacimiento, el más maravilloso que tenemos». Y los hechos recientes parecen confirmar el poder de atracción de tales efigies. «No sé si fue por el buen tiempo que hizo, pero en la última Semana Santa muchísima gente se animó a seguir los pasos. Es un aliciente para la ciudad».
En todo ello, tanto Vallaure como los suyos detectan pruebas de un cambio de paradigma que, como los buenos platos, se ha ido cocinando lentamente a lo largo del tiempo. «Cuando se recuperaron las procesiones, en 1995, aquí hubo cierto rechazo; incluso entre los clérigos», rememora el Cofrade Mayor del Santo Sepulcro. «Mucha gente entendió que esto lo hacíamos para disfrazarnos, que enlazábamos la Semana Santa con el Carnaval y con las fiestas de pueblo; y era una pena comprobar que en otras ciudades de Asturias había procesiones muy bonitas, mientras aquí no se acaba de comprender que lo vivíamos con devoción». Por fortuna, todo aquello ha quedado muy tamizado, y la esperanza ahora es que el recién logrado apoyo de la Administración local termine de dar el empujón definitivo a esta celebración. «Hemos visto claramente el respeto que nos tiene la gente, y creo que llegará un día en que los jóvenes van a acercarse un poco más, a ver la Semana Santa por dentro, a comprobar que somos gente normal… No podemos quedarnos atrás».