“¿Cómo es posible que con las neveras de nuestros locales llenos y el personal contratado para el fin de año, nos digan de repente que tenemos que volver a parar después de todo lo que hemos pasado?”
A unas horas de que este año cierre sus puertas, convendrán conmigo que aunque no ha hecho bueno a su infernal y letal predecesor, 2021 tampoco será recordado como el año en el que fuimos felices y comimos perdices. Se acaba este primer año después del inicio de la pandemia con una situación nada fácil, ni en lo sanitario, por obra y gracia de ómicron, ni en lo económico y social.
Y en este último paseo del año vuelvo a volcar en estas líneas, no solo mi opinión, sino la aportada por las personas con las que he hablado en los últimos días o compartido un tiempo tasado y embozado en mascarillas. 2021 se va con una tasa de contagios que estremece por su rapidez de expansión y con un Gobierno que reacciona tarde y mal. “¿Cómo es posible que con las neveras de nuestros locales llenos y el personal contratado para el fin de año, nos digan de repente que tenemos que volver a parar después de todo lo que hemos pasado?” Me lo decía hace unos días un hostelero gijonés que reflejaba en sus palabras una mezcla de enojo, perplejidad, enfado y resignación después de que el Gobierno de Asturias decretase el cierre del interior de los locales de ocio nocturno desde este martes y al menos durante un mes. ¿De verdad que es necesario volver a cargar las culpas sobre un sector machacado económicamente? ¿De verdad que tiene más riesgo tomarse una copa con mascarilla, aire renovado, medidores de CO2 y aforos limitados que mantener la celebración de eventos o permitir las concentraciones sociales que van a generar las cabalgatas del cinco de enero?
Otra de las preguntas que me han hecho estos días es sobre la vuelta del uso obligatorio de las mascarillas en espacios abiertos. Partiendo del hecho de que las mascarillas junto a la vacuna son dos salvoconductos sanitarios frente al virus, ¿es lógico su uso obligado en exterior y que en el interior de bares y restaurantes se obvie su utilización para poder consumir?
Y una más. ¿Alguien me puede explicar para qué sirve la exigencia del pasaporte COVID para acceder a determinadas actividades cuando los propietarios de los negocios ya han manifestado que ellos y ellas no tienen ninguna autoridad para exigir tal documentación? Se sigue improvisando y las consecuencias de decisiones poco pensadas tienen en estos momentos una trascendencia social y económica de primer grado.
Por si fuera poco, el aumento exprés de los contagios, cerraremos 2021 con el precio de la luz por las nubes y a la espera de el coste del gas nos de la puntilla en enero si antes no se remedia (y de momento no parece). Ya no es solo que en los hogares de la mayoría de familias de este país nos hayamos hecho expertos en saber cuáles son los tramos horarios aceptables para poder planchar, freir un huevo o pasar la aspiradora. La gravísima consecuencia de esta usura eléctrica a la que nos someten los productores, es que la repercusión insoportable sobre las empresas puede dejar en 2022 a cientos de trabajadores en la calle. Los contratos comprometidos a un precio competitivo no acaban de llegar a la gran industria y compañías como Arcelor o Asturiana de Zinc se verán obligadas a realizar más paradas de instalaciones, reducir su producción y acometer ajustes de personal por el precio de la luz. Un ejemplo, la planta de Asturiana de Zinc en Castrillón consume al año dos millones de megawatios de luz con los precios actuales, el coste de su consumo se dispara por encima de los 600 millones de euros, algo inasumible.
El director general de la Asociación de Empresas con Gran Consumo de Energía (Aege), Fernando Soto, me aseguraba hace unos días que de cara a 2022 sus asociados solo tienen cubierto el 10% del consumo eléctrico lo que les obligará a acudir al mercado a comprar la energía que necesitan, pero hacerlo a los precios actuales implicará en la mayoría de los casos incurrir en pérdidas. ¿Por qué en España no hay contratos a largo plazo como en el resto de Europa, sin ir más lejos en Portugal?
Nos estamos jugando mucho y en comunidades como Asturias y municipios como Gijón es imprescindible que las autoridades presionen como puedan para evitar que si 2021 no ha sido ni mucho menos un buen año, el que está a punto de llegar no confirme un auténtico desastre. Ver veremos.
Con esperanza de que de una vez por todas superemos la pandemia y de que podamos también pagar la luz, les deseo un feliz 2022 y que dejemos este año que se acaba al menos con las luces del árbol encendidas.