Los políticos han inclinado el peso de la política en el verbo, la textualidad, el símbolo y han dejado de lado los números. Gobiernan con adjetivos, con emociones
Ha dicho Barbón que el sistema sanitario y educativo actual es insostenible, que habrá que ir retirando los refuerzos que fueron contratados para afrontar la pandemia. Lo ha dicho sin preservativo, a calzón quitado, durante la comparecencia parlamentaria y allí todo el mundo se quedó pensativo y frío, quizá porque un socialista no se hubiera atrevido a decirlo antes con tanta franqueza.
Los últimos datos de desempleo publicados ayer demostraron que la reducción de las restricciones son la palanca de cambio para la recuperación del empleo. Quiere decirse que mientras haya recortes a la movilidad no tiene sentido desprenderse de los refuerzos hasta que la región vuelva al statu quo anterior a la pandemia. Aun así, Asturias afrontará otra recesión más que pondrá a prueba el sistema publico asturiano: educación, sanidad y servicios sociales.
Y es aquí donde se pone a prueba a un presidente, si estará a la altura de su antecesor, Javier Fernández, que supo proteger la inversión en gasto público sanitario y educativo durante la crisis de 2008. En la nueva época que se avecina, en este crepúsculo de la ideología convertido en cementerio de coches, he aquí que emerge la mirada conservadora del capitalista pragmático que nos introduce en el reino de lo inviable. No creo que tarden en responderle los viejos socialistas, esos que viven en socialista y reconocen inmediatamente la aritmética de las cosas, poniéndolo en práctica cada día.
Uno sigue confiando en el papel de los sindicatos, que han renovado a sus cargos, para hacer frente a un dolor innecesario. Habrá que reclamarles que tengan cierto control en las inversiones y en el presupuesto asturiano. Los que fueron necesarios durante la pandemia, lo siguen siendo también ahora. No puede ser que saquemos la chorra y vacilemos de administración pública hasta ayer y hoy se nos diga que todo aquello es inviable sin haber enseñado un sólo número. Los números son el jeroglífico de la política. Los políticos han inclinado el peso de la política en el verbo, la textualidad, el símbolo y han dejado de lado los números. Gobiernan con adjetivos, con emociones. Los números son el euramen. Ya va siendo hora de que se pongan encima de la mesa y sino, que se callen.