Por Urbano Rubio Arconada
En este periodo han recibiendo una financiación “extraordinaria” de unos 139.000 millones de euros para pagar a sus empleados y proveedores, un Himalaya de desigualdad en comparación con otras regiones como Madrid o Asturias
El relato del catalán emprendedor y sensato ha quedado atrás y ha sido sustituido por un prototipo de catalán privilegiado e insolidario, y Barcelona ha pasado de ser una ciudad moderna y cosmopolita a sucia e insegura. La decadencia es patente a pesar de haber sido históricamente privilegiada. En 1714, Barcelona era un pueblo de treinta mil personas, cuando la mayoría de las capitales de provincia la duplicaban en habitantes y riqueza. El comercio de Indias estaba monopolizado por los puertos del Reino de Castilla. Uno de los primeros Borbones cambió el destino de las mercancías y puso el puerto de Barcelona como destino de comercio de productos y de esclavos desde África. A finales de XVIII cuadriplicó la población y Cataluña emergió de la pobreza. El Reinado de España protegió la incipiente industria textil aplicando unos desorbitantes aranceles a los paños ingleses y flamencos. Incluso, se establecieron multas a quien llevara ropas extranjeras, para así favorecer la industria textil local. Eso originó que desde Europa aplicasen aranceles gravosos al trigo y lana. El resultado fue un empobrecimiento de Castila y un enriquecimiento de Cataluña. Las dos columnas sobre las que se sostenía el sistema económico colonial fueron la esclavitud y proteccionismo. En cuanto a la primera, recuérdese que la economía cubana descansaba en el cultivo del azúcar, el tabaco y el café, sectores cuya rentabilidad dependía en buena medida de la mano de obra barata y a ser posible esclava.
Por eso Barcelona fue la capital del esclavismo y el anti abolicionismo español durante todo el siglo XIX. En esos tiempos, nace el nacionalismo independentista catalán bajo la influencia interesada de la burguesía. Cataluña fue una región intensamente franquista, y por ello se comprende el extraordinario desarrollo de Cataluña durante el régimen del 18 de Julio. Cataluña fue, junto con las provincias vascas, la vencedora económica de la guerra. A la cabeza en renta per cápita, fueron, las principales receptoras de mano de obra de las demás provincias españolas gracias a su próspera industria. En los años 60 – dentro del plan de desarrollo- Cataluña capta la mitad de la industria con la factoría de SEAT a la cabeza y la red farmacéutica. Se estableció por decreto, establecer el monopolio de ferias, y catalanas fueron las primeras autopistas de España.
Desde el alba de la transición siguieron los privilegios. Los Juegos Olímpicos del 92, un estrado de eco universal, conseguido y sufragado como proyecto del Estado. En 1994, el gobierno de entonces, vendió barata a la gasera catalana Enagás el monopolio de facto de la red de transporte de gas en toda España. A la entrada en Europa, se dio prioridad a la implantación de empresas en Cataluña, eso permitió el desarrollo de ingente industria auxiliar. El Ministerio de Agricultura prohibió la ampliación de los viñedos extremeños y valencianos para conservar el monopolio de la fabricación de Cava catalán.
Hoy, Cataluña tiene la mayor ratio de inversión estatal en infraestructuras, el triple que Madrid: carreteras, puertos, siendo la catalana la única Comunidad que tiene todas las capitales de provincia conectadas por AVE, y veinte mil millones al año de deuda soberana para pagar doscientos entes, consorcios y fundaciones del hábitat separatista. En el bucle del reflujo amarillo transitan más concesiones: puertos marítimos, autopistas, aeropuertos aéreos, ferrocarriles, edificios y otros triunfos simbólicos para controlar el territorio. La planta de baterías de litio anunciada en Aragón, para Cataluña. Miles de millones de ayuda europea para promover el coche eléctrico, y para exhortar la investigación en las universidades catalanas y el primer ordenador cuántico, para la Ciudad Condal. El mismo día que la Nissan anuncia su cierre se aprueba la subvención para la traducción al catalán de Netflix y del texto del BOE. Y ahora tenemos las nuevas cesiones al “régimen neofeudal” de Cataluña: hacienda propia y la autodeterminación fiscal, condonación de deuda catalana para socializarla con el resto de españoles, millones anuales para tapar el agujero del éxodo de empresas, suficiencia financiera para ayudas y otras indemnizaciones ad hoc.
El cupo catalán no es más que una fiscalidad a la carta, un pacto fiscal para Cataluña que según economistas prestigiosos estiman unos balances fiscales a favor del cupo catalán que rondaría los 20.000 millones, aunque si contáramos la recaudación de los IVAs de los productos catalanes vendidos en el resto de España, la cantidad superaría los 30.000 millones de euros, un recorte para el resto de CCAA del orden del 20% y un 30%, en función de la capacidad económica de cada Comunidad. Esto significa que con la implementación del cupo catalán, el resto de regiones tendrán menos dinero, y no para pagar algo etéreo, sino para pagar sanidad, educación y justicia. Obviamente, el recorte se traducirá en un desconcierto para el resto de España con peores servicios a los ciudadanos y mayores impuestos para paliar los “efectos del cuponazo”. Esto significa que para que la oligarquía catalana vaya mejor, el resto de España tiene que ir peor, una España de dos categorías: la de los privilegiados y los demás. Y esto no es todo, en la independencia fiscal no se incluye ni el coste de los Mozos de Escuadra, ni de la Seguridad Social ni las Pensiones, que generan un gran déficit a pagar con los impuestos del resto de españoles, y que a final del año suponen un monto en pensiones de otros 28.000 millones de euros al año. Cataluña lleva todo el siglo XXI lactando de la vaca española y especialmente desde el 2012 cuando las agencias catalogaron a la deuda catalana como “bono basura”. En este periodo han recibiendo una financiación “extraordinaria” de unos 139.000 millones de euros para pagar a sus empleados y proveedores, un Himalaya de desigualdad en comparación con otras regiones como Madrid (4.700 millones) o Asturias (3.500 millones). Podría decirse que España lleva subvencionando a Cataluña desde los “privilegios” de la Mesta, hace más de 500 años. En fin, un colmo de asimetría multinivel para colegir “quien roba a quien”. Hechos contundentes para que las “batas de distintos colores” concluyan de donde proceden los recortes. El nacionalismo catalán, abarrotado de tópicos tronados, ha producido aversión entre pueblos españoles con nefastas consecuencias. Y lo peor es que muchos pobres acomplejados españoles se resignan con una gran dosis de manipulada finura psicosocial. En resumen: España no ha robado nunca a Cataluña, muy al contrario, se ha beneficiado de la permanencia a España y de los privilegios de los que ha gozado.