«Mucho se querían «Cachito» y Quini y mucho «sufrió» el 2 al 9″
Empezó a dar sus primeras patadas con intención a una pelota enfundado de futbolista desde «los calcaños» al cuello en el Club Deportivo Turón. Apreciaban ya entonces los aficionados más avezados de La Barzana, la fuerza y potencia física de un ciclón llamado José Antonio Redondo García que tenía toda la pinta de zaguero duro y consistente. Fichó el Sporting al turonés con 17 años y fue cedido al Ensidesa y repescado por Mariano Moreno el mismo año para ocupar plaza de libero o de central marcador con los rojiblancos.
Cuando llegó Vicente Miera decidió el míster cántabro en comandita con Tati Valdés que el joven mierense contaría con más oportunidades en el lateral derecho que en el centro de la zaga. Debutó en Primera División el 7 de enero de 1973 en un derbi con victoria azul por 1-0 en el Carlos Tartiere, marcando a Marianín (El jabalí del Bierzo), pichichi de la categoría ese mismo año. Adornan la trayectoria del bravo y honrado lateral trece temporadas en el club gijonés, hasta su retirada en 1985. Y todo se pudo truncar en el verano de 1978, en plena pretemporada.
La entrada a destiempo de Idigoras (El Vikingo de Oñati) en un disputado encuentro entre la Real Sociedad y el Sporting de Gijón, en el Trofeo «Ciudad de Pamplona», dejó a Redondo roto en el césped de El Sadar. Con una lesión de ligamento cruzado que a punto estuvo de costarle la carrera. Catorce largos meses más tarde regresaba a los terrenos de juego para estar entre los once fijos en la alineación de cada domingo. El tesón y la ingenuidad son dos de esas bazas con las que se maneja «Cachito» en la vida. Con la primera consiguió ser futbolista en el mejor Sporting de la historia, con la segunda padeció las burlas del «cabronazo» de Quini.
«Cachito», así le llamaban sus compañeros. Es muy conocida la anécdota de la cucharilla de café que metió El Brujo en una de las botas de Redondo. El de Turón se las calzó y a jugar… Quinocho entre risas le gritaba: «Redo qué bien le pegas de cuchara». La broma tuvo como escenario un derbi de veteranos en Valdesoto. Mucho se querían «Cachito» y Quini y mucho «sufrió» el 2 al 9. En una ocasión apareció el lateral en el vestuario con unas camperas impecables que le habían costado un riñón. Se hizo el remolón el goleador y salió el último al campo, pero antes clavó las camperas al suelo.
El turonés encaja bien porque no tiene el colmillo retorcido y posee una de esas luminosas sonrisas que le dicen al mundo lo buena gente que es. Simpático y cortés, sencillo y soñador. Duerme siempre en el mejor de los colchones y a veces sueña que el Real Madrid traspasa al Sporting a un barbudo asturiano apellidado Redondo después de ganar otra vez la Copa de Europa. Y es que «Cachito» tiene medio corazón teñido de merengue. Ya se sabe que nadie es perfecto.
Aquel sí que era un equipo de fútbol de la cantera… Cuando todos conocíamos el nombre y la vida de todos los jugadores. Y jugando,con frecuencia en un campo embarrado y con las gradas abarrotadas.. No los «señoritos» que hay ahora, a los que hay que regar el césped para que no se lastimen cuando se tiran al suelo…
Bravo Redondo!!!!