No son médicos ni enfermeros, y en vez de bata blanca llevan enormes narices rojas. No recetan medicamentos ni salvan vidas en los quirófanos, pero el trabajo de los payasos de hospital es igual de importante. La sala está en silencio. De pronto el sonido de una guitarra rompe la monotonía. Llevan ropas de colores, marionetas y muchos globos. Y basta con su presencia para sacar sonrisas. Descorchar carcajadas, descubrir la necesidad del humor en nuestras vidas y hacer que el dolor, el aburrimiento y la soledad desaparezcan, al menos durante unos instantes. Estos son los objetivos de Clowntigo, la asociación sin ánimo de lucro que lleva años repartiendo la alegría por los hospitales asturianos. `
El clown como terapia
La película ‘Patch Adams’, basada en la historia real del médico del mismo nombre, cuenta como éste revolucionó a la comunidad médica oficial aplicando singulares terapias consistentes en hacer reír y proporcionar afecto a los pacientes. La cinta, protagonizada por Robin Williams, animó a algunos de los payasos de Clowntigo a unirse a esta asociación. Otros tenían la inquietud del payaso por su experiencia artística, y a otros simplemente les movía la curiosidad hacia este mundo. Cada uno tenía sus motivos, aunque todos compartían algo en común: “el amor al clown y el deseo de aportar algo a todos aquellos que más lo necesitan”, aseguran desde la asociación.
Sushurra, Verbena, Gominolo o Anacleto son algunos de estos payasos que alegran el hospital y a los que están en él. En total son 19. Hay artistas, psicólogos, enfermeras, fotógrafos, maestros, malabaristas, músicos o carpinteros… Y todos apartan sus oficios durante unas horas para aprovechar las posibilidades del clown “en el ámbito social, de manera especial, en el sanitario y de la salud”.
La labor de Clowntigo en Gijón
La labor de estos payasos en Gijón nace en el año 2020 poco antes del confinamiento por el COVID-19. Habían comenzado a hacer visitas a adultos en el Hospital Cruz Roja de Gijón, pero el coronavirus lo paró todo. Y a ellos también.
Del mismo modo, la pandemia los alejó del hospital de Oviedo, y no les quedó otro remedio “que reinventarnos y subirnos al carro de lo digital”. Directos por redes sociales, vídeos y videoconferencias han sido su única ventana durante este tiempo para seguir cerca de los que atraviesan un momento difícil. Y para ello han creado un proyecto de realidad virtual con el que «acerar nuestra presencia a los niños y niñas ingresados en el HUCA».
Pero llegó el día en que pudieron retomar su actividad, en Gijón concretamente en octubre de 2020. Cada jueves por la mañana se encargan de “animar un poco al personal que trabaja en el hospital y de paso a los usuarios o pacientes de consultas externas”. Siempre van dos, “con un enfoque más para adultos, un vestuario más vintage o de época, apoyo musical y, sobre todo, improvisación”. Saben muy bien que para las risas no hay edad.
Apoyo para pacientes y familias
Hacer el payaso es simple, pero ser payaso y de hospital necesita como poco hacerlo bien. Al abrir la puerta de una habitación de hospital se enfrentan a una gran variedad de edades, casos y situaciones, y hay que estar preparado para cada una de ellas. Por suerte, “el payaso tiene la actitud del niño que quiere jugar, de modo que hablamos un poco el mismo idioma y eso nos hace entendernos”, explican desde Clowntigo. Además, son respetuosos, delicados, sutiles y con capacidad de escucha. “Sabemos como acercarnos a los niños y las niñas”, y la receptividad casi siempre está asegurada.
La sonrisa y el humor no tienen contradicciones. Ayudan a relajar el ambiente, generan endorfinas, dan positividad y elevan el ánimo. “Son recomendables cien por cien para todo tipo de públicos”. ¿La única excepción? Las cicatrices. “Otra cosa es que no te convenga reírte para que no se te salen los puntos de sutura, pero eso también lo tenemos en cuenta, forma parte de nuestro trabajo”. Porque, como ellos bien cuentan, “esto remunerado o de manera voluntaria, es un trabajo y requiere oficio y formación”.
Pero no son los pacientes los únicos que agradecen sus visitas. Las familias también lo hacen. Su llegada supone un momento de respiración y distersión para ellas. Desde Clowntigo aseguran que «se olvidan muchas veces que su hijo está ingresado en un hospital o que está enfermo», y eso es un motivo más para que lo que hacen valga la pena. Además, se encargan de que las familias se impliquen. Niños y padres se divierten, consiguiendo crear un ambiente que «es contagioso y curativo».
Otros proyectos de Clowntigo
A estos payasos no solo los vas a encontrar entre los pasillos y las habitaciones del hospital, sino que su trabajo va mucho más allá. La pandemia les obligó a reinventarse y a estar presentes de otra forma. Sus visitas tres veces por semana al autocovid pediátrico del HUCA son un ejemplo. Con sus pompas de jabón, sus ropas de colores y sus risas consiguen «apoyar y distraer ese momento PCR que es poco agradable».
Y otro de sus proyectos es ‘Vamos al hospital‘. Se trata de visitas a colegios, en las que a través de un vídeo enseñan cómo sería el recorrido que debe hacer un niño en caso de ingreso hospitalario, «acompañado de una actuación de una pareja de payasos con material sanitario para desdramatizar su uso y darle otras posibilidades más lúdicas».
Ahora más que nunca reclaman su presencia en diferentes espacios. «Podemos ser útiles y aportar un poco de alegría y distensión, tanto en hospitales como en colegios», aseguran convencidos. Ellos tienen claro que en estos momentos en los que el virus obliga a mantener la distancia, «es importante recordar recordar lo que decía el gran Víctor Borge: ‘La risa es la distancia más corta entre dos personas‘».