«Hay personas que se están creyendo el cuento y, encima, lo defienden a ultranza y ven a los que promulgan los vehículos eléctricos como profetas y no como lo que son, vendedores de coches, que nos quieren sacar el máximo dinero posible»

Lo que se está viviendo con el vehículo eléctrico es una transformación similar a la sufrida hace 10-15 años con la llegada de los smartphones. Lo sorprendente es que, en este cambio, las compañías de automóviles han conseguido encontrar a los fanáticos del medio ambiente y la sostenibilidad radical como sus mejores aliados. Esto es como si Apple hubiese sido defendida por quienes querían un teléfono móvil más guay y, al mismo tiempo, por quienes renegaron de los teléfonos móviles en general. Por eso, todo esto tiene una parte religiosa o mística, si se prefiere, porque hay personas que se están creyendo el cuento y, encima, lo defienden a ultranza y ven a los que promulgan los vehículos eléctricos como profetas y no como lo que son, vendedores de coches, que nos quieren sacar el máximo dinero posible.
Los vehículos a combustión que actualmente conforman nuestro parque automovilístico son lo más sostenible que se puede tener. Se trata de vehículos robustos, con una muy lejana obsolescencia, de una edad media de 13,5 años que prestan el servicio que cada uno de sus propietarios necesita. Si una persona usa mucho su vehículo pues lo cambia antes y si lo utiliza poco no, y en estos últimos es donde radica la sostenibilidad económica y medioambiental real, que se basa en el simple hecho de que para hacer unos pocos kilómetros al año es siempre mejor mantener ese coche que apenas da problemas que ordenar que te fabriquen uno para seguir haciendo esos pocos kilómetros. Exactamente lo mismo que hace 10-15 años. ¿Para qué necesitábamos un móvil mejor si solo lo utilizábamos para hacer unas llamadas y mandar unos pocos SMS?
Pero el problema es que tener un coche o móvil que satisfaga nuestras necesidades y que, encima, no se estropee mucho implica que las compañías no venden y por eso crean nuevos productos, nuevas necesidades y nuevos clientes. Por eso, al igual que en 2010 aparecieron aplicaciones como WhatsApp, que consiguió que una parte de la sociedad forzase a otra a comprarse un teléfono inteligente, ahora aparecen las pegatinas ambientales, para forzar al cambio forzado de coche. Igualmente, nuestro Gobierno se deja engatusar por estas compañías y ahora permite a los menores de 18 años sacar el carnet, pero solo para utilizar estos nuevos vehículos, para así fidelizar a las generaciones más jóvenes.
El problema es que este cambio no es para cambiar un coche por otro sino para generar clientes cautivos, para cambiar el modelo de negocio, que es lo que quieren las compañías. Al igual que pasó con la transformación de los teléfonos móviles, donde se pasó de pagar solamente por consumo a pagar una cuota fija al mes, una conexión de datos y, en muchos casos, una red wifi domestica a la que hay sumar la opción de la compra de aplicaciones, es decir quedamos condenados de por vida con alguna compañía. Con los coches eléctricos está sucediendo lo mismo, aparte de comprar el coche, te intentan llevar siempre a modelos cautivos de renting o leasing, te sugieren que las baterías no las compres, que las alquiles, y en breve llegarán aplicaciones y extras de pago, para que la experiencia como conductor sea mejor. En resumen, en poco menos de 10 años pasaremos de pagar 15.000€ por un coche y punto, a estar atados de por vida con cuotas mensuales de 250, 400 o más de 500 euros con las compañías de coches eléctricos, como lo estamos con los móviles, cambiando de coche con mayor frecuencia porque hay que actualizarlos a no sé qué aplicación porque el firmware del coche no la soporta (eso será lo que nos dirán).
Dicho todo esto, a mí los vehículos eléctricos me gustan y no hay duda de que todos acabaremos pasando por el aro, como lo hicimos primero con el móvil y luego con el smartphone. Lo único que pido es hacerlo cuando nos lo podamos permitir y cuando medioambientalmente sea lo mejor; y ese punto no ha llegado, ya que muchos vehículos a combustión están en perfecto estado, pasan la ITV y dan el servicio para el que fueron adquiridos. Si a nadie se le prohíbe seguir con su Ericsson T10 con tapa, ¿por qué vamos a prohibir los coches que siguen funcionando?
Como responsable político, lo que sí que pido a los aliados de los fabricantes de coches eléctricos, a los de la ‘ecosostenibilidad’ o a los de la ‘innovación chupiguay’, que reflexionen bien sus decisiones, analicen si están siendo utilizados y expliquen sus contradicciones, ya que por un lado defienden fomentar ciudades con menos coches y más peatonales y al mismo tiempo su líder supremo en España, el Gobierno de Sánchez y Podemos, dice que quiere que los jóvenes tengan el carnet antes. No suena muy coherente querer acabar con los coches y fomentar, al mismo tiempo, que haya más personas que los puedan utilizar.
Me sigue pareciendo una alianza extraña, al igual que ver al concejal de Movilidad de Gijón en la presentación de una exhibición de vehículos eléctricos. No pensemos que ha sido sobornado por el lobby de los vehículos eléctricos; ha pasado algo peor, ha sido engañado.
En fin, la pregunta queda hecha: ¿alguien me puede explicar cómo es eso de que el mismo Gobierno que quiere ganar espacio para el peatón quiere también que más personas tengan el carnet de conducir?