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Gran parte del bonito capturado en el Cantábrico y rulado en Gijón hace cien años se enlataba para su consumo posterior. Entre las fábricas de conservas que funcionaban en Gijón hace cien años destacaban la de Anacleto Alvargonzález, que tenía una producción de 170.000 latas y era la más grande de España, y Conservas Ojeda, que enlataba 200.000 kilos al año de bonito y sardina.
En las fábricas de conservas el trabajo era femenino con mayoría de mujeres e hijas de pescadores, que hacían turnos durante la costera del bonito. El salario medio de una trabajadora suponía 2,25 pts. diarias en 1920 y de 4 pts. diez años después. Los empleados fijos eran escasos y fabricaban los envases de hojalata (latero, soldador). En los años 30 funcionaban en Asturias 75 fábricas de conservas y salazones con un personal de más de 3.000 personas, que elaboraban 7 millones de kilos de conservas y 10 de salazones, de los que la mayor parte iba a la exportación, a Italia e Hispanoamérica.