«¿Entonces, si no es propietario de nada, por qué se plantea invertir 300 millones de euros en algo que no es suyo?»
Un ‘pelotazo urbanístico’ podría definirse como el proceso de cambio en la calificación y clasificación de un suelo del que no se podía obtener rédito económico, a otro tipo de suelo del que, a través de su desarrollo edificatorio o solo especulativo, para el uso que sea, se obtengan beneficios millonarios por parte de los promotores, impulsores o ejecutores de dicho cambio.
Con esta definición, creo que estaría resumido el proceso que quiere llevar a cabo la actual propiedad del Sporting con todo el entorno de El Molinón, estadio incluido, a tenor de la información conocida hasta el momento.
Este proceso, el del ‘pelotazo urbanístico’, tiene la particularidad de ser un proceso legal. Bueno, hay miles de casos en nuestro país que han acabado en los tribunales, pero eso sería adelantarnos al futuro. Sigamos… Es decir, para cambiar ese suelo de categoría, de clasificación, de calificación, tiene que haber numerosos informes técnicos que lo validen. Entran en juego varias administraciones públicas, aunque la esencial, y que cuenta con las potestades del desarrollo de ese suelo, es la administración local. El Ayuntamiento.
La propiedad del Sporting, una empresa privada, que es lo que es el Sporting, una empresa privada; quiere hacer un estadio nuevo más grande y más ‘molón’ para, así, optar a ser sede del Mundial de 2030. Se ha dicho públicamente que ellos quieren invertir del orden de 300 millones de euros en este nuevo estadio, que estaría rodeado de amplias zonas verdes y con un parking subterráneo de más de 5.000 plazas. De igual manera, se anuncia el incremento del espacio situado en los bajos del campo y la construcción de dos torres de viviendas.
De todo esto, estadio, suelo del entorno, parcelas o bajos comerciales, el Sporting no es propietario de nada.
Y aquí empiezan las dudas. Si fuera propietario y quisiera invertir, dentro de la legalidad, en lo que considerase, pues poco que añadir, pues qué bien… Pero esto no es así. ¿Entonces, si no es propietario de nada, por qué se plantea invertir 300 millones de euros en algo que no es suyo?
El estadio es de propiedad municipal, arrendado al Sporting. El entorno es, en su mayoría, suelo público, aunque no todo. Al igual que el subsuelo. El ámbito donde, en apariencia, se pretende desarrollar esas torres de viviendas que figuran en el proyecto del Sporting es suelo de propiedad privada.
Suelo de propiedad privada que se corresponde con el área de unidad de actuación AUA-104A, que cuenta con un Proyecto de Urbanización aprobado; es decir, que se pueden poner a hacer la obra casi ya mismo. Obra que consistiría en el desarrollo de un edificio terciario de uso comercial de unos 4.500 metros cuadrados (un supermercado), que podría tener hasta seis plantas de altura (que no es el caso de lo proyectado). Ese suelo está regido por la ordenanza 7.1, que establece como uso predominante el productivo terciario. Nada de viviendas, ni nada parecido, y menos aún de torres de quince o veinte alturas, como aparece en algunas infografías de lo que proyecta hacer el Sporting.
El resto del suelo, incluido el que ocupa el estadio, es sistema general de uso deportivo, o de uso como equipamiento (el espacio del actual parking y zonas verdes que hay en superficie).
Por no hablar de que todo ese entorno está dentro de una zona inundable de “riesgo alto”, lo que conlleva que legalmente deban tomarse ciertas medidas y nada se puede ejecutar a la ligera.
Ante esta situación solo cabe imaginarse que a lo que aspiran los propietarios del Sporting es a jugar varias bazas para lograr su objetivo, que no será otro que ganar dinero. Por un lado, ya han ido jugando la baza de la ilusión con su afición, con una parte, que no toda ve esto con buenos ojos, aunque sí la mayoría. Un estadio nuevo y reluciente ilusiona a la afición lo que no hace los resultados de los últimos tiempos (y no me refiero al partido del fin de semana pasado).
Por otro lado, comienzan a jugar la baza de repetir una y otra vez la cantidad de millones que van a invertir, baza que cae muy bien entre una gran parte de la clase política de la ciudad y de Asturias. Una ciudad sin ninguna capacidad de inversión, que es incapaz de presionar para gozar de las mínimas infraestructuras de transportes, sin estación de trenes, ni de autobuses, ni conexiones marítimas, pero que ve cómo la llegada de un nuevo míster Marshall puede hacer que corten cintas de inauguraciones varias y salir en muchos titulares de prensa.
Pero si dejamos estas dos cuestiones a un lado, la cosa coge otro cariz. Utilicemos el sentido común: no se gastarán un duro en nada si no obtienen o bien la concesión de los bajos de ese nuevo estadio, que ahora no tienen, o el arrendamiento del subsuelo para un parking privado, o la reclasificación de cierta cantidad de suelo que ellos puedan adquirir para desarrollar viviendas, o directamente la propiedad o copropiedad del nuevo estadio, cosa fácil si al final son ‘ellos’ quienes lo pagan. Y estaría bien, por lo que al Sporting se refiere, pero estaría mal, rematadamente mal, por lo que a Gijón respecta.
Y estaría mal porque se dilapidaría propiedad y suelo público para enriquecer a señores que si algo tienen es dinero. Se mandaría, además, un mensaje muy tóxico a la sociedad, un mensaje que querría decir que todo se puede cambiar si juntas dinero y futbol, un mensaje que echaría por tierra el planeamiento urbanístico vigente, que aumentaría la edificabilidad en un entorno de engarce con zonas de baja densidad, un mensaje en el que tendrías una ciudad con un estadio de lujo y unas infraestructuras de transporte chapuceras o inexistentes. Un mensaje como el que está mandando el futbol desde hace años, superficial, vacío y solo relleno del dinero de los millonarios.