El iniestazo nos llevó a la cima, pero cinco de los ocho goles de la Roja fueron obra de un chico de Tuilla: David «el Guaje» Villa
Con las piernas pesadas, tras 116 minutos corriendo en un partido durísimo, una larga jugada nos hizo saborear la gloria. Iniesta marcaba el Gol, con mayúsculas. Nos llevaba a la cima del mundo futbolístico y de Sudáfrica nos traíamos una estrella en el pecho. España, olvidada la maldición de cuartos, se regalaba un mundial.
Todos recuerdan el iniestazo, ¿quién podría olvidarlo? Pero el mundial de las vuvuzelas tenía sabor asturiano. Mucho. Aunque el torneo empezó con una bofetada de Suiza que metió el miedo en el cuerpo a la favorita. Un doblete de Villa ante Honduras y sendos goles del asturiano y de Iniesta ante Chile, salvaron la fase de grupos. El Guaje, que acabó bota de plata en Sudáfrica, era la punta de lanza de una selección temible. También comenzaba a saber lo que era la selección un chico de 22 años acostumbrado montar diabluras junto a Villa en el Valencia. Juan Mata se estrenaba en un Mundial y, aunque natural de Burgos, ser ovetense de adopción aportó otro toque al acento asturiano de los campeones.
Repitió el de Tuilla contra Paraguay y Portugal. Dos victorias por la mínima que no reflejaban la superioridad de la roja. Dos victorias que sabían a sidra, a carbón. A Mareo. En los cinco primeros partidos solo Villa e Iniesta celebraron goles. No sería hasta la semifinal, con aquel vuelo imposible de Carles Puyol, cuando otro jugador levantase los brazos.
En un equipo donde Xavi, Iniesta, Busquets y Xabi Alonso habían refinado el arte del tiki-taka, la menuda figura del de Tuilla se hizo gigante. Su olfato, su velocidad, sus diagonales… eran la válvula de escape a unos rondos infinitos que acusaban esa falta de mordiente que aportaba el Guaje. Cinco goles en siete partidos. Cinco goles de 8 que anotó la roja. Que nadie se olvide de Iniesta, pero menos aún de David Villa. Nuestro 7.