«Lo que quizá no le hayan dicho a la alcaldesa sus asesores, es que si algo no gusta en la ciudad son dos cosas: la soberbia y que nos tomen por tontos»
Ahora, dos años, dos meses y veinte días después de que el PSOE e IU decidieran unirse para gobernar nuestra ciudad, quizás toque hacer eso que tanto gusta en política: un balance. La cosa no empezó nada mal, es de justicia reconocerlo. Al menos para ellos; con la subida del salario de un 12%. ¿Os lo imagináis? nada más llegar a cualquiera de vuestros trabajos, la primera medida es una subida de sueldo autopropuesta. Bravo.
Continuemos con el balance y, para hacerlo, debemos partir de las promesas electorales y de los discursos con los que en 2019 lograron ganar sus votos. Se habló mucho del Plan de Vías, de hecho parte de la campaña electoral de 2019 fue traer al Presidente – el señor Barbón – y al Ministro – señor Ábalos – al “Solarón”, a decir que gracias a ellos se había desbloqueado todo.
Dos años después, y gracias a la “inestimable” labor de la alcaldesa, no solo han logrado demostrar que mentían cuando decían que ya estaba todo encauzado, sino que además han conseguido que el asunto esté más enrocado que nunca, con la representación política dividida y con la ciudadanía más que harta de un asunto en el que no se mueve ni una piedra.
También se habló mucho del medioambiente de la ciudad. De los problemas de la playa (que continúan), de los problemas en la depuración de las aguas (que siguen presentes), de los problemas de contaminación del aire (que ahí siguen), y de los derivados de la red de saneamiento (que ahí están).
No creáis que me olvido de que hemos pasado por una pandemia, tema que desgraciadamente se ha politizado al extremo y que efectivamente ha condicionado parte de las políticas, pero no de los mensajes con mentiras.
Para muestra, qué mejor que el entramado de Tabacalera. Me explico: aún sabiendo que no van a hacer nada en otros cuatro años, se realizan anuncios de inversiones de más de 20 millones de euros, dinero que ni tienen ni van a tener para invertir en algo que no sabemos aún qué va a ser y es el ejemplo que refleja perfectamente el problema.
Podemos y debemos asumir la necesidad de revertir recursos para aspectos sociales como consecuencia de la pandemia, pero no se puede tolerar que, desde el equipo de gobierno, se lancen mensajes que son directamente ilusiones, cortinas de humo, cuando directamente son cosas imposibles de realizar. Aunque parece que a nadie de los que allí mandan, es decir a la alcaldesa y tres más, les importe. Es más, estos días nos hemos levantado con el anuncio de que 15.000 personas pueden encontrar trabajo en la ampliación del Parque Tecnológico. 15.000. Solo les faltó añadir que otros 2000 en la Regasificadora, parada; 1000 más en la Autopista del mar, que no existe y 10.000 más en la Zalia, en la que han vendido 0 parcelas en 10 años, incluidos estos dos últimos.
Y no es que en esta ciudad nos guste regodearnos en nuestras carencias, al contrario, nos gusta disfrutar y vivir lo mejor posible, pero lo que quizá no le hayan dicho a la alcaldesa sus asesores, es que si algo no gusta en la ciudad son dos cosas: la soberbia y que nos tomen por tontos.
Aseguran que los problemas de Gijón se están solucionando, cosa que no está pasando ni en los asuntos superficiales, con una ciudad que requiere unos cuidados mayores que no acaban de llegar, ni mucho menos, en los estructurales. Respecto a los estructurales y volviendo a la pandemia otro ejemplo es el empleo. Los colectivos de hostelería, comercio, gimnasios y decenas de pequeños negocios son también empleo, ¡mucho, además! y desde el Ayuntamiento, el equipo de gobierno no ha destacado ni por la dotación en las ayudas, ni por la agilidad y mucho menos por la empatía de sus gobernantes frente a lo que estaba pasando, negándose en muchos casos a recibir a las personas que representaban un sentir de toda esta desgracia que hemos padecido.
No han sido dos años buenos para la ciudad, la crispación ha aumentado en la calle, hemos asistido a movilizaciones de barrios como el de Cimavilla, donde los vecinos lograron que se les escuchara en el tema de la movilidad. No parece que tampoco la representación vecinal y los consejos de distrito, estén en su mejor momento de relaciones con el equipo de gobierno, cosa que no es difícil a raíz de alguna declaración de la alcaldesa en los medios poniendo en duda la representatividad de los mismos. Nada se ha hecho para que el carbón deje de llegar a la playa, al contrario: teniendo un informe favorable del INCAR, a la alcaldesa le ha importado un pepino defender los intereses de la ciudad. Como sucede con el Soccer World en Nuevo Gijón, que sigue durmiendo el sueño de los justos. O como la ampliación del hospital de Cabueñes con 4 años de retraso. O como el Área Metropolitana Central, que posiblemente no sepan ya ni lo que era. O como el vial de Jove, que sigue recibiendo anuncios y anuncios de dinero que no llega nunca.
Y qué decir de la movilidad. Han logrado algo: partir la ciudad en tres posturas. Sí, en tres posturas que estoy seguro que no es lo que querrán oír, si no que la han dividido en dos: los que defienden la movilidad sostenible, responsable, verde, pacífica y de transporte público (donde se meterían ellos, me da hasta la risa cada vez que miro las chimeneas de Arcelor) y por otro lado los que defiende que se tiene que ir en coche hasta para comprar el pan.
Pero tengo una mala noticia para la alcaldesa y es que la posición más extendida es la del sentido común: claro que se quiere el mayor espacio posible para disfrutar de un paseo, ampliar los espacios verdes (verdes, no grises) y que el tráfico de la ciudad se reduzca, pero no a costa de saturar las zonas de la ciudad que nos gustan menos, no acordarse de que además de que la gente pasea también trabaja, cada vez menos personas eso sí, y sobre todo que en la ciudad vive gente, vecinos, no solo turistas. Vecinos que en dos años nos darán y quitarán razones, como decía uno de los reyes de la noche. Eso sí, el que “perdió”. Ay.
La teoría bien, luego dais pena