“Con los tiktokers vemos una especie de estafa piramidal que provoca que muchos jóvenes hagan una serie de cosas”
“Estamos haciendo de la mediocridad la medida de lo bueno”
Desde la Ilíada de Homero hasta la aparición de la red social TikTok en 2016, han pasado varios milenios y muchos héroes populares que han inspirado a la humanidad. Este miércoles sale a la venta el libro ‘Aquiles en TikTok’ (Editorial Ariel), la última obra del filósofo y profesor Eduardo Infante, que se pregunta por los modelos a seguir que tienen los jóvenes hoy en día. “Están faltos de referentes porque los adultos hemos abdicado de nuestra responsabilidad. Les hemos dejado huérfanos”. Infante, también colaborador de miGijón, aboga por un uso responsable de la tecnología y anima a la sociedad a “dejar de preguntarle a la pantalla por lo que ya se sabe para preguntar lo que no se sabe”.
En el libro afirma que a falta de referentes, los influencers “se erigen en modelo”, y se pregunta: “¿modelos de qué?”. Explica que muchos han conseguido “el éxito sin esfuerzo”, y muestran “una virtud desvirtuada” y una felicidad “reducida a consumo”. ¿Podemos rescatar algo de este fenómeno tan popular?
Por supuesto, este libro no cae en el maniqueísmo, ni tampoco en ser un ataque hacia los influencers. Es una defensa de la sabiduría y de los modelos eternos, y un análisis de la falta de referentes que tienen nuestros jóvenes. Como adultos, es nuestra responsabilidad enseñarles a mirar y a admirar. Las redes sociales tienen algo muy bueno: han popularizado el saber. Siempre le digo a mis alumnos que tienen la biblioteca de Alejandría en el bolsillo. Pero toda biblioteca necesita un bibliotecario, alguien que enseñe a discriminar qué es lo bueno. Con los tiktokers vemos también una especie de estafa piramidal, que provoca que muchos jóvenes hagan una serie de cosas porque los que están arriba ganan dinero y quieren seguir ese camino. Hacen pública su vida privada y hacen lo que sea necesario por adquirir más seguidores para poder llegar a la cima.
Huye de la culpabilización hacia los jóvenes y de aquello de “cualquier tiempo pasado fue mejor”.
Una de las cosas que recuerdo de la pandemia fue el ataque sistemático a nuestros jóvenes. Son nuestros, los que han fallado no han sido ellos sino la educación que nosotros les hemos dado. En este libro hay una crítica a la educación, no a los jóvenes en sí. Defiendo la necesidad de volver a educar en las virtudes cívicas.
¿Cuáles son esas virtudes? Un relativista le diría que cada persona es un mundo.
En privado, cada uno tendrá las suyas, pero hay unas que tenemos que tener en común. Estamos criticando continuamente la falta de ejemplaridad de nuestros políticos pero son un reflejo del estado en el que se encuentra el ciudadano de hoy. Muchos carecen de las virtudes propias para ejercer la ciudadanía. ¿Cuántos de nosotros sabemos escuchar, dialogar, consensuar? ¿Cuántos sabemos estar en la junta de una comunidad de vecinos? Las virtudes públicas son las que permiten participar en un proyecto comunitario. Las que hacen que los actos redunden en un beneficio para la gente con la que se convive. Una virtud pública fundamental es la profesionalidad. Una profesionalidad que solo está al servicio del bolsillo o de escalar, no sería una virtud según los griegos. Alguien que hace uso de la inteligencia en economía para defraudar a Hacienda tampoco sería virtud. Echamos en falta ser ejemplo unos de otros. Como dice el filósofo Javier Gomá, cuando cortamos la cabeza al rey, la sociedad se igualó. Antes, la nobleza tenía la obligación de dar ejemplo, ¿pero qué pasa ahora? Todos tenemos la responsabilidad de ser ejemplo para otros ciudadanos, cuando vamos en el bus, hacemos la compra, etc.
¿Cómo se adquieren esas virtudes?
Nacen de la práctica del esfuerzo. Como se decía: “Los dioses delante de la virtud colocaron el sudor”. Demandamos determinadas cualidades en los políticos y en los jóvenes que nos tendríamos que demandar a nosotros mismos. De la misma forma que vamos al gimnasio para tener un cuerpo sano, hay que ejercitar esas virtudes: tolerancia, justicia, valor… Estamos haciendo de la mediocridad la medida de lo bueno. También, dejando el deporte a un lado, no se está valorando a los ‘buenos’ en nuestra sociedad, sin referirme a un sentido moral.
Llegan las redes sociales y, de repente, el ser humano se queda sin vida privada.
Lo propio de un sistema totalitario es que no existe lo privado y todo es público. Lo expone muy bien esa película maravillosa sobre Alemania Oriental, ‘La vida de los otros’, donde el ciudadano era espiado por el estado. La palabra ‘privado’ hace referencia a la habitación que tenían los nobles en el palacio, un derecho exclusivo de ellos. El espacio privado es el espacio de la libertad. En el momento que metemos cámaras en nuestra vida privada, se convierte en pública. Me preocupa que no haya espacio privado para la libertad individual, que el ciudadano haya invitado a la sociedad a que se meta en su vida y, al mismo tiempo, que los proyectos comunitarios estén en crisis, como la familia.
¿Se vende la privacidad a cambio de qué?
El individuo de hoy se siente solo. Recuerdo que con cuatro años me quedé solo en un parque durante unos instantes y no veía a mi padre. En esas situaciones sientes ese miedo antropológico, el más terrible que hay. Las redes sociales funcionan como un analgésico a esa soledad y proporcionan ‘cariño digital’. Tenemos miedo a estar solos y, por otro lado, a ser irrelevantes. El número de seguidores es en realidad, una relevancia ficticia. Es la comunidad, la gente que te conoce de verdad, la que te da esa fama natural, ese honor, cuando haces algo por los demás. Hoy en día, lo importante no es ser, es parecer. Unos alumnos me comentaron que usan la app BeReal, que consiste en recibir notificaciones aleatorias que, cuando llegan, te animan a hacerte una foto, independientemente de lo que estés haciendo en ese momento. Yo me pregunto, ¿la gente busca ser ‘real’ de esta forma o cuál es el fin? Estamos en una gran pantalla mundial y esto está generando un gran malestar, como recoge el libro ‘El individuo flotante’, de Marino Pérez. Las redes sociales están teniendo un gran impacto en la salud mental y no lo queremos ver.
«El mayor daño que se le puede hacer a un niño de familia humilde es darle una mala educación»
¿Cómo están afectando hoy las redes a los jóvenes a la hora de estudiar?
En los jóvenes y en cualquier ciudadano de hoy en día, veo una menor capacidad de atención, que es una de las cosas que provoca el abuso de las redes sociales. Yo me pregunto, ¿cuántos de nosotros somos capaces de estar una hora leyendo? Los jóvenes son incapaces. Pero no es solo eso, la capacidad de atención les altera las dinámicas de sueño. Algunos alumnos me reconocen que se levantan cada dos horas para leer el móvil y no son capaces de conciliar siete horas seguidas durmiendo. Esto tiene un fuerte impacto en el cerebro.
¿Por qué rescata la figura de Aquiles en el libro?
Tiene que ver con un libro de Javier Gomá, ‘Aquiles en el gineceo’, que comienza hablando sobre una pintura de Rubens. En ella, Odiseo le entrega una espada a Aquiles, que estaba oculto en un harén ataviado como una mujer, por la sobreprotección de su madre. A esta le habían dicho que su hijo moriría joven y lleno de gloria. Al recibir la espada de Odiseo, Aquiles descubre su verdadera esencia. Hay un verso de Píndaro sobre la esencia de la virtud: “Llegar a ser el que eres”. Se trata de alcanzar la mayor cota de perfección en todos los campos. Sabemos que la inteligencia tiene límites naturales, pero es flexible como una goma si la estiras, y puede aumentar. El estudio hace que lleguemos a ser el que somos. Los griegos intentaban encender ese fuego en los jóvenes. No debemos competir con la persona de al lado, sino con nosotros mismos para ser mejores.
¿No era Aquiles un mal ejemplo por su carácter pasional y brutal?
Los textos de Homero eran el Netflix de aquella Grecia, donde se mostraban los modelos de conducta y de virtud. Uno de ellos era Aquiles. Tiene mala imagen pero, si leemos la Ilíada, se le presenta como alguien que ha recibido una educación excelente, un líder nato y valiente, justo. Los primeros versos dicen: “Canta, Musa, la cólera de Aquiles…” La ira es un sentimiento muy noble, de lucha ante la injusticia. Era respetado por todos sus iguales, sabía hablar y hacerlo con justicia. Era un modelo de cortesía. Se apiada del padre del enemigo al que acaba de matar porque le entiende. De esta forma los niños, descubren una manera noble de comportarse, de tratar a una persona anciana. Hay cosas de Aquiles que ya no son eternas, como su trato hacia las mujeres. Es fruto de una época pasada y lo desechamos, para quedarnos con lo bueno. Deberíamos reflexionar el porqué en los centros educativos de la élite, como Eton en Reino Unido, se siguen leyendo los textos clásicos.
¿Qué opinión le merece el actual sistema educativo español?
Critico la denostación de las humanidades en la escuela pública y la apuesta por convertirla en una especie de ‘centro de contratación’. Además, hay una metodología obsesionada con que el niño tenga que divertirse. Vamos bajando los niveles educativos y los jóvenes cada vez saben menos, como reflejan los informes PISA. El mayor daño que se le puede hacer a un niño de familia humilde es darle una mala educación, porque es el único ascensor social que hay.