El barco, un remolcador de altura operado por Salvamento Marítimo, ha hecho ejercicios a escasa distancia de la playa, despertando entre los presentes la expectación e, incluso, algún que otro susto

«Mira, mira… ¡Ese barco se está quemando!», gritaba esta mañana Lindsey Ortega, entre atemorizada y fascinada, señalando desde el arenal de San Lorenzo la silueta naranja del barco que, a pocas millas de la costa, parecía envuelto en una densa nube de humo blanco, mientras expulsaba desde el puente grandes chorros de vapor. Como ella, varios de los presentes comentaban lo que estaba sucediendo en aguas del Cantábrico y, por supuesto, tampoco faltaron los que optaron por tomar sus móviles e inmortalizar el momento. Bastaron apenas un par de minutos para que la gran mayoría de los testigos, apostados en la playa o en el paseo, comprendiesen lo que ocurría. El ‘Alonso de Chaves‘, uno de los remolcadores de altura operados por la Sociedad de Salvamento y Seguridad Marítima (SASEMAR), había zarpado de El Musel y, en la seguridad de mar abierto, estaba probando sus cañones de contraincendios. Un ejercicio tan rutinario y necesario, como espectacular y desconcertante, y que, pese a realizarse periódicamente para garantizar el buen funcionamiento de tales equipos, ha dejado en decenas de curiosos un recuerdo que relatar.
Tras partir del puerto gijonés, el buque se posicionó ante San Lorenzo poco antes de las diez y, una vez allí, su tripulación inició el ejercicio. Las bombas de succión de que dispone comenzaron a absorber litros y litros de agua de mar, y a arrojarla a alta presión por sus cañones, instalados en lo alto de la superestructura el navío. Precisamente las mismas herramientas que, en circunstancias reales, permiten extinguir fuegos a bordo de otras embarcaciones o, en casos extraordinarios, apoyar la labor de los bomberos de tierra ‘regando’ a distancia aquellos conatos que se detecten cerca del litoral. Una labor nada despreciable para un barco que es, en esencia, el caballo de batalla de SASEMAR en el Cantábrico español, y que, con una potencia de hasta 8.000 caballos de vapor, y un poder de tiro próximo a las 90 toneladas, ha participado en despliegues como el hundimiento del petrolero ‘Prestige’ en 2002, o el del pesquero ?Siempre Casina’, ocurrido tres años después frente a Tapia de Casariego.