Desde el Gobierno local aclaran que, de materializarse tal como está concebido ahora, el equipamiento incumpliría la distancia mínima de quinientos metros entre su ubicación y las viviendas y edificaciones de uso ganadero más cercanas
Ya sea calificada como «oportunidad», «riesgo» o simple «moda», la presencia de Asturias en el debate sobre la elección de emplazamientos para la instalación de los polémicos parques de baterías continúa creciendo, rodeada del enfrentamiento entre quienes ven en ella una opción de inversión y progreso, y aquellos que la interpretan como un peligro medioambiental y para la salud de los ciudadanos. En Gijón, la parroquia rural de Lavandera fue una de las ubicaciones barajadas para la construcción de uno de tales parques… Una apuesta que, por el momento, no se hará realidad. Tal como el concejal de Urbanismo, Jesús Martínez Salvador, anunció este jueves, el Ayuntamiento ha negado la licencia pertinente. ¿La razón? Que el proyecto, tal como está redactado ahora, no respeta una de las pautas de seguridad básicas: la separación mínima con viviendas y edificaciones ganaderas cercanas.
«A priori, se incumple la distancia mínima de quinientos metros que deben mantener estos parques«, aclaró el edil, a la sazón portavoz del Gobierno gijonés, esgrimiendo así el que es el principal, si no el único, argumento sobre el que se sostiene la postura del Ejecutivo. Eso sí, se trata de una razón de sobrado peso. No en vano, ya desde que se plantease la posibilidad de la construcción del equipamiento se elevaron voces críticas con ello, particularmente entre los propietarios de las explotaciones ganaderas próximas. Son precisamente esas quejas las que ha recogido y atendido el Consistorio, decidido, en palabras de Salvador, a «no dar la espalda a los vecinos; el bienestar de los gijoneses y gijonesas es innegociable». En ese sentido, el concejal de Foro zanjaba el asunto recordando que «nuestra posición respecto a esta cuestión es firme: en Gijón, un parque de baterías solo tiene cabida en suelo industrial».
Con su intervención parece quedar cerrado uno más de los capítulos que conforman la todavía inacabada historia de los parques de baterías. A ese respecto, conviene entender que tales equipamientos no son sino amplias plantas de almacenamiento de energía eléctrica, por medio de baterías de grandes dimensiones, concebidos como una forma de aprovechar en el futuro una carga que, de otro modo, se perdería poco después de su generación en las centrales o terminales correspondientes. Dicho de una forma sencilla, el objetivo de los parques de baterías es optimizar el consumo de energía, minimizando el riesgo de pérdida y, a la vez, dando la posibilidad de que esa energía, habitualmente con una supervivencia mínima, pueda retenerse y emplease más adelante. La teoría, por sí sola, suena bien; los problemas surgen cuando los parques se levantan fuera de entornos industriales y, más aún, cerca de áreas habitadas, por su potencial impacto sobre la salud (no en vano, deben estar conectados a subestaciones eléctricas a altísimos voltajes) y su efecto sobre el medio ambiente. Esa es la razón por la que en toda Asturias están proliferando movimientos contrarios a esta práctica.