En mi última visita al Museo Nicanor Piñole advertí que en el pie explicativo de la pintura no se hace constar que el citado crucero combatía en la guerra a favor de los militares sublevados
Muy cerca del lugar en el que residió la mayor parte de su vida, tiene el pintor Nicanor Piñole (1878-1978) su museo, ubicado en el antiguo colegio-asilo Pola. A Piñole tuve oportunidad de entrevistarlo con motivo de su centenario, poco antes de morir, en su casa de la Plaza de Europa. Ocupaba un piso, creo que el segundo, de un viejo edificio que aún sigue en pie, aunque en un lamentable y hasta alarmante estado de abandono.
Entre las obras pictóricas que podemos admirar en ese recoleto museo, donde algunos aprendimos las primeras letras con las monjas que lo regentaban, está la titulada Cervera, en alusión al crucero sublevado que bombardeó la ciudad durante la guerra, al tiempo que lo hacía la aviación facciosa desde el aire. La obra data de 1938, un año después de que el Guernica de Picasso se exhibiera en el pabellón de España de la Exposición Universal de París, dando impactante representación plástica de la barbarie cometida por la Legión Cóndor sobre la ciudad vasca.
Después de una larga vida en el olvido (Cien años de soledad fue el título del obituario que publiqué con motivo de su fallecimiento), el pintor asturiano asistió al final de su existencia a una revalorización de su obra, a raíz de una gran exposición que tuvo lugar en la Biblioteca Nacional de España, en Madrid, sin que ni entonces se supiera del Cervera ni ahora se tenga mayor conocimiento del mismo.
Podría pensarse por su carácter simbolista, insólito en Piñole, y por su asunto y año de creación (1938), que Cervera viniese a ser una especie de réplica al Guernica de Pablo Picasso, sin que se pueda saber si el pintor gijonés tuvo conocimiento de esta obra, aunque lo más probable es que alguna noticia de la misma le podría haber llegado a través de la prensa republicana. Llama la atención que la pintura date 1938 y que el pintor gijonés la haya creado cuando ya su ciudad había sido ocupada por las fuerzas sublevadas desde el otoño del año anterior. No era como para estar tranquilo teniéndola en casa.
Quienes visiten el museo Piñole podrán observar que se trata de una donación de la esposa del artista, Enriqueta Ceñal (1991), que fue asistenta en su domicilio en vida de la madre del pintor. En mi última visita al centro advertí que en el pie explicativo de la pintura no se hace constar que el citado crucero combatía en la guerra a favor de los militares sublevados, tal como ocurre, por cierto, con la lápida que recuerda en la antigua facultad de Derecho de la Universidad de Oviedo la personalidad y el fusilamiento de su rector, Leopoldo Alas (hijo del escritor Leopoldo Alas “Clarín), sobre cuyos ejecutores fascistas tampoco hay mención alguna.
Lo que leemos en ese pie acerca de Cervera es que “representa la destrucción y la violencia causadas durante el asedio de Gijón por el crucero Almirante Cervera, que bombardeó la ciudad de forma continuada desatando el pánico entre la población. Esta obra se aleja del carácter realista que caracteriza a Piñole y se abre a un lenguaje pleno de elementos simbólicos, entre los que la muerte ostenta el protagonismo absoluto”.
Como el lector supondrá, una explicación con tan flagrante elusión de la identidad de los autores de los bombardeos sería inimaginable y totalmente descartable en la ciudad de Guernica, si la obra de Picasso estuviera expuesta allí, o en el mismo Museo Reina Sofía en el que se encuentra desde que salió del Casón del Buen Retiro. Creo que correspondería a la dirección del Museo Nicanor Piñole facilitar esa información a los visitantes, a menos que se pretenda ocultar lo que consta en la historia y vivieron con dolor y espanto las generaciones que nos precedieron.