Rumbold fue un sportinguista más, habitual en El Molinón, y junto con el músico húngaro Rudy Barko, afincado también en la ciudad, un habitual de las tertulias artístico-deportivas
Federico Wazinger dejó su sello en Gijón para siempre, no solo por apoyar económicamente al club de su ciudad de adopción, sino por ser también el creador de la popular tarta “Charlota”
El austriaco Karl Rumbold no fue el primer entrenador extranjero del Sporting. Tampoco logró grandes éxitos deportivos en el equipo gijonés, pero tampoco se puede considerar que su paso por el Sporting haya sido ningún desastre. De todas formas, sí que se esperaba mucho más de los conjuntos que dirigió en la temporada 1947-48.
Pese a ello, eso sí, dejó su impronta en Gijón. Rumbold cogió al Sporting en Primera División con un objetivo claro: pasar una temporada tranquila y evitar el descenso de categoría. No lo logró, pese a conseguir vencer al Real Madrid en el Bernabéu por 0 a 1, con el famoso gol de Pío. Aplicó al conjunto la técnica de la WM, de moda en los principales equipos europeos e impuso una rígida política de disciplina, prohibiendo las salidas nocturnas y multando a aquellos que incumplieran esa norma o llegaran tarde a los entrenamientos. Medidas que no fueron del agrado de toda la plantilla, poco acostumbrada a este tipo de controles. En cualquier caso, con el descenso Rumbold quedó profesionalmente desligado del Sporting, pero no sentimentalmente. Muy querido por la afición, tras entrenar un año la Unión Deportiva Salamanca, regresó a la ciudad para establecerse aquí (retirado del fútbol, salvo una temporada en la que entrenó al Praviano) hasta su muerte, en el año 1965. Fue un sportinguista más, habitual en El Molinón, y junto con el músico húngaro Rudy Barko, afincado también en la ciudad, un habitual de las tertulias artístico-deportivas que se organizaban en la pastelería La Vienesa, uno de los negocios que desde los años 30 más apostó por publicitarse en el templo sportinguista, El Molinón, y apoyar así al club.
La Vienesa fue un negocio creado por Federico Wazinger, un austriaco que se instaló en Gijón hacia 1930, huyendo de los totalitarismos que asolaban por aquella época Europa, aunque no se libró de los padecidos en España, con el saqueo e incendio de su establecimiento por parte de los milicianos del Frente Popular o los años de silencio y censura de la posterior dictadura franquista. Lo hizo acompañado de su esposa, Anita Hoys y su hijo Federico, abriendo en lo que hoy es la calle Covadonga una pastelería que se convirtió en un verdadero centro cultural para la ciudad. Habituales de sus tertulias eran artistas de todo tipo, desde pintores como Nicanor Piñole hasta músicos como Rudy Barko, pasando por exiliados de los totalitarismos europeos de uno y otro signo, como lo fue Alfredo Turkel. En cualquier caso, Federico Wazinger dejó su sello en Gijón para siempre, no solo por apoyar económicamente al club de su ciudad de adopción, sino por ser también el creador de la popular tarta “Charlota”, hoy considerada ya parte de la tradición local y postre ineludible para los visitantes más “llambiones” que se acerquen por Gijón.