El Frontón ya no existe. Sus casas empezaron a desaparecer en 1968, pero del barrio gijonés hoy conocido como Laviada aún quedan innumerables recuerdos. El frontón de Vista Alegre, instalación ubicada en su día en la actual calle Tineo para practicar el popular deporte vasco, dio nombre a un barrio obrero que fue protagonista de la eclosión industrial de la ciudad. El historiador Luis Miguel Piñera, que acaba de sacar un libro sobre la memoria de El Humedal y Laviada, publicó en 2003 junto a Jesusa Casais su historia. Hoy la repasamos.
¿Por qué se jugaba en Gijón a la pelota vasca?
Para la construcción del muelle de Liquerica llegaron a Gijón cientos de obreros vizcaínos. Su afinidad con los gijoneses fue casi instantánea. Era 1864 y tal y como cuenta Piñera en el libro, los vascos en las horas de descanso que les dejaba el trabajo jugaban a la pelota en casi cualquier pared que encontrasen libre. Famosos fueron los encuentros contra el muro de la desaparecida Pescadería y muy habitual era también ver a los jugadores dando a la pelota en las tapias del viejo cementerio.
Así la necesidad del frontón era cada vez más latente. En 1893 un ciudadano llamado Ramón Serrano pide al ayuntamiento permiso para levantar un frontón «que ha de llamarse Vista Alegre destinado al juego de la pelota». Ese mismo año, para las fiestas de Begoña, se produce la inauguración, un acto solemne que contó con la presencia de los mejores pelotaris vizcaínos y guipuzcoanos.
Su éxito no duró demasiado. Vino la decadencia, el abandono y el famoso frontón de Vista Alegre desapareció. No se sabe la fecha exacta en la que dejó de funcionar, pero sí que no duró mucho. Aun así lo suficiente como para dar nombre al desaparecido barrio.
El Frontón, un barrio obrero
El Frontón fue durante su existencia un barrio obrero. Sus casas, situadas en el entronque de la carretera del Obispo (hoy calle Magnus Blikstad) y la carretera de Oviedo (actual avenida de la Constitución), no diferían de muchas otras viviendas modestas del Gijón de la época.
En las viviendas, edificadas en el solar del antiguo frontón, las condiciones de insalubridad y hacinamiento eran un hecho. Eran 2 bloques de 3 plantas, y 45 viviendas en total. En ninguna había un cuarto de baño, aunque sí un retrete que compartían cada dos domicilios.
La mayoría de sus inquilinos eran trabajadores de las empresas cercanas como la de Laviada, Visnú o Lejías El Conejo. También en muchas otras del entonces lejano barrio de La Calzada. Esas viviendas se comenzaron a derribar a partir de 1968. Desde entonces, la zona poco a poco fue transformándose hasta convertirse tiempo después en el actual barrio de Laviada. Hoy en sus calles ya no se juega a la pelota vasca, pero su origen aún se recuerda entre gran parte de los vecinos.
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