Me gustan los humoristas, son los terroristas del periodismo. De alguna manera una viñeta es como esa bomba que logran colocar en el buzón de un ministerio. Cuando explota, el humorista ya está a otra cosa
«Sabemos dónde trabajas y ahora lo saben nuestros 400.000 seguidores en Twitter. Es posible que muchos de ellos le empiecen a exigir responsabilidades cuando le vean salir de su despacho de la Diagonal de Barcelona». Así se las gasta Vox en con el editor de El Jueves. Y Adrián Barbón, socialista, católico y sentimental, no ha tardado en afirmar que ya está pedido un ejemplar de la revista satírica. Quiere decirse que Barbón no ha leído El Jueves en su vida y eso no es malo, sólo que no va en su carácter. Quiere uno decir que le resulta imposible imaginarse a Barbón escondiendo un Jueves ante la presencia ominosa de Sanz Montes, algo que podría aparecer en una viñeta de El Jueves, pero todo sea por la democracia y la libertad de expresión.
El fascio siempre ha llevado muy mal el humor. Hermano Lobo, El Papus o Mongolia fueron objeto o vienen siendo objeto de secuestros, demandas y así en este plan. La risa es peligrosa. Y en Vox lo saben. Lo vienen sabiendo desde antes de Vox. El humor gráfico ha sido siempre muy vapuleado por la derecha, de la misma manera que el columnista, por muy rojo que fuera, ha librado desde la muerte franco muy bien la censura. Me gustan los humoristas, son los terroristas del periodismo. De alguna manera una viñeta es como esa bomba que logran colocar en el buzón de un ministerio. Cuando explota, el humorista ya está a otra cosa.
El Jueves siempre ha estado un paso por delante en el humor político. Digamos que ese paso era un paso salvaje, anarcoide, libertario, con mucha mala hostia, con mucha verdad de fondo, con mucha calle. En El Jueves el humor era siempre una caricatura, un monigote, seres divertidos y grotescos que se escapaban de la portada, libérrimos y deformes. Clara de noche de Trillo, Maica y Bernes o las Historias de la puta mili y el emblemático Makinavaja de Ivá siguen presentes en la nuestra manera de ver, pensar y otras escatologías. Toda la transgresión gruesa y moderna, entre el punk y el hardcore del humor, lo ha hecho El Jueves en sus diferentes etapas y no había casa de obrero en el que no descansara junto al bidé un ejemplar para salir de allí más ligero, más aseado, más digno.
Efectivamente, El Jueves es un peligro para Vox, quizá el enemigo principal que dice sin ambages lo que todo el mundo piensa de Vox, lo que no se puede decir, lo que no se debe decir. Y es por eso que los lobos de Vox han apuntado a Ricardo Rodrigo Amar como el principal responsable de las blasfemias de El Jueves. Rodrigo Amar es el presidente de RBA, que ya me dirás tú a mí, querido y desocupado lector, qué responsabilidad tiene este buen hombre sobre una de sus publicaciones. En realidad, Vox no trata de amedrentar a los dibujantes de El Jueves sino al tipo que responde de la revista con un apunte contable.
El humor español siempre ha dispuesto de dos musas: el poder y los fachas. El humor trash sólo tiene sentido en la democracia, porque en una dictadura estarían todos criando malvas. Y la democracia está para eso, coño, para aguantar lo que le echen, mayormente si lo que le echan es el dibujo de Martínez el Facha. Constatamos que nos afecta, o sea que cuando un partido saca el grafiti o el tweet de la diana, cuando se pone así de histérica e hijaputa por un chiste, es que ha entrado en la menopausia. Viva el humor, la risa, la ironía y el sarcasmo, viva Clara de Noche, viva Makinavaja.