La polémica entre los seguidores rojiblancos está servida: ¿Perdería El Molinón, con su remodelación, la condición de campo decano del fútbol español?
La FIFA ha confirmado que el Mundial del 2030 se celebrará en España junto con Portugal y Marruecos. En un sorprendente salto del charco, homenajeará al primer Campeonato del Mundo disputando algunos partidos en Argentina, Uruguay y Paraguay. Con once sedes españolas, El Molinón tiene opciones de convertirse, por segunda vez en su historia, en campo mundialista. Al menos a priori, no parece sensato que Gijón dejara pasar esa oportunidad, pero para ello es imprescindible una profunda remodelación del estadio sportinguista, que no tiene ni la capacidad exigida ni está en las condiciones necesarias para albergar ningún evento deportivo de alto nivel.
El proyecto de Orlegi para el estadio gijonés -del que el aficionado poco sabe, salvo lo aparecido en la prensa- parece pasar por construir uno nuevo (aunque ahora ya lo llaman “remodelación”) levantado en paralelo al actual. Y la polémica entre los seguidores rojiblancos está servida: ¿Perdería con tal obra su condición de campo decano del fútbol español? En primer lugar hay que señalar que ninguna institución da de forma oficial tal “título”, tampoco lo hace la Real Federación Española de Fútbol. El decanato viene otorgado de forma oficiosa por la historiografía deportiva europea que, siguiendo los métodos aplicados por los históricos anuarios de fútbol británicos ya desde los años cincuenta del pasado siglo, exige que el campo decano sea el terreno de juego más antiguo de cada país. Es decir, que se esté jugando en el mismo lugar que se hacía en origen. De poco vale, a efectos históricos, que se llame igual, que se construya al lado o que pise unos metros el campo de juego antiguo.
El decanato gijonés viene refrendado por sendos trabajos presentados en 1979 y 2015 ante la Real Federación Española de Fútbol que demostraban que en el caso del campo gijonés no había habido variación alguna y se disputaban los partidos en idéntico lugar donde se habían jugado siempre. El Sporting heredó tal condición del famoso campo del Velódromo, primer estadio que hubo en España y hogar del Recreativo de Huelva desde su construcción en el año 1892 hasta 1957 en el que el conjunto onubense abandonó su histórica casa para trasladarse al Colombino. Tras el primer estadio decano del fútbol español, su sustituto fue El Molinón.
Evidentemente que el común de la afición -de la ciudadanía- casi nada sabe del plan de Orlegi para el nuevo campo, pero bueno sería recordar que el viejo estadio es una de las señas de identidad (junto con la camiseta) de nuestro club y que el nuevo campo – muy moderno y funcional – no tendrá jamás el carácter histórico del primigenio y un club sin identidad ni historia está llamado a ser, como mucho, algo parecido a un equipo de la Kings League. O no mucho más. Dicho lo cual, es evidente que el esbozo del proyecto que avanza la prensa asturiana es, cuando menos, ilusionante, comenzando por la idea de ampliar el parque Isabel la Católica e incluir al estadio en él y finalizando por convertir a El Molinón en un estadio puntero en el fútbol europeo. Otra cosa, será si es asumible su coste y las fuentes de financiación. Habrá que esperar.
Mientras, convendría recordar que el estadio es municipal y lo fue así durante casi toda su historia. Sabido es por casi todos que el Sporting comenzó jugando en la playa de San Lorenzo que le vio nacer, de allí pasó al Prau Redondu, en El Humedal, donde se empezó a cobrar a los espectadores que iban a disfrutar del nuevo deporte. Una perrona (diez céntimos de peseta), la entrada de pie y cincuenta céntimos, para aquellos que preferían verlo sentado en las sillas de madera que, con tal fin, se llevaban en cada encuentro. De allí se mudó a La Matona, una finca de La Guía propiedad del que fuera el alcalde más breve de la ciudad de Gijón, Joaquín Menchaca Salgado-Araujo. Este, aficionado al deporte en general, les arrendó el nuevo campo por un precio por debajo del habitual, cien pesetas por un trimestre.
De allí, el joven equipo se trasladó a la Flor de Valencia, ubicada también en La Guía y propiedad de Anselmo Piñole, para trasladarse posteriormente a la que ya sería su casa definitiva, El Molinón, una finca propiedad de un inglés afincado en la ciudad desde finales del siglo XIX. Julius Rimmel, hijo del empresario Eugène Rimmel, creador de la famosa máscara de pestañas y nieto del fundador de la popular empresa de cosméticos que lleva su apellido. Pocos años después de la muerte del ingeniero inglés, su herederos venden a finales de 1914 la finca de El Molinón a Anselmo Cifuentes, hijo del famoso empresario de idéntico nombre, y es quien en 1925 vende el estadio al club por 40.000 pesetas. La compra fue realizada por el presidente rojiblanco Ismael Figaredo, aunque su predecesor, Enrique Guisasola, ya había manifestado la imperiosa necesidad que tenía el club de tener un estadio propio en el que acometer, sin cortapisa ninguna, cuantas mejoras precisaba la entidad. Tras la compra de El Molinón a Anselmo Cifuentes el club vivió una época convulsa, como lo era el panorama político, social y económico de la Europa de la época. En 1944, acuciada la entidad de graves problemas financieros vende -prácticamente regala- el estadio al ayuntamiento gijonés a cambio de que corra con los gastos de su mantenimiento del mismo y garantice el uso exclusivo al Sporting durante las temporadas futbolísticas. El club rojiblanco tenía además una cláusula de recompra del estadio que vencía el 4 de diciembre de 1945. El club no la hizo efectiva y desde entonces, salvo un corto espacio de tiempo en manos de la Fundación José Antonio Girón (Universidad Laboral), fue propiedad municipal y así ha llegado hasta nuestros días.
Pero lo cierto es que el Sporting tiene una larga historia en El Molinón, pero fue muy pocos años su propietario. El primer encuentro- que conozcamos- que se disputó en El Molinón fue el que enfrentó a los equipos gijoneses de La Bella Sportiva y El Balón. Fue el 17 de mayo de 1908 y los primeros ganaron a los segundos con un solitario gol de joven Samuel Díaz. La noticia la recogió el diario El Comercio tres días más tarde. El equipo sportinguista comenzó a jugar en El Molinón en el año 1913, pero no fue campo de uso exclusivo del equipo rojiblanco hasta 1915. Eso sí, siempre con algunas excepciones puntuales otorgadas por el propio club sportinguista. Una historia en rojiblanco que puede finalizar próximamente, ya que aunque nadie pueda impedir que el club siga incorporando la fecha de 1908 en las gradas del nuevo estadio o allá donde desee, lo cierto es que para la historia deportiva el testigo del decanato habrá pasado a Mestalla (si aún siguiera en pie) o al estadio de la Cerámica, ambos de 1923. Evidentemente, nadie pretende que no se hagan mejoras en el actual campo del Sporting, ni mucho menos, y es evidente que Gijón no debe dejar escapar la posibilidad de albergar el mundial del año 2030. Es una gran oportunidad para la ciudad, pero bueno sería intentar aunar historia y modernidad y no perder uno de los símbolos casi sagrados de nuestro club.
Perfecto.
Todo es posible partiendo del lugar del césped histórico.
Hagan lo que quieran sin mover el Molinon.