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En los años 60, Gijón experimentó una intensa variación en su fisonomía, con la construcción de bloques de viviendas en la ciudad histórica, en los ensanches del siglo XIX, en los barrios y en un amplio extrarradio no siempre bien urbanizado. Un crecimiento demográfico de más de 60.000 habitantes en la década, al calor del crecimiento industrial, y la nueva mentalidad desarrollista que asociaba modernidad con crecimiento en altura, convirtieron a Gijón en una “ciudad vertical”.
El rascacielos de Gijón se construyó al lado de la iglesia de San José y recibió el nombre de edificio Bankunión, cuya altura entró en competencia con el de “La Jirafa” de Oviedo, en un momento en el que la modernidad se medía en elevación urbana. La torre de Álvarez Garaya define el primer skyline gijonés que después sería superado por la imagen del Muro de San Lorenzo.
