Ignacio Cases Mora, conocido por todos como Nacho Cases, llegó a Mareo con tan solo 7 años. Como él mismo dijo en su despedida del club rojiblanco, entonces solo era «un niño inquieto, revoltoso y que según decían se le daba bien jugar a la pelota». Pero en el Sporting no solo se formó como futbolista, sino también «como persona». 22 años en el equipo que le vio crecer dieron para mucho. En el estadio del Molinón Cases vivió algunos de los momentos más felices de su vida. Sin embargo, fuera de los terrenos de juego, hay un lugar que le llena de «paz y tranquilidad»: la playa de San Lorenzo. Este es su rincón favorito de Gijón.
San Lorenzo, nostalgia de la adolescencia
Tanto en verano como en inverno, la playa de San Lorenzo se convierte en el rincón favorito del futbolista Nacho Cases. Cuando vivía en Gijón era habitual que se levantara temprano para pasear por ella, especialmente en los «meses de abril a mayo cuando los días eran soleados, pero fríos». Dice que el mar y la playa le transmiten «paz, tranquilidad y una soledad que hace que me sienta bien«. Pero si hay algo que hace este lugar aún más especial para él son sus recuerdos de adolescencia.
Cases aún rememora con sonrisas los muchos veranos con amigos de los que disfrutó en San Lorenzo. Asegura que los recuerda con nostalgia, «pero una nostalgia positiva, de decir he disfrutado como tenía que hacerlo». Allí, entre las olas y con la compañía de los suyos, era feliz.
La afición por el fútbol de Cases y su etapa en el Sporting
Donde también disfrutó y sigue disfrutando es en el terreno de juego. La afición por el fútbol le viene de su padre y ya desde niño corría detrás de la pelota. «Cuando eres pequeño ves a muchos como tú jugando al fútbol y cada día te va gustando más». Entonces no imaginaba que lo que era un pasatiempo iba a convertirse en su profesión, y que el fútbol le daría algunas de las mayores alegrías de su vida. La gran mayoría de ellos como jugador del Real Sporting de Gijón.
En el club gijonés «viví una etapa muy importante y larga de mi vida«, unos años en los que «crecí, aprendí y maduré», según él mismo cuenta. En total más dos décadas que sirvieron para que el guaje de Mareo comprobara que los sueños se hacen realidad.
Cases fue el capitán del filial que logró el ascenso a Segunda B mientras el primer equipo subía a Primera en la temporada 2007-08, también uno de los revulsivos que hicieron lograr la permanencia en la campaña 2010-11, y después del descenso lideró nuevamente el equipo de los guajes que volvió a Primera en 2015. Muchos momentos importantes, aunque si tuviera que elegir solo uno sería su debut en el primer equipo.
Los primeros minutos del centrocampista en la máxima categoría llegaron en enero de 2011 de la mano de Manolo Preciado. Nacho Cases tenía 23 años y saltó al terreno de juego frente al Racing de Santander, en un partido en el que los rojiblancos se jugaban mucho, pero en el que ya desaparecido entrenador no dudó en hacerle debutar. «Fue el día más feliz, el sueño cumplido», asegura el futbolista.
La nueva vida de Cases en Chipre
En junio de 2017 y con lágrimas en los ojos Nacho Cases puso fin a su etapa en el Real Sporting. «Fue difícil, pero necesario, lloré mucho, me dio una pena tremenda, pero lo necesitaba», reconoce. No tardó en hacer las maletas y poner rumbo a Chipre.
En el AEK Larnaka «me lo he pasado muy bien, he ganado títulos y he descubierto un país en el cual me quedaría a vivir para siempre». Y eso es prácticamente todo lo que quiere seguir haciendo: «jugar al fútbol, seguir descubriendo rincones del mundo y ver crecer feliz y sana a mi familia». Porque Nacho tiene claro que «al final el fútbol es un deporte, ganas o pierdes, pero para mí es mucho más importante ser feliz fuera de él, y aquí lo soy».
Por ello, por el momento no se plantea volver a vivir en Gijón. «Me quedaría aquí a vivir, mis hijos están en un país que es muy seguro, les ofrece muchas posibilidades para pasárselo bien, un clima envidiable..pero la vida da muchas vueltas y el mes que viene quizá piense otra cosa». Lo que tiene claro es que las ganas de volver, aunque no sea a vivir, siempre están presentes. Cuando lo haga, los paseos por la playa de San Lorenzo seguro que no faltan.
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