Las aguas del Cantábrico reflejan nuestra imagen y nos devuelven la fotografía de una ciudad que supera los pesares de un pasado oscuro y se afrenta a nuevo siglo con fuerzas renovadas
Dicen que algo tendrá el agua cuando la bendicen. El origen de esta expresión puede estar en la antigua creencia de que el agua podía estar embrujada y al bendecirla se librarla de los malos espíritus. Quizá esta creencia tenga su origen en las enfermedades que se contraían por beber agua contaminada. Del mismo modo, cuando se menciona a alguien o algo que no viene al caso o cuando se le atribuye alguna culpa sin causa apreciable, es señal de que existe alguna malicia. Se aplica también para justificar una alabanza o rechazar una censura. En resumen: el agua, bendita o no, forma parte de nuestras vidas y más en esta ciudad.
Hoy, en mi paseo tranquilo y de día de fiesta, miró hacia la principal bendición de este Gijón “que quiero y que tanto adoro”. Las aguas del mar Cantábrico llevan rompiendo contra el muro de San Lorenzo como el gran acicate de esta ciudad inquieta y que se revela; que se emociona y deprime a la misma velocidad que pasa de la euforia a la decepción. Las aguas del Cantábrico reflejan nuestra imagen y nos devuelven la fotografía de una ciudad que supera los pesares de un pasado oscuro y se afrenta a nuevo siglo con fuerzas renovadas; que supera el peor año de nuestras vidas con el inicio de un verano con poco sol pero muchas ilusiones. Las aguas de nuestra playa son pacientes testigos de nuestras esperanzas, nos devuelven con la marea alta la fuerza que nos falta y nos acogen en unas espectaculares bajamares que convierten la playa en un auténtico congreso ecuménico en el que al igual que en la “Fiesta” de Joan Manuel Serrat el noble y el villano, el prohombre y el gusano bailan y se dan la mano sin importarles la facha.
El mar ha dado a Gijón vida, personalidad, carácter, trabajo, mil historias…Pero sobre todo, lo que nos da son ganas de seguir hacia adelante, de seguir luchando para que nuestra ciudad sea un referente en muchos ámbitos, pero sobre todo para que sea una ciudad en la que vivir resulte un descanso y no un esfuerzo; en la que pasear sea un placer y no un obstáculo; en la que trabajar sea una opción y no un imposible; en la que la convivencia no tenga razas, color o clase; en la que la igualdad tenga una bandera repleta de colores.
Bendicen el agua por algo y ese algo es lo que el Cantábrico nos devuelve para conformar la personalidad de esta ciudad a la que hoy felicito con motivo del día de San Pedro. Por segundo año no ha habido bendición de aguas, pero yo me doy por bendito tras pasear por este Muro de San Lorenzo en el que lo único que sobra es la sombra sobre la playa. Felicidades a todas y todos en esta jornada festiva de una ciudad en la que “os espero si queréis venir. Pues cae la noche y ya se van Nuestras miserias a dormir”. Felicidades Gijón y feliz verano.
Si hubieras bajado a la arena, habrías comprobado que parecía que la habían bendecido con muchos kilinos de carbón y es posible que te hubieran chafado el paseo por tan bello y concurrido paraje