
Los ojos que vieron y vivieron andanzas pasadas observan hoy, con orgullo, cómo aquellos “neños” del barrio, hoy “paisanos”, han tomado el testigo con seriedad y entrega
Pasear por “Cimata” es siempre un placer lleno de recuerdos. Los ojos que vieron y vivieron andanzas pasadas observan hoy, con orgullo, cómo aquellos “neños” del barrio, hoy “paisanos”, han tomado el testigo con seriedad y entrega. Pero el barrio alto, que celebra sus fiestas de la Virgen de la Soledad y los Remedios, ha ido mucho más allá. Este año tuvo pregoneros de excepción en quince “guajes”, vecinos todos ellos de Cimadevilla, que dejaron en sus frases las carencias del barrio.
Tomó la palabra, antes de la intervención de estos quince fenómenos, Sergio Álvarez, presidente de la Asociación de Vecinos Gigia, acompañado de dos miembros de la comisión de fiestas, Isa Avella y Lidia Wey, esta última nieta de “El Chino”. Álvarez aplaudió al gentío que rodeaba la plaza donde se encuentra la sede de la asociación, la Casa del Chino, y que -afortunadamente- eran del barrio y no turistas. Muchos de ellos del grupo de Introcharangas, formado por miembros de las diferentes formaciones charangueras, y encargados de amenizar con sus turutas y tambores cada uno de los rincones del barrio, adornados con miles de banderolas y las fantásticas figuras que se han hecho a lo largo de los años.
Precisamente esto último merece especial relevancia, ya que los ocho vecinos que se encargan de tal menester siempre están a expensas de que alguien les deje algún local para realizar tal envergadura de trabajo.
En estos momentos Ángel Murias (firma gran parte de las fotos que acompañan esta crónica), Luis Miguel Langarica, Omar López (presidente de la comisión) Marcos Huergo, Laura Buznego, José Goutayer, Borja Fernández, Marcos Santori y las anteriormente nombradas, piden, ya suplican, un espacio no solo para guardar esas obras si no también donde poder hacerlas con las mínimas comodidades.
Bien es verdad que aprovechan estas líneas para agradecer al propietario de las antiguas oficinas de la Autoridad Portuaria, el permiso para utilizar uno de sus bajos. Ahora bien, en cuanto el papeleo para construir un hotel en dicho espacio esté resuelto, la asociación de festejos se quedará nuevamente sin lugar alguno.
Dicho esto, hoy ya vemos colgados, como si fueran grandes amigos, a los centollos, la tortuga, el tiburón y el gran barco que presiden la plaza de Arturo Aria y que hasta tiene luz. Todos ellos realizados con porexpan y decorados con esmero y pasión. Nos espera la música en directo a partir de las 20.00 horas, los días que dure la fiesta y una gran carpa levantada en el Cerro de Santa Catalina, que acogerá a las orquestas y con seguridad a la alegría y espontaneidad de vecinos tanto de bajo villa como de Cimavilla.