La peregrinación sidrera por antonomasia recorrió un total de nueve establecimientos, disfrutó del talento del equipo de la sidrería La Montera Picona de Ramón y asistió a los eventos del XIV Primer Sidre l’Añu en Cimavilla
Un éxito sin paliativos. Ese es el balance que, en las últimas horas de este viernes, se hacía desde la Fundación Asturies XXI de la última edición del ‘Sidracrucis‘, que ayer recorrió nueve establecimientos repartidos por todo el Principado. Porque, afirman sus organizadores, no sólo el buen ambiente, las ganas de folixa y la variedad de sidras probadas estuvieron a la altura; también el número de participantes, veintisiete, dos más de las plazas inicialmente reservadas, confirmó la buena salud de que roza esta experiencia a medio camino entre la bendición y la fiesta, consolidada como una alternativa lúdica puramente asturiana a las propuestas que suelen poblar cada Viernes Santo.
Con la ovetense plaza del General Primo de Rivera como punto de reunión, ya desde media hora antes del inicio del tour algunos asistentes comenzaron a congregarse en las inmediaciones del local de la revista ‘La sidra’, donde se recogerían credenciales y documentación. Tras recoger las etiquetas y realizar un primer ensayo musical con el himno oficial de la ocasión, el ‘Xermanín, échame un culete’, los ‘penitentes’ marcharon a Gijón, escenario de la primera parada. Ésta se produjo en la sidrería La Montera Picona de Ramón, en la que se les ofrecieron diversos pinchos, al tiempo que del escanciado se encargaban el campeón Wilkin Aquiles, y la primera clasificada Alejandra Venegas.
De allí la comitiva partió al Natahoyo; allí, los vecinos recibieron la procesión con bailes y aplausos desde las ventanas, antes de detenerse en las sidrerías El Mostachu y El Trebol. Acto seguido se puso rumbo a Cimavilla, escenario en esas horas de la inauguración del XIV Primer Sidre l’Añu, en L’Atalaya. Tras unos bailes y no pocos culetes, llegó el momento de saltar a Villaviciosa, al llagar Cortina, paso previo al viaje a Nava, hogar de las sidrerías La Florida y La Plaza. El remate a tan dura jornada fue en el llagar de Lolina, en Sorribes, donde los participantes llegaron en buenas condiciones, con ganas de fiesta… Aunque, confirman desde la organización, con «una fartura acumulativa».