Considerado por sus familiares y cercanos «un avanzado» y «una buena persona, en el sentido más puro de la palabra», su fallecimiento, ocurrido a los 72 años, víctima un cáncer, deja huérfano a un sector para el que fue referente y pionero
Es muy posible que, de aquí a poco tiempo, 2024 sea recordado en lo gastronómico como el año de las hamburguesas. O, al menos, el de la consolidación de un fenómeno, la pasión por el bocadillo de carne, que gana adeptos, suma negocios y despierta amores por miles, si no millones, en todo el mundo. Y este jueves, en una jornada marcada por el gris plomizo y la lluvia que anticipa el otoño, Gijón llora la pérdida del que fue uno de los pioneros de esa afición en la ciudad. Miguel García Fernández, fundador en 1982 de Mike’s, la primera cadena de hamburgueserías con presencia en la urbe, fallecía ayer miércoles a los 72 años, tras una larga lucha contra un cáncer que, finalmente, ha ganado la batalla. Sin embargo, su muerte deja atrás un legado profesional y humano imborrable, que ha marcado a generaciones enteras de vecinos y foráneos, y del que destaca, por encima de cualquier otra alabanza, una cualidad concreta, celebrada por todos los que le conocieron: la de ser, más que nada, una buena persona.
«Fue padre de sus hijos, abuelo de sus nietos, amigo de sus amigos… Y bueno. Muy bueno. Decir cualquier otra cosa sería decorarlo«. Así le describe hoy su círculo familiar más próximo, formado por su viuda, María Isabel Robles; por sus hijos, Alfredo y Eduardo, y por sus nietos, Alejandro y Manuel. Los mismos que esta tarde, a las 18 horas, permanecerán a pie firme en la primera fila del funeral que se oficiará en la iglesia del Corazón de María. Y todo hace prever que será una celebración concurrida. No en vano, prosiguen sus más cercanos, «hacía amigos allá donde iba, porque no tenía fisuras y siempre estaba dispuesto a ayudar hasta donde pudiese; a veces, incluso, un poquito más de la cuenta». Virtudes todas combinadas con una humildad que le acompañó hasta sus últimos instantes. «Disfrutó del éxito, por supuesto, pero hasta el final no fue consciente de la repercusión que tuvo lo que hizo para ciertas generaciones», rememoran, esgrimiendo ese hecho como prueba irrefutable de su «perfil bajo. Era un hombre de barrio, al que le gustaba estar rodeado de sus amigos. A lo material no le daba demasiada importancia; no era algo que considerase en la vida«.
Profundamente ligado durante toda su vida a ese barrio, El Muselín, que le vio nacer, García tocó varios ámbitos profesionales antes de recalar definitivamente en la hostelería, el que llegaría a ser su feudo. En la segunda mitad de los 70 abrió en El Humedal el que fue su primer proyecto, la ya extinta hamburguesería People’s, concebida a imagen y semejanza de aquellos dinners estadounidenses popularizados por las películas de Hollywood. Fue una experiencia piloto en toda regla, que proporcionó a García las tablas necesarias para dar su gran salto: la apertura de la primera Mike’s, ubicada en La Arena y que no tardó en seducir a su creciente clientela. «Antes de que llegasen las grandes cadenas norteamericanas, aquella era nuestra hamburguesería, a la que ibas cuando eras guaje«, recuerda, a título personal, Félix Marcos, portavoz de la plataforma Hostelería con Conciencia (HCC). El azar quiso que su nacimiento, también en 1982, coincidiese con el de Mike’s, un detalle que imprime emoción al recuerdo de aquel local en la calle Corrida, uno de los varios que la cadena fue abriendo por Gijón (el último, en Montevil, hace apenas dos semanas), antes de dar el salto a Oviedo, La Felguera y Mieres. «Íbamos mi madre, mi hermano y yo, y aún me acuerdo de la primera vez que fui… Para esas generaciones, tuvo un valor sentimental muy grande«.
Pero no todo fueron hamburguesas, refrescos y fascinación por la conocida en inglés como Americana culture. Durante sus décadas de trabajo, García también gestionó negocios hosteleros más prosaicos, como los adscritos a El Molinón, al Hípico o al Palacio de los Deportes. Semejante proyección le llevó a formar parte de la antigua Asociación Hostelería de Gijón, precursora local de la actual Hostelería y Turismo de Asturias (OTEA). Fue allí donde compartió peripecias con el presidente de esta última en la ciudad, Ángel Lorenzo. «Tuve la suerte de coincidir con él a finales de los 90, y sólo puedo decir de Miguel que, aparte de una grandísima persona, que sólo hizo amigos, fue un hostelero muy avanzado«, recalca Lorenzo. En sus palabras no hay halagos gratuitos, ni falsas bondades; sólo una percepción personal y emotiva, sí, pero basada en hechos objetivos. A fin de cuentas, con Mike’s «creó una red de hamburgueserías cuando las grandes cadenas todavía no habían desembarcad en Gijón. Fue una de esas personas a las que que admiras por modernizar el sector. Como hostelero, lo único que sacó de sus compañeros y de sus clientes fueron buenas palabras«. Ante semejante impacto, Lorenzo no incurre en una exageración al concluir que, «cuando alguien así falta a tu lado, todos perdemos una pata importante«.