Se acabó el verano, y se nota. Sin casi transición entre los 25 y los 12 grados, el otoño está aquí y este año me preocupa especialmente. Podrían pensar que mi incertidumbre tiene su origen en los posibles catarros que la nueva estación y la siguiente puedan provocar en mi joven hija. Eso también. Pero este otoño lo que más preocupa es cómo, dónde y con qué consecuencias van a poder secar su ropa y la de su hija una buena pareja de amigos. Les cuento a ver qué les parece.
El conserje de la urbanización espetó la cruda realidad en la cara de un padre estupefacto. “Me han preguntado si en ese piso viven gitanos”
Hace unos meses, esta nueva familia decidió cambiar de domicilio ya que el nacimiento de su hija obligaba a una residencia con alguna comodidad añadida y necesaria para la más pequeña. Encontraron su destino en una urbanización ubicada en un tradicional barrio de la ciudad. Un acogedor piso en una comunidad tranquila y aparentemente acogedora para el recién llegado. Todo eran parabienes para los nuevos vecinos, especialmente cada vez que hacían aparición en las zonas comunes con su niña en brazos.
Pero una mañana, el conserje de la urbanización espetó la cruda realidad en la cara de un padre estupefacto. “Me han preguntado si en ese piso viven gitanos”, le soltó el amable portero ante el aparente pecado capital de esta familia que en la terraza del piso en el que vive cometió la denigrante escena de colocar un tendal auxiliar de dos cuerdas extensibles ante la imposibilidad de tener espacio suficiente para secar las coladas que generan dos adultos y un bebé.
El padre no podía dar crédito a muchas cosas que subyacen en esta advertencia que, de mano, ya incluye una clara connotación clasista y racial. ¿No tener secadora te confiere una categoría social diferente? Y en todo caso: si según el criterio de algunos de estos acogedores vecinos son solo los gitanos los que tienden ropa en los tendales de sus terrazas, revisen ustedes los balcones de muchas de las casas que tienen cerca, verán como hay más payos que gitanos con tendales en sus terrazas.
‘Si la ropa limpia molesta, colguemos libros para estas personas que dan lecciones de supuesta urbanidad (…)‘
Mi querido amigo no tuvo más respuesta que encogerse de hombros ante una advertencia-sentencia que resulta más sorprendente tras el confinamiento que hemos vivido. Cuántas veces habrán escuchado que después del encierro seriamos una sociedad más unida, más solidaria, más comprensiva, menos egoísta…La respuesta a esa quimera es la reacción ante un tendal de dos cuerdas en una terraza de comunidad a cuyas ventanas se asomaron los que entonces aplaudían a las ocho y hoy critican sin dar la cara, sin razón y sin argumentos.
Quizás la mejor respuesta a los que son capaces de cuestionar cómo seca su ropa cada uno esté en las mismas cuerdas de ese tendal que ha generado esta situación que les cuento. Si la ropa limpia molesta, colguemos libros para estas personas que dan lecciones de supuesta urbanidad y en cuyos balcones lo único que puede verse no es la luz de una lamparilla de noche para la lectura sino la tan distinguida y paya costumbre de televisores capaces de secar con la luz de sus pantallas la colada de dos familias numerosas.
Nacho Poncela es periodista y colaborador de miGijón
¡Cómo somos! Mucha tristeza ante tanto clasismo que por otro lado siempre hubo, en este Gijón del alma. Salud.