El embrujo de la icónica marca estadounidense cautiva cada vez a más adeptos, seducidos por la inconfundible estética, el aura de libertad y el espíritu de fraternidad que irradian sus motocicletas; el Asturias Chapter y el HDC son los mayores clubes en la región
Es una de las secuencias más emblemáticas del género cinematográfico road movie. Un tranquilo pueblo del sur de Estados Unidos disfruta de la sana paz de la cotidianeidad cuando, de pronto, un rugido lejano pone en guardia a sus humildes habitantes, una nube de polvo se cierne a toda velocidad sobre el lugar… Y, en cuestión de minutos, varias decenas de motoristas de apariencia salvaje, cubiertos de cuero y tatuajes, abanderados por los parches con los colours de su banda y con actitud amenazante, han tomado el control de la localidad, convergiendo sobre el primer bar disponible, decididos a imponer su ley y, de paso, a causar algún que otro altercado. Seguro que el lector promedio recordará alguna de tales escenas; películas y series como ‘Salvaje’, ‘Sons of Anarchy’ o la reciente ‘Bikeriders’ han pasado a la historia del séptimo arte por ellas. Y probablemente tampoco tenga dificultades en identificar la marca de las motocicletas que, usualmente, montan esos ‘jinetes del asfalto’, la quintaesencia de la rebeldía y del rechazo a la autoridad desde mediados del siglo XX. Sólo dos palabras para nombrar al que es el mito por antonomasia de las dos ruedas: Harley-Davidson.
Como suele ocurrir, fuera de las pantallas la realidad tiene poco de la violencia que habitualmente se atribuye a este mundillo, aunque sí retiene un elemento capital: la fascinación que esa firma genuinamente estadounidense logra despertar. Un amor con aroma a gasolina y promesas de libertad que gana adeptos por todo el mundo. También en Asturias. Contabilizar con precisión cuántos de estos vehículos ruedan por las carreteras del Principado sería difícil; varios cientos, probablemente. Ahora bien, existe un indicador bastante esclarecedor: el número de aficionados adscritos a los clubes y asociaciones fundados en torno a la marca. Y aquí, en suelo asturiano, dos son los grupos principales: el Asturias Chapter, parte del internacional Harley Owners Group (HOG) y, por tanto, su representante oficial en la provincia, con unos setenta moteros, y el Harley-Davidson Club (HDC) Astur, de concepción independiente y acceso más selectivo, que alinea a veinte socios. Eso sí, que nadie se equivoque. Entre estos clubes no hay rivalidades; sus miembros no se alteran al ver los ‘colores’ del contrario, ni se pelean con cadenas o ‘puños americanos’, ni matan el aburrimiento quemando locales. Son, en el sentido estricto del término, ciudadanos corrientes que, como los aficionados de un equipo de fútbol, comparten un gusto común por estas motos.
Asturias, el «paraíso del motero»
«Aquella mala prensa de antaño, lo de que éramos unos problemáticos, está ya más que superada; ni siquiera la marca la quiere», ríe Acisclo Álvarez-Sala, director del Chapter desde hace una década. La composición del grupo que lidera confirma esa afirmación. Creado en 2007, al mismo tiempo que el concesionario de Harley-Davison echaba a andar en el ovetense Parque Empresarial ‘Águila del Nora’, hoy la media de edad de sus integrantes ronda los cuarenta años, con aproximadamente una veintena de mujeres, y una ecléctica representación de profesiones. Obreros, empresarios, fotógrafos, policías, militares… En fin, personas normales y dispares entre sí, con oficios y vidas propias, que reniegan de los problemas y que entran a formar parte del Chapter desde el mismo instante en que adquieren una Harley, independientemente de si optan por modificarla (‘customizarla’ en el argot propio), o no. «Nos une la pasión», aclara Álvarez-Sala. «Cuando compras una de estas motos, lo que estás comprando es el espíritu de libertad, de aventura, de compañerismo, de familia… Tener una Harley es un estilo de vida y, para él, Asturias es ideal: el clima, los paisajes, las carreteras, la gastronomía, el paisanaje… En España, es el paraíso del motero«.
Domi García es del mismo parecer. En 2011 este biker decidió refundar el disuelto Harley-Davidson Club (HDC), del que es presidente desde entonces. Como el Chapter, el HDC Asturias es la expresión regional de una estructura mayor, el HDC España. No obstante, en su caso no hay una dependencia directa de la marca, ni la entrada es posible por el mero hecho de adquirir una moto. «Es una elección. Ante todo, el aspirante debe sentirse a gusto con nosotros, y nosotros con él; hay quienes no han seguido porque no nos consideraban suficientemente ‘malotes’, o porque no se cumplían las expectativas«, aclara García. Además, el HDC pone más énfasis que el Chapter en la customización de los vehículos, hasta el punto de que en sus garajes «no hay dos iguales; les cambiamos el color, los escapes, los manillares… Todo homologado, por supuesto, siempre dentro de la legalidad». Pero las diferencias fundamentales terminan ahí. Como en el caso del Chapter, en el HDC los perfiles son variados, tanto en lo profesional como en lo personal, con una media de edad un poco más alta, de 45 años, y cuatro mujeres entre los veinte socios de pleno derecho. En torno a ellos orbita una pequeña constelación de ‘socios familiares’, que «puede que no tengan una Harley, pero se involucran; eso sí, deben venir de la mano de alguien».
«En todas partes nos piden permiso para sacarse fotos con las motos; ya no hay recelo»
Todo lo anterior forma las estructuras básicas de ambas organizaciones, pero… Realmente, ¿a qué se dedican estos clubes? Fácil: a recorrer el mundo… Y a disfrutar del trayecto. Tanto en el HDC como en el Chapter la espina dorsal es la realización de visitas a las sedes de sus organizaciones hermanas, bien dentro del territorio nacional, bien fuera de las fronteras de España. «Es como hacer turismo dentro del mundo Harley; viajamos juntos, nos concentramos en un lugar, lo recorremos, celebramos comidas, hacemos fiestas… Y, sobre todo, conocemos a gente de todas partes», explica García, recién llegado de una de esas escapadas por los Alpes con cuatro compañeros del HDC y un amigo común. Esa dimensión global, incluso multiplicada, también se da en el Chapter. «En Asturias tenemos un montón de rutas temáticas: de quesos DOP, de Pueblos Ejemplares… Luego nos hemos recorrido Europa, hemos ido a África… Pero lo que más visitamos es Estados Unidos, el paraíso motero mundial», afirma, entusiasmado, Álvarez-Sala. Por descontado, ellos mismos son anfitriones en ocasiones. En el caso del Chapter, sus grandes eventos anuales son el Rally Reconquista, bianual y cuya décima edición se disputará el mes que viene, y la peregrinación a Covadonga cada enero, en la que se bendicen las motos. Para HDC, en cambio, el hito propio es la concentración anual itinerante, cada vez en un lugar distinto del Principado, y a la que, habitualmente, dan una dimensión solidaria, recaudando fondos que donar a causas como la de la Asociación Galbán, o la de apoyo a Xana García, adolescente avilesina aquejada de parálisis cerebral.
Como en cualquiera de las películas y series mencionadas anteriormente, la llegada del Chapter o del HDC a cualquier población no pasa desapercibida… Para bien. «Es algo que impresiona mucho, que genera curiosidad, pero ya no despierta recelo; es más, lo que nos piden no es que nos vayamos del pueblo, sino que les dejemos hacerse fotos con las motos«, bromea Domi García. Tanto él como sus compañeros de club son ricos en anécdotas divertidas, entrañables e, incluso, emocionantes, al igual que sucede entre los miembros del Chapter. «Es un clásico: llegas de visita a un pueblo, quedas en que se va a partir a las doce en punto, y cinco minutos antes de arrancar, cuando ya te estás equipando, se te acerca gente, muchas veces mayor, que te dice que tuvo una moto igual, que le trae muchos recuerdos… Claro, te tienes que volver a quitar el casco y los guantes, y ya sabes que hasta las doce y cuarto, como mínimo, no vas a salir», narra con ternura Álvarez-Sala. Es otra de las manifestaciones de esa ‘magia de las Harley’, cuya existencia confirman ambos líderes. «Tú pon juntas cinco de nuestras motos en una calle, y veinte de cualquier otro tipo; ya verás cuáles son las que llaman más la atención. Como siempre decimos, hay dos tipos de motos: las Harley y las otras».