«El periodismo local es importante para la identidad y el bienestar de la comunidad. Los medios locales reflejan la diversidad de una ciudad y sus preocupaciones únicas»
Discurso de Jordi Rodríguez Virgili, doctor por la Universidad de Navarra y profesor de Comunicación Política, durante la I Gala del diario miGijón, celebrada el 28 de noviembre de 2024 en el Somió Park (Gijón, Asturias)
«En marzo de 2016, la cuenta de correo electrónico de John Podesta, director de campaña de Hillary Clinton, fue pirateada. WikiLeaks publicó sus correos electrónicos en noviembre de ese año. Entonces, se corrió el rumor por las redes sociales de que estos correos contenían mensajes codificados que conectaban a varios restaurantes y miembros del Partido Demócrata con una supuesta red de tráfico de menores. Uno de los establecimientos presuntamente involucrados era la pizzería Comet Ping Pong en Washington, DC. En diciembre, Edgar Maddison, de 28 años, irrumpió armado en la pizzería y comenzó a disparar dispuesto a liberar a supuestos esclavos sexuales menores de edad. Sin embargo, no encontró nada y fue detenido por la policía. Afortunadamente, Maddison no hirió a nadie.
En Eslovaquia, días antes de las elecciones de 2023, se viralizó un audio falsificado donde la voz suplantada de un candidato sobornaba para comprar votos. Más recientemente, en enero de este año, los electores de New Hampshire recibieron una curiosa llamada con la voz de Joe Biden. No era una grabación, dialogaba con ellos, se trataba de una voz artificialmente sintetizada y con respuestas generadas por Inteligencia Artificial. El autor fue detenido y en su defensa alegó que solo quería mostrar los peligros de la IA.
No hace falta irse tan lejos ni usar ejemplos tan extremos, basta asomarse cada día al debate público de nuestro país, en las redes, los medios o el Congreso de los Diputados, para decir con el periodista Matthew d’Ancona aquello de “bienvenido a la era de la Post-Verdad, un tiempo en el que la mentira y la desinformación están desafiando los fundamentos de la democracia”.
La desinformación mina la confianza en el sistema e instala la cultura de la sospecha, porque para tener éxito no necesita construir una realidad alternativa, basta con corromper la relación con la realidad. La posverdad amenaza de manera seria la democracia, porque si no existe la verdad, el diálogo carece de sentido. Cuando se confrontan distintos intereses y ninguno de ellos puede apelar a una razón universal, a la correspondencia con la realidad, acaba por prevalecer el interés del más fuerte, a través de la guerra, aunque sea de posiciones, percepciones o de relatos. Como señala Eugenio Marín, “cuando todo es discutible dejamos de discutir y empezamos a forcejear por prevalecer. Sin la mutua aspiración a la verdad a nuestro alcance, la discusión no es más que violencia disimulada”.
Vivimos en una paradoja, nunca antes podíamos comunicarnos con tanta gente, de tantos sitios diferentes, con tanta información, de tantas formas distintas y en tan corto periodo de tiempo. Y a la vez, la sociedad se percibe como más dividida, incomprendida, insolidaria y con personas más aisladas.
Comunicación y democracia siempre han ido de la mano. El lema “Sin periodismo no hay democracia”, no es una figura retórica, ni una idea ingeniosa, es una realidad. La democracia requiere ciudadanos informados que decidan con libertad. En este sentido, uno de los padres fundadores de los Estados Unidos, principal autor de su Declaración de Independencia y tercer presidente del país, Thomas Jefferson, sentenció “Yo prefiero tener Prensa sin Gobierno que Gobierno sin Prensa”. Y Lord Bryce escribió que la prensa periódica era la que había “hecho posible la democracia en los países grandes”.
Esos vasos comunicantes también pueden funcionar en sentido negativo. Lo tenía claro el editor norteamericano, conocido por los premios periodísticos que llevan su nombre, Joseph Pulitzer, quién sentenció que “una prensa cínica, mercenaria y demagógica producirá un pueblo cínico, mercenario y demagógico”. Y Lippmann escribió que la crisis de la democracia occidental era una crisis del periodismo.
La relevancia del periodismo para la democracia reside en su función social. “El propósito del periodismo consiste en proporcionar al ciudadano la información que necesita para ser libre y capaz de gobernarse a sí mismo”. Este propósito central del periodismo consta de tres funciones principales. Una primera es difundir información verificada con claridad y rapidez. A ella, pronto se le añadió una segunda, la de controlar al poder.
La función del periodismo como vigilante del poder, conocida popularmente como de perro guardián, es distinta y se complementa a la política (de la oposición al Gobierno) y la judicial ejercida por los jueces; es un mecanismo para reforzar la transparencia y la rendición de cuentas de los representantes a sus representados.
Junto con la labor informativa y de vigilancia a los poderosos, el periodismo ha sido considerado, en palabras de Hartley, como “la principal práctica de creación de sentido de la modernidad”. Su estatus institucional también está ligado a la función de satisfacer la necesidad de orientación de los ciudadanos en el entorno social, de entender la actualidad. Una función más encaminada a analizar y explicar el porqué de los hechos, así como las causas y las posibles consecuencias de las ideas o acontecimientos que se producen en la vida en comunidad.
Pero, como decíamos al principio, estamos en un momento crítico en todos los ámbitos de la información. Los problemas políticos están diagnosticados y ampliamente documentados: podemos sintetizaros en las “tres P”: Posverdad (la desinformación a la que hemos hecho referencia), Populismos de izquierdas y derechas (con su carga de demagogia, simplificación de mensajes y discursos dicotómicos) y Polarización (los unos contra los otros, el biblioquismo que sufrimos España). La mezcla de estas tres tendencias hace que los engaños que más nos cuesta ver son, de hecho, aquellos que coinciden con nuestros puntos de vista.
La popularización del acceso a la tecnología gracias a Internet y las redes trajo consigo una abundancia de fuentes, informaciones y sobre todo opiniones sobre cualquier tema. Sin embargo, esta sobreabundancia, llamada Infodemia, hace difícil procesarlas y discernir las apegadas a la realidad. En las redes sociales se muestran las fuentes al mismo nivel, es un proceso democratizador de la información, sin duda, pero también facilita la mezcla de noticias procedentes de fuentes serias con otras irrelevantes o de escasa fiabilidad, y de contenidos ciertos con otros engañosos o simplemente falsos.
El periodismo sigue siendo tan necesario como el agua. Antes, en un contexto de escasez, como de agua en el desierto, el periodismo aportaba la información cuando era difícil de obtenerla. En este contexto de sobreabundancia, de Infodemia, es como una inundación donde, como desgraciadamente hemos podido constatar en la tragedia de Valencia, hay una imperiosa necesidad es el agua potable. Y esta es la labor principal del periodismo actual, dar información contrastada, relevante, purificada.
Como saben los buenos estrategas (y Agustín Palacio, fundador de miGijón lo es), allá donde hay una crisis, asoma también una oportunidad. Por eso, sin desdeñar los innegables problemas es el momento del buen periodismo. Se necesita información contrastada, control al poder y orientación en un mundo de incertidumbres. Y en el buen periodismo, el vector principal no puede ser otro que la búsqueda rigurosa de la verdad. La veracidad como combustible y objetivo del periodismo. El reto no sencillo: se necesita un periodismo fuerte, independiente y de calidad para el desarrollo de una democracia justa, con ciudadanos libres, exigentes y responsables.
Además, la disrupción tecnológica, con sus inconvenientes, algunos ya reseñados, también ofrece oportunidades para innovar, llegar a nuevas audiencias y ofrecer un buen servicio periodístico, como constata el empeño diario de miGijón.
Porque en la era de la globalización y la infodemia mundial, el periodismo local sigue siendo un pilar fundamental para una sociedad informada y comprometida. El periodismo local es frescura, rostros conocidos y héroes anónimos, calle, encuentro, comunidad… El periodismo local conecta con la vida diaria de las personas, les permite estar informados sobre los temas que afectan directamente a su calidad de vida, vigila las instituciones locales y crea comunidad.
En efecto, el periodismo local es importante para la identidad y el bienestar de la comunidad. Los medios locales reflejan la diversidad de una ciudad y sus preocupaciones únicas. “Supongo que un buen diario es una nación hablando consigo misma”, afirmó el periodista y escritor Arthur Miller. Es una buena frase que nos invita a descubrir a qué comunidad hace hablar cada diario y, por tanto, cuál es la comunidad o ciudad que contribuye a construir.
Por tanto, apoyar el periodismo local es una responsabilidad compartida entre todos, los periodistas, los lectores, las empresas y las autoridades. Al valorar y promover el periodismo local, ayudamos a que nuestras comunidades, informadas y preparadas, sean libres para afrontar con responsabilidad los desafíos del futuro.»