A todos ellos la guerra les salpicó notablemente, pero afortunadamente vivieron para contarlo. Un conflicto que acabó con la vida de numerosos jóvenes españoles, atrapados entre las malas condiciones de vida de un ejército anticuado, mal armado y alimentado
Para asombro de Europa no conseguimos librarnos de las guerras ni en nuestra propia casa ni en las ajenas. En la actualidad , la invasión rusa en Ucrania nos hace recordar todas las tragedias que los europeos hemos vivido en el pasado siglo, conllevando un altísimo precio en forma de vidas humanas. La tragedia de las guerras, que desde su sillón muchos europeos pensaban que era cosa exclusiva del tercer mundo, vuelven a picar a la puerta de nuestras casas tal y como ya lo hiciera en el pasado. Y de eso sabe hasta la historia deportiva. Muchos han sido los futbolistas del Sporting que se vieron envueltos directamente en guerras y desde aquí comenzaremos una serie de tres artículos haciendo referencia a ellas: Marruecos, Guerra Civil y Segunda Guerra Mundial.
Este pasado año 2021 se cumplió el centenario del llamado «desastre de Annual» en la Guerra de Marruecos. El ejército español perdió en 18 días a cerca de 13.000 soldados en una concatenación de errores y en una guerra «para pobres», donde pagando 2.000 pesetas te podías librar de ella y, donde muchos de los soldados incluidos en el censo, optaron por fugarse de España para no ir a la guerra. Fundamentalmente eligieron América como destino. Sin embargo, a miles de jóvenes españoles la suerte les llevó a “luchar por la patria” en tierras africanas. Varios jugadores y ex futbolistas del Sporting tomaron parte en la citada guerra: Cadavieco, Ataúlfo, Soto, Paradinas, Bericua, Corugedo, Domingo y Trapote. El primero de ellos, Cesáreo Cadavieco Morán, como hijo de una familia acomodada, pudo haberse librado de ir a Marruecos. No fue así, contra la opinión de su familia decidió ir a África, aunque se le buscó un destino acomodado, alejado del frente de batalla.
Cesáreo Cadavieco había nacido en Gijón en 1893 y aparece como interior izquierdo en la primera alineación conocida del Sporting que disputó el 18 de agosto de 1907 en Oviedo un encuentro contra el Sport Ovetense. Siguió jugando con el club hasta el 31 de marzo de 1912, en el que participó en su último partido como rojiblanco. Su familia tenía una tienda de muebles en la calle Trinidad, Mueblería Cadavieco (la más importante del Gijón de la época) y su padre, además era un apasionado de la música con notable relevancia en el panorama cultural del Gijón de entonces. Fue compositor y presidente de la banda de música La Unión. El nivel económico de la familia, pues, era notable. El cuñado de Cesáreo Cadavieco fue el diputado en Cortes Manuel Aguillaume, que sería fusilado por el franquismo en 1943. La procedencia familiar del ex futbolista lo situaba en un rango económico elevado, propio de aquellos que se libraban de ir a morir a Marruecos. Llamado a filas para ir a la guerra, su padre optó por realizar el pago de las preceptivas dos mil pesetas para librarse de ésta. Pero Cesáreo Cadavieco se opuso rotundamente y no realizó la entrega del dinero (debía hacerla personalmente el propio recluta). Y para Marruecos se fue, pero gracias a sus influencias familiares y a sus estudios (en una España donde el nivel de analfabetismo era altísimo), fue destinado a oficinas como soldado escribiente en la Mejal-la Jalifiana. A su regreso se estableció en Gijón y después de la Guerra Civil, al ser abierto simpatizante de la república, se exilió en México, país en el que murió a finales de la década de los cincuenta del pasado siglo.
En cuanto a Ataúlfo Suárez Infiesta, fue destinado a Marruecos, aunque no llegó a estar en el frente de batalla. Cumplió dos años en Marruecos, en el cuerpo de infantería, antes de volver a Gijón. Al regresar de la guerra jugó en el Cimadevilla antes de colgar definitivamente las botas para centrarse en su trabajo de capitán de la marina mercante. Pero sus vínculos familiares siguieron unidos al mundo del fútbol. Un hijo suyo, José Luis, fue jugador del Real Oviedo y una nieta, Ana García, se casó con un futbolista del Sporting, el centrocampista Iñaki Eraña.
Otro de los jugadores llamados a filas fue Román Soto Amado, el famoso portero de los siete penaltis parados en un mismo encuentro. Tal hecho aconteció en un partido contra el Racing de Santander en 1921, pocos meses antes de ser incorporado a filas junto con su compañero Adolfo Trapote Junquera. Ambos estuvieron luchando en el mismo batallón en el frente de batalla. Tras dos años en Marruecos regresaron a Gijón. Soto abandonó el fútbol para siempre (solo volvió a jugar un partido de veteranos cuando ya pasaba de los cuarenta años) y abrió un negocio, el Garaje Moderno, que fue el primer establecimiento en Gijón en vender material futbolístico, como por ejemplo espinilleras, balones, etc.
En cuanto a Trapote, a su regreso volvió a la disciplina del Sporting para disputar dos temporadas más antes de su retirada deportiva, acaecida en el verano de 1925. Un año más tarde haría sus pinitos en el mundo del cine. Fue protagonista de la película “Cuento de lobos”, dirigida por el también gijonés Romualdo Alvargonzález Lanquine, además fue un reconocido actor de teatro aficionado.
Wenceslao de la Torre Hernández, conocido futbolísticamente por el segundo apellido de su padre, «Paradinas», también estuvo en la primera línea de batalla y tras casi tres años en Marruecos se volvió para España. A su regreso se estableció en Madrid y después en Bilbao, desvinculado por completo del mundo del deporte.
El mierense Daniel Bericua Baragaña, que fue un destacado portero sportinguista, fue destinado a Marruecos donde estuvo algo más de año y medio. No llegó a participar activamente en la guerra puesto que estaba destinado en la plana mayor. Su hijo Lluis Bericua Huerta fue un conocido entrenador y periodista deportivo del diario El Comercio, además de profesor de Educación Física.
Aquilino León Corugedo Suárez era un jugador del Unión Deportivo Racing de Gijón cuando fue llamado a filas en 1923. Se convirtió en el auténtico capitán de este equipo durante varias campañas y en el jugador más destacado junto a Dionisio García. Formó parte de la selección asturiana que participó en Madrid en enero de 1918, en la Copa del Príncipe y apalabrado tenía su fichaje por el equipo sportinguista cuando fue destinado para cumplir con el servicio militar en el batallón Tarragona. Y para Marruecos se fue, interrumpió su actividad deportiva hasta 1925, en el que ya en Asturias por fin pudo fichar por el equipo sportinguista durante dos temporadas. Más tarde ficharía por el Club Gijón, su último equipo. En 1929 se retiró y se centraría en su trabajo de empleado de banca. En 1930 le fue concedida la medalla al Mérito Deportivo Regional.
Por último, Domingo González Villa fue destinado a la Guerra de Marruecos donde estuvo dos años, participando en numerosas batallas como miembro del Batallón Tarragona. A la vuelta de la guerra volvió a incorporarse al Sporting hasta el verano del 1929, también ejerció eventualmente como entrenador rojiblanco. A Domingo le realizaron un homenaje a su regreso de la guerra y además, en 1933, le fue concedida al Mérito Deportivo Regional.
A todos ellos la guerra les salpicó notablemente, pero afortunadamente vivieron para contarlo. Un conflicto que acabó con la vida de numerosos jóvenes españoles, atrapados entre las malas condiciones de vida de un ejército anticuado, mal armado, alimentado y dirigido y, además, con numerosos casos de sangrante corrupción que llevaron a la apertura del llamado “expediente Picasso” para dirimir responsabilidades entre los mandos. Un desastre español en toda regla.
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