«Te sale un verso o una vulgar y miserable sonrisa cuando te cuentan que, efectivamente, la Alcaldesa de Gijón, Ana González, no repetirá otro mandato»
Uno va silbando por la calle, buscando material para la columna, con el cigarrillo en la mano y la canción de Lou Reed en la boca, dispuesto al artículo de guerrilla. Siempre cabe la posibilidad de que, entre rumor y noticia, por el camino me encuentre con los hermanos Dalton en El Paralelo: un jefe de gabinete sin gabinete, medio concejal sin concejalía y un machaca sin portería, siempre con ganas de soltar alguna hostia.
Lou Reed tenía el rostro de un ángel triste, como esos rostros apolíneos, metálicos y melancólicos que sacaba Win Wenders en sus películas. Me gusta Lou Reed, está a caballo entre el cronista y el poeta de Nueva York, como Dylan, pero desde el loft de un rascacielos. Lou Reed que esperaba a su hombre, que cantó a la heroína como un fantasma, convirtiendo la anécdota de aquella juventud yonqui y pansexual en el nervio de nuestra historia. Lou Reed era Flaubert en el CBGB, en el Kansas. Yo soy un yonqui en el Savoy, en cualquier bar cerrado de España. La pandemia nos ha convertido en ángeles bajo un cielo en Berlín, en turistas accidentales de un triste fin de semana: exageradamente apolíneos, fatigados y pandémicos.
Son días para la melancolía. Días de mierda. A falta de franceses que vengan a Gijón en tren para alegrarnos el fin de semana, nos pasamos el día discutiendo sobre el Plan de Vías que es el misterio de la Santísima Trinidad. No hay trenes que vayan al norte. Parafraseando a Cesar González Ruano, hoy me duele el tren que pasa y, sobre todo, el que no pasa.
Gijón tiene algo de ciudad descompuesta y desordenada. La derecha asimilando conceptos de la izquierda, la izquierda descomponiéndose entre discursos de austeridad, invocando reglas de gasto, con la épica del contable, y alguna soflama de profe iletrada que enturbia la calma, todo en un fondo de escaparates vacíos, tiendas cerradas y un toque de queda que dibuja una ciudad quieta y crepuscular, sin bares nocturnos, sin coches y llena de espacios en blanco, como esos carteles con espacios en blanco donde la inmobiliaria anuncia que se alquila o se vende.
Esta Semana Santa, todos vamos a hacernos nuestro particular exilio interior. Siempre nos quedará la posiblidad de viajar a Mallorca haciendo escala en Berlín, junto a los ángeles de Wenders. La delegación de gobierno ha sitiado Asturias y Barbón ha cerrado los hoteles y las casas rurales. Barbón también dice estar cansado. El cansancio mata, por eso yo escucho a Lou Reed. La Pasión se nos va a quedar en un silencio pagano y misterioso. La columna de opinión trata a veces de pintar ese silencio, de dominarlo a través de la palabra. Es imposible. Lo mismo te inspiras con un tema de Lou Reed cuando anochece que te sale un verso o una vulgar y miserable sonrisa cuando te cuentan que, efectivamente, la Alcaldesa de Gijón, Ana González, no repetirá otro mandato. Y yo canto Just a perfect day…
Pues a ver si se adelantan las elecciones y primero nos libramos de ella.
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