“Las sábanas de La Algodonera duran la vida entera”. Con este slogan se anunciaba la popular fábrica de La Calzada,referente de primer nivel en el ámbito textil. Desde que se fundó en 1899 hasta que cesó su actividad en 1967 consiguió dejar su huella en la historia industrial de Gijón, y lo hizo a través de las manos de sus trabajadoras, mayoría en plantilla. La empresa llegó a emplear a 420 mujeres. Ellas movían los hilos.
La historia de La Algodonera de Gijón
La Algodonera se creó a finales del siglo XIX, en concreto en 1899. Fue un proyecto alentado por la burguesía local que invirtió los capitales retornados de Cuba en comprar la maquinaria más moderna en producción textil del momento. La fábrica abrió sus puertas en 1901 y ocupó una parcela de 12.000 metros cuadrados en el corazón de La Calzada, muy cerca del Musel.
En 1910 se construyeron viviendas para sus trabajadores, dentro de un modelo empresarial paternalista que también se había extendido en otras partes de la región. Y tres años más tarde la fábrica obtiene la concesión de marcas para tejidos como ‘Punto Redondo’, ‘el Milano’ o ‘la Margarita’. Era un auténtico referente.
El papel de la mujer en La Algodonera
Imprescindible en esta historia es el papel de la mujer. Cuando se abrió la fábrica la plantilla la formaban 460 personas, de las que 420 eran mujeres, algunas niñas, que a partir de los 14 años podían ir a trabajar. Por ello, La Algodonera, junto con la Fábrica de Tabacos, fue un claro referente del trabajo femenino en Gijón. Si las cigarreras protagonizaron la primera gran huelga de mujeres en Asturias en 1903 cuando pretendieron bajarles su ya de por sí escaso sueldo, las urdidoras, las bobineras y las tejedoras de La Algodonera siguieron su ejemplo poco después.
Ellas eran la fuerza principal de la empresa, encargadas de los más de 6.000 husos y 240 telares con que se producían 14.000 metros de algodón al día. Los puestos de poder, sin embargo, tan solo los ocupaban los hombres.
La fábrica no pudo resistir la transformación económica que sufrió el país en los años 60 del siglo XX, y en 1967 dejó de producir. Las transformaciones económicas y sociales motivaron el cierre debido a los intereses especulativos y a la mano de obra más barata de otros países europeos con los que no se podía competir. El derribo de sus instalaciones llegó solo cuatro años más tarde.
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