Recientemente ha sido noticia la participación del ya ex-eurodiputado húngaro József Szájer en una orgía gay en Bruselas en pleno confinamiento. Szájer es uno de los fundadores de Fidesz, la formación política ultraderechista que lidera el primer ministro de Hungría, Viktor Orbán. El que fuera miembro del Parlamento Europeo entre 2004 y 2020 fue además artífice de la consagración en la constitución húngara del matrimonio como “unión entre un hombre y una mujer”, cerrando la puerta a cualquier posible enlace entre personas del mismo sexo.
La enorme contradicción de Szájer salta a la vista: mientras públicamente abanderaba un discurso abiertamente homófobo y euroescéptico y promovía reformas legislativas para ponerlo en práctica en su país, en privado disfrutaba de la libertad de los colectivos de lesbianas, gais, trans, bisexuales, intersexuales y queers (LGTBIQ) en Bélgica, incluso en tiempos de cuasi confinamiento por la lucha contra la COVID-19.
Al otro lado del Atlántico, Donald Trump, que ha mostrado públicamente su aprecio hacia Orbán en varias ocasiones, lleva meses liderando y promoviendo el negacionismo de la pandemia del coronavirus. El todavía presidente estadounidense negó los riesgos de la enfermedad, organizó multitudinarios actos en su campaña para los comicios del pasado 3 de noviembre y criticó a su rival electoral Joe Biden por llevar mascarilla. Paradójicamente, Donald Trump, de 74 años, dio positivo en COVID-19 el pasado mes de octubre y permaneció varios días hospitalizado como consecuencia del virus.
En España, el diputado de Vox Francisco José Contreras afirmaba hace unos días en la tribuna del Congreso que “en un país libre no puede haber igualdad socioeconómica” porque las personas, decía, tenemos talentos y niveles de esfuerzo distintos. A su juicio, esto conduce a una inevitable disparidad de rentas. Disparidad de rentas en la que -¡oh, sorpresa!- él y los suyos se encuentran en las franjas más altas.
«Una mujer húngara, lesbiana y pobre no puede vivir libremente su sexualidad»
Aunque los asuntos que tocan son muy distintos -los derechos de las personas LGTBIQ, los efectos del COVID-19 y las desigualdades socioeconómicas-, lo cierto es que existe un denominador común a estos posicionamientos de representantes de la extrema derecha mundial: todos ellos parten de una situación privilegiada en la que los problemas que asolan a las personas con menos recursos no les afectan a ellos mismos.
Así pues, por ejemplo, una mujer húngara, lesbiana y pobre no puede vivir libremente su sexualidad como consecuencia de la homofobia del gobierno de su país. József Szájer, en cambio, sí puede, desde su posición económicamente pudiente, viajar a otros estados para disfrutar allí de una legislación y una sociedad respetuosas con las personas LGTBIQ.
«Trump puede permitirse negar los riesgos del COVID-19«
Del mismo modo, Trump puede permitirse negar los riesgos del COVID-19 porque, en el momento en el que por desgracia cae enfermo, cuenta con todos los recursos médicos disponibles para tratarse. Radicalmente distinta sería la situación de una persona de su misma edad, también con coronavirus, pero en una situación de vulnerabilidad social que le impidiera el acceso a los cuidados y tratamientos necesarios.
Finalmente, el discurso del diputado de Vox en el Congreso -que, como catedrático de universidad que es, pertenecería al grupo de personas que más se esfuerzan– ignora las enormes diferencias entre las oportunidades de desarrollo profesional, personal e intelectual de un niño nacido en una familia con un nivel alto de renta y el de otro de la misma edad nacido en una situación de pobreza como la que por desgracia viven multitud de familias en nuestro país.
En conclusión, la extrema derecha enarbola, desde su situación socioeconómica privilegiada, reivindicaciones que condenan a las personas que no gozan de esos privilegios a reprimir su sexualidad, a morir por no tener acceso a médicos y medicamentos o a no poder ofrecer a sus hijos e hijas las mismas oportunidades que si los tuvieran. Combatir con argumentos estos posicionamientos no es solo, que también, cuestión de justicia social: como sociedad, no nos podemos permitir que se desaproveche el talento de muchos en pos del mantenimiento de los privilegios de algunos.
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