Los vecinos de Fomento claman al Ayuntamiento por la apertura de un diálogo para tratar de poner coto a los actos incívicos que se suceden los fines de semana, y que desembocaron en la muerte de un hombre el pasado sábado
Una noche de sábado cualquiera en Fomento. Sus locales de ocio, llenos de cientos de personas, en su mayoría jóvenes, entregadas a la diversión. La música, de los estilos y orígenes más dispares, resonando incluso en las calles. Se respira la alegría, la voluntad de disfrute, las ganas de romper con las rutinas cotidianas con una dosis de esparcimiento. A priori, un ambiente así no debería suscitar ningún problema… Hasta que, de pronto, el gozo razonable deja paso al descontrol, a la pérdida del respeto cívico y, finalmente, a los arrebatos violentos; a veces, con trágicas consecuencias. Esa es la situación que los vecinos del populoso barrio gijonés, epicentro de la fiesta nocturna en la ciudad, denuncian que se repite una semana tras otra, obligando a los residentes a lidiar con una concatenación de ruido desmedido, desechos de todo tipo en aceras y portales, gritos y peleas. Y la muerte el pasado sábado de un hombre de 44 años a la salida de uno de los pubs del lugar, a consecuencia de la paliza que le propinaron otros dos sujetos, ha terminado por colmar la paciencia general. Como resume Maite Martín, presidenta de la Asociación de Vecinos ‘Jovellanos’, «estamos hartos y preocupados. Llevamos años sufriendo cosas que no deberían ocurrir».
La coyuntura que Fomento experimenta cada fin de semana viene de lejos, aunque la toma de conciencia sobre su dimensión es mucho más reciente. Desde que comenzaron a proliferar los negocios orientados al ocio nocturno, el barrio se ha erigido en referente para auténticas legiones de personas; no sólo de Gijón, sino procedentes de otros rincones de Asturias. Gentes, en suma, que los fines de semana eligen las calles y locales de Fomento para su esparcimiento. Y, con la popularización del espacio, llegó también la progresiva degradación de ese ambiente. «De la que empezó no era esto, o nosotros no nos dábamos tanta cuenta de lo que pasaba», reflexiona Martín. Para ella, el antes y el después de esa percepción lo marcó el trágico caso de Germán Fernández, que en 2017 se vio envuelto en una agresión similar. «Fue un punto de inflexión; desde ese momento la gente se empezó a preocupar más», rememora la presidenta vecinal. Nada extraño, por otra parte, a tenor del perfil mayoritario de los residentes, cuya media de edad «es alta, porque tampoco es que sea un barrio barato». Son personas, en suma, a las que les afectan particularmente «los problemas para conciliar sueño, los ruidos, la suciedad en los portales… Y, sobre todo, la inseguridad al transitar por esas aceras».
Para Martín, la tragedia del último fin de semana debería servir para abrir una línea de diálogo con el Ayuntamiento que, a la postre, desemboque en soluciones. «No se trata de cerrar negocios; no es lo que queremos. Es cuestión de compatibilizar el ocio con la vida. Que la gente se pueda divertir, descansar y transitar», matiza. Y ella, como la mayoría de sus representados, no se engaña: no será una tarea fácil, aunque la realidad actual tampoco lo es. «Que pasen estas cosas no es bueno ni para los vecinos, ni para la hostelería, ni parala imagen que podamos dar fuera de la ciudad. Ya es triste que tengamos que salir en medios de comunicación nacionales por este motivo…», se lamenta, reaccionando al impacto mediático que lo ocurrido está provocando. «Tenemos que sentarnos y ver qué soluciones son mejores, poner en común nuestras ideas y decidir la forma de hacer nuestra ciudad habitable. Esa es una tarea de todos».
La responsabilidad de OTEA en la proliferación de espacios que no respetan ni mínimamente las normativas de ruidos, horarios, permiso para salir con bebidas y consumo de drogas en sus locales es alarmante. Mas cuando es un colectivo llorica cuando piden espacios del bien común, aunque por otra parte poco lo respetan.
No podemos cerrar los ojos a lo que allí pasa en las noches. No es una cuestión de diversión, es una cuestión de droga y la policía mira para otro lado, no se vayan a enfadar los hosteleros y su clientela mas cutre.
Mientras los medio de comunincación, EMULSA y algunos abueletes locales están muy preocupados por las cacas de perros, pero no por la auténtica basura humana que se genera semana tras semana en la zona. Incluyendo por cierto numerosos excrementos humanos que supongo que los de EMULSA contarán como caninos, ya que hemos visto que tienen una «base de datos» de los mismos.
Una vergüenza ante la pasividad de policía, ayuntamiento y empresarios.