«La pregunta que nos hacemos no es baladí: ¿cuántos quedan por dimitir?»
«La impresión de que Lara Martínez tiene cierta tendencia a la intromisión en las tareas de los demás se hace otra vez patente en esta ocasión»
Hubo un momento en nuestra socialdemocracia local en el que todo empezó a perder sentido y se volvió ficticio, moderno, de diseño. La principal consecuencia ha sido, desde entonces, que vivimos en una democracia detenida o lo que es peor, una democracia cuyas plegarias están siendo desatendidas. Solo se cuentan las impresiones clandestinamente en los cafés, en los WhatsApps y en algunos digitales. De aquellos años en que se exigía una absurda transparencia que, llevada al extremo lo hacía todo invisible e inoperante, hemos pasado a estos otros donde la política se ejecuta con una opacidad granítica y una gravedad insoportable. Como consecuencia de ello, cuando se abre una grieta, se mira y se cuenta, tenemos la sensación de que la política está embriagada por una intensa obscenidad.
En Divertia vemos un ejemplo de lo que ha venido siendo la gestión de Ana González en este mandato, sustanciada en la figura de Lara Martínez, su gerente. La semana pasada, nos desayunábamos con la adjudicación de un contrato que tenía por objeto la puesta en marcha de un plan informativo de la actividad turística por más de 400.000 euros a una empresa, MagmaCultura SL, en la que Martínez había trabajado antes de incorporarse a la vida púbica, primero como concejal en la oposición y como gerente de la empresa pública, inmediatamente después. En el cuerpo de la noticia, nadie puso en tela de juicio la legalidad de esa alambicada adjudicación (aunque no está de más recordar que por un fallo informático la propuesta se presentó fuera de plazo y que fue personalmente la gerente quien firmó su readmisión en el concurso). Las conclusiones éticas las dejamos en manos de los lectores.
Lara Martínez declinó hacer declaraciones a este periódico cuando se publicó la primera noticia, porque no le gusta que se dé primero la información y después se le pregunte. Lo que ignora o, peor aún, quiere ignorar Martínez, es que los datos que ofreció Agustín Palacio en la pieza que tanto revuelo ha provocado entre los trabajadores de Divertia no requerían un comentario instantáneo de la gerente. El artículo de Agustín no dejaba de ser una sencilla, comprensible y aséptica narración del contrato publicado en la web del Ministerio de Hacienda. El periodista tan sólo se tomó la molestia de buscar diligentemente un contrato y una oferta a cuyo contenido público tenía acceso cualquier persona. La impresión de que Lara Martínez tiene cierta tendencia a la intromisión en las tareas de los demás se hace otra vez patente en esta ocasión. En cualquier caso, lamentamos que la responsable de una empresa pública le niegue a un medio de comunicación una simples declaraciones porque no le gusta el contenido de la información.
Lara Martínez llegó a la política local de la mano de José María Pérez, un brillante concejal que había desempeñado una gran trayectoria en la promoción económica de la ciudad, que pasó a la oposición tras las elecciones municipales de 2015. Durante cuatro años, Martínez fiscalizó políticamente la acción cultural del gobierno de FORO, presidido por la alcaldesa de entonces, Carmen Moriyón. Bien asesorada, mayormente por los que conocían de primera mano los proyectos culturales de la ciudad, entre ellos Jorge Fernández León, Martínez tuvo cuatro años para conocer los entresijos de Divertia, la Fundación Municipal de Cultura y a todos los agentes relacionados con las industrias culturales. Pero en la oposición todos somos santos. Cuando Ana González ganó las primarias a la alcaldía de Gijón, Martínez se pasó a las filas del sanchismo, sea lo que sea el sanchismo, irrumpiendo como gerente de una entidad que tenía, en su mente, los días contados.
Desde entonces, sus pasadas de frenada han sido recurrentes. Dos asuntos enturbiaron el funcionamiento interno del Festival Internacional de Cine de Gijón. Conviene recordar que la gerente de Divertia criticó públicamente el trabajo del FICX en la gala celebrada en 2019, poniendo en tela de juicio la labor de los empleados comandados por su director, Alejandro Díaz Castaño, sin conocer aún los resultados de aquella edición que, paradojas de la vida, quizá por ser los mejores resultados de los últimos años, quedaron guardados en el cajón del olvido, no fueran a empañar los comentarios que la gerente había vertido un día después de su clausura en la prensa del lunes.
«Ana González y Lara Martínez han ido fulminando su respaldo social, a través de su gestión, en poco menos de dos años»
Unos meses después de aquel anecdótico desaguisado, Divertia anunciaba el fichaje de Fran Gayo como programador del certamen, sin haberse aprobado si quiera el pliego de contratación. Entonces Gayo residía en Buenos Aires. Lo que llamaba poderosamente la atención no eran solo las formas en que se presentaba, sino cómo Gayo, que es un veterano de estas cosas y un gran programador, se arrogaba en las entrevistas posteriores el papel de director sin necesidad de asumir oficialmente el cargo. En realidad, disgustaba bastante que se prestara a esa función, dentro y fuera del propio FICX.
Y finalmente llegó Jot Down y el mundo se volvió absurdo y enmarejado, loco y estúpido. A propuesta del nuevo jefe de prensa, Alberto Arce, que no tenía experiencia alguna en la comunicación corporativa, en un «alarde» de periodismo americano, empotabra a la periodista Barbara Ayuso, redactora del magazine Jot Down, en las oficinas del FICX durante 15 días, contra el criterio profesional del director del certamen, cuya plegaria tampoco había sido atendida. Con aquellas pretensiones de contar casi en vivo y en directo cómo se producía un festival de cine en plena pandemia, (cualquiera diría que la vida cultural de Gijón es tan arriesgada como subirse a un tanque y tomar Bagdag), la redactora publicaba un 31 de diciembre de 2020 un reportaje titulado Los alguien y los nadie del FICX que, lejos de contar las vicisitudes de un festival que se adaptaba a las restricciones de una pandemia, se dedicaba a describir los trapos sucios de una organización que vivía al límite de sus posibilidades la superación de constantes contratiempos. En fin… todo el mundo tenía la impresión de que con aquel trabajo, lo que se pretendía era forzar la dimisión de Díaz Castaño.
El publirreportaje contratado por Divertia a instancias de Alberto Arce y respaldado con todas las consecuencias por Lara Martínez, costó más de 3.500 doblones de vellón de oro, y no dejaba en buen lugar a nadie, principalmente al director, al que la propia gerente reprochaba en el artículo sus escasas dotes de liderazgo. El desastre previsible se cerró con la devolución del dinero por parte de la cabecera, el cuestionamiento de la publicación y de la redactora por parte de los lectores, y lo que es peor, el cuestionamiento y deterioro de la imagen pública del Festival. Lo que iba a ser un el publirreportaje se convirtió, finalmente, en una puñalada contra la institución, que ponía en duda la capacidad de su director.
El liderazgo se mide por el carácter de uno, pero también por los compañeros de viaje que se tiene. Alejandro Díaz Castaño difícilmente podía dirigir con resolución y determinación, si tomaba las decisiones rodeado de tiburones. Vaya por delante que el director del FICX es un gran programador, contrastado dentro y fuera de Asturias y que, lejos de ser cuestionado, ha resistido los obuses del fuego amigo como un auténtico general respaldado por todo su equipo, auténticos veteranos de guerra que aún no se han podido quitar de su cabeza su más que justificada indignación.
Efectivamente, a diferencia de otros directores del FICX, Alejandro cuenta con un gran respaldo social, algo que Ana González y Lara Martínez han ido fulminando, a través de su gestión en poco menos de dos años. Y no sólo hablamos del respaldo social de sus ciudadanos. También incluimos el de los trabajadores de su propia administración. Valga como ejemplo la dimisión de la directora de Turismo Ángela Baños primero, y del concejal de cultura y presidente de Divertia después, Alberto Ferrao, que renunciaron respectivamente por razones personales a su compromiso con la ciudad. La pregunta que nos hacemos no es baladí: ¿cuántos quedan por dimitir? Estaremos atentos.