Si Nuevo Roces fuese un anuncio de TV, sería uno de la última campaña de ese banco naranja: «el barrio no barrio»
«Cuando yo llegué, era un barrio fantasma, a medio construir, donde te preguntabas: dónde me he metido, qué hago aquí«, dice el presidente de la asociación vecinal
por david péreZ
Si Nuevo Roces fuese un anuncio de TV, sería uno de la última campaña de ese banco naranja: «el barrio no barrio«. En lo más literal del eslogan publicitario, por sus circunstancias particulares; porque habiendo sido promocionado a mediados de los 2000 por Sogepsa, la entidad semipública que impulsó su construcción, como una Arcadia verde y feliz («una vivienda, un árbol», rezaba el lema original del proyecto residencial), joya de la corona del renacimiento urbanístico regional, un barrio a donde llegaría incluso un hipotético tranvía, a día de hoy, en cambio, ni siquiera se puede llegar a él caminando desde Gijón, al menos sin riesgos.
Sin embargo, como si fuese una isla, desde la ronda sur y otras vías principales hacia el interior, el barrio se encuentra hoy desarrollado urbanísticamente al 70%, con una población que ha alcanzado los 5.291 habitantes en apenas una década, sin contar todavía la evolución demográfica de 2020.
Cuando la administración pública se despertó, el vecindario ya estaba allí.
«Cuando llegué, era un barrio fantasma»
Desde el principio, los vecinos fueron conscientes de que tendrían que luchar para sacar el barrio adelante. «Sabíamos que el movimiento vecinal iba a ser fundamental. Era un barrio de esperanza, pero se atisbaba un parón de la construcción por la crisis. Sabíamos que el desarrollo sería a trompicones, porque cuando llamabas preguntando por las líneas de autobús, por ejemplo, te daban largas. Se echaban la culpa unos a otros; nadie quería hacerse cargo de los problemas porque todo lo planificado eran castillos de arena, y se estaban derrumbando», recuerda el presidente de la asociación vecinal. Todas aquellas sospechas se cumplieron.
Una pirámide poblacional perfecta
Así las cosas, en Nuevo Roces, los menores de 16 años representan casi el 21% de sus residentes; los mayores de 65 años, solo el 4%. A 1 de enero de 2020, el volumen de las franjas de edad infantiles y juveniles es de 496 (0 a 3 años), 361 (5 a 9 años), 207 (10 a 14 años) y 154 personas (15 a 19 años). Seguido de Viesques, es el barrio más joven de Gijón con mucha diferencia, por eso los centros educativos son una de las necesidades más urgentes.
Sin embargo, tras años de retrasos e incumplimientos por parte de los poderes públicos, especialmente el Principado, es improbable que el colegio pueda ver la luz antes de 2023. Aunque el ayuntamiento de Gijón ha cedido los terrenos, el proyecto perdió el carro de los presupuestos de 2020. Y ahora, a la espera de que se apruebe la partida de 208.000 euros para elaborar el proyecto inicial incluida en los presupuestos regionales de 2021, la licitación de las obras no se espera hasta 2022, con el horizonte de 2023, año de elecciones, para el inicio de las obras.
Los problemas crecen
«Un consultorio que nace pequeño»
La isla de Nuevo Roces
También en el mandato de Carmen Moriyón se planteó una solución para solventar la congestión del tráfico en la salida del barrio por la glorieta de El Llano, en el Este: se trataba de construir una rotonda en la carretera de Siero, en las inmediaciones de la antigua cerámica, para conectar Nuevo Roces directamente con Ceares. «No era un proyecto específico para el barrio, pero se buscaba fluidez, porque a las 8 de la mañana los atascos son increíbles. Es un barrio entero que intenta salir a un cuello de botella en la rotonda de El Llano», señala Miguel Bernardo. Finalmente, esta actuación, que llegó incluso a licitarse, tras una serie de complicaciones para disponer de los terrenos volvió a guardarse en un cajón. Y allí sigue.
Peatones encerrados
«A nivel cotidiano, este aislamiento nos afecta en todo. Porque para que el ciudadano pueda decidir cómo quiere moverse primero tiene que tener opciones, y ahora mismo hay una dependencia del vehículo muy fuerte. Para poder utilizar el transporte público en el ámbito laboral, por ejemplo, tendríamos que disponer de una gran cantidad de tiempo que la gente no tiene, y además todas las líneas pasan por el centro. Se necesita una oferta ágil para interconectar los barrios: ir a La Calzada sin pasar por el centro, o al hospital, o que exista una línea que pase cerca del ALSA», reclama Miguel Bernardo. «Se criminaliza mucho el coche hoy en día, pero en Nuevo Roces no se puede, porque es una herramienta imprescindible».
Aparcar: misión imposible
Todos los problemas de Nuevo Roces conducen a la madre del Cordero: la falta de planificación. Desde la asociación vecinal, no hablan de culpas, pero sí de responsabilidades. Y estas son paladinas. «Nuevos Roces fue un proyecto público, que partió de una empresa semipública, Sogepsa. Se diseñó un barrio sin pensar en la conexión con Gijón. Les pudo el ansia de querer construir antes de planificar lo que estaban construyendo. Los responsables son los poderes públicos, empezando por el Principado, porque es un Plan Especial, y a continuación el ayuntamiento de Gijón. Luego pueden decir que vino la crisis: pero la responsabilidad de un barrio que surge desde lo público, sigue siendo de lo público», expone Bernardo.
Mientras tanto, en los últimos años se ha fraguado una red comercial cada vez más diversa, vertebrada principalmente por la hostelería y el pequeño comercio, un entramado de negocios a los que el vecindario agradece su apuesta por el barrio, en muchos casos desde el principio, cuando algo tan simple como conseguir cambio podía ser una odisea. «Como vecinos no nos corresponde presionar a las empresas privadas; vendrán cuando quieran venir. Ahora bien, si hay algún sector privado que ha abandonado Nuevo Roces, es precisamente el que más beneficios ha sacado, las entidades bancarias. Porque todos tenemos hipotecas con esos bancos, y en los contactos que hemos tenido como asociación todo son buenas palabras, pero no han tenido ni la delicadeza de colocar un cajero», reclama el presidente de la asociación vecinal.
Desde la pasarela inaugurada en junio para cruzar la ronda, tras cuatro largos años de espera, hoy se puede contemplar y también entender Nuevo Roces. Y lo que se ve allá abajo, en la llanura, con el Pico del Sol y el monte de Lavandera al fondo, no es solo un barrio ganado a pulso por los vecinos día a día, sino, mucho más lejos, el ancho futuro del concejo: el Gijón no Gijón.
Así lo cree Miguel Bernardo. «Nuevo Roces se está formando desde la juventud, y no me cabe duda de que es el futuro de la ciudad. Hasta ahora no hemos roto la idea de ser un barrio dormitorio, pero cuando se consoliden los servicios públicos el barrio tendrá una estructura. A pesar de la desidia de quienes nos gobernaron, que nunca sintieron Nuevo Roces como parte de la ciudad, sino como un pegote, el trabajo del vecindario yendo a protestar a los plenos, o saliendo a las ventanas, ha hecho posible que hoy sea conocido como un barrio de Gijón, como dice nuestro lema».
Quince años después del comienzo de la historia, #NuevosRocesTambiénEsGijón